Edificios fortificados, un colorido mercado de productos típicos del sur de Arabia y un paseo por las montañas más altas del país
La región de Asir es un auténtico microcosmos dentro de Arabia Saudí. Está muy cerca de la frontera con Yemen y la influencia de este país se nota en numerosos aspectos, desde la gastronomía hasta la arquitectura de sus poblaciones históricas, con edificios fortificados de varios pisos hechos de piedra o adobe. Por aquí pasaron las tropas romanas en el siglo I AC rumbo a la ciudad de Marib (capital del Reino de Saba) en su fallido intento de hacerse con el control de la Ruta de las Especias. Y más tarde, en el siglo VI DC, el ejército yemení partió hacia el norte con el objetivo de conquistar la ciudad santa de la Meca, con idéntico resultado.
Abha es la capital de Asir, una ciudad ubicada a casi 2.300m de altura que cuenta con varias atracciones turísticas, entre las que destacan los barrios antiguos de Al Basta y Al Nasab, o Souq Al Thulatha. Además, desde Abha es posible realizar excursiones de un día al espectacular pueblo de Rijal Alma; o al Asir National Park, donde se encuentra Jabal Soudah, la montaña más alta de Arabia Saudí.
VIAJE: BALJURESHI – ABHA
Tras pasar por la ciudad de Baljureshi (antigua capital de la región de Al Bahah) continué directo hacia Abha. Por delante tenía 330km de recorrido, y como ya eran las 13h pasadas una vez más llegaría a mi destino de noche. El sol apretaba con fuerza y hacía bastante calor, así que la mayor parte del tiempo conduje en manga corta y con el aire acondicionado puesto.
La tónica general de este desplazamiento fue lo mucho que me costó avanzar, por diferentes motivos: tramos de obras constantes, con desvíos y bandas de frenado de altura exagerada; poblaciones conectadas entre sí, con semáforos y gente cruzando la carretera; fuertes desniveles, con el coche ahogándose en las subidas y embalándose peligrosamente en los descensos; curvas cerradas… Un trayecto que en circunstancias normales hubiera recorrido en algo más de 3 horas se alargó hasta las 5 horas.
De camino atravesé paisajes muy fotogénicos: montañas de formas curiosas; profundos valles; y poblaciones con antiguas torres de vigilancia (llamadas Qasaba), algunas pintadas de blanco. Así que a veces me bajé del coche para hacer fotos, provocando la sorpresa de los conductores que me veían, nada acostumbrados a la presencia de turistas. También pasé junto a varios miradores. En uno un grupo de Babuinos se subió a mi coche para ver si podían conseguir algo de comida, provocando unos segundos de tensión. Y en otro se me acercó un gracioso perro que se llevó un puñado de galletas como premio. Pero sin duda la imagen más impactante del viaje fue la de un enorme vertedero junto a la carretera por donde deambulaban docenas de Babuinos, perros callejeros y cuervos, removiendo la basura en busca de alimento.
Tal y como había previsto aparecí en Abha un rato después de la puesta de sol (en parte porque el hotel donde iba a pasar la noche estaba en la otra punta de la ciudad). De nuevo me tocó conducir por amplias avenidas llenas de vehículos que no me permitían el más mínimo error. Pero gracias a Google Maps conseguí llegar a mi destino, y aparqué sin incidentes.
ALOJAMIENTO: OYO 324 GREEN HOUSE ABHA HOTEL – 75R/Noche
*Puntos a favor: habitación muy espaciosa; cama doble enorme; lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza extrema; ubicación céntrica; tranquilidad total por la noche; nevera.
*Puntos en contra: encargado de la recepción demasiado seco; wifi errático; asiento del inodoro roto.
En Abha hay una amplia oferta de alojamiento a precios razonables. Antes de salir de Al Bahah realicé una reserva a través de Booking y elegí un hotel de la cadena OYO porque el que utilicé en Yanbu me dejó muy satisfecho. Una vez más comprobé que en Arabia Saudí Booking es mucho más barato que negociar directamente con el hotel (el chaval de la recepción me dijo que el precio normal de mi habitación era de 120R). Cuesta entender, pero bueno…
Ya instalado, salí a la calle para realizar un par de gestiones. Primero fui a un supermercado y compré galletas, yogures y zumo para los desayunos. Y después entré en un local de comidas para cenar algo. El menú estaba en árabe, pero el simpático encargado me explicó lo que tenían. Básicamente eran platos típicos de la gastronomía yemení, ya que la frontera de ese país se encuentra a menos de 150km de Abha. Al final elegí Muqalqal de Pollo (trocitos de pollo con salsa de tomate, cebolla y especias) acompañado de pan recién hecho y una Mirinda. Todo por tan solo 11R. Cené sentado en una mesa del comedor rodeado de lugareños. No me pusieron cubiertos, así que imité a los saudíes, que utilizaban trozos de pan para coger la comida.
De regreso en el hotel hacía bastante frío (normal teniendo en cuenta la altura de Abha). Y de repente me vi envuelto en una situación surrealista: ¡empezaron a caer enormes insectos del cielo! Hasta que comprendí lo que ocurría. Eran langostas. Y es que pocos días antes había leído en la prensa que los países del Cuerno de África (Sudán, Eritrea…) se enfrentaban a una de las peores plagas de langostas de su historia, y Arabia Saudí (el origen de estos enjambres destructores) se encuentra justo al lado. El suelo estaba lleno y algunos bichos pasaban volando a escasos centímetros, así que continué hasta mi habitación a buen ritmo.
UN PASEO POR ABHA
Al día siguiente me desperté como nuevo y me puse en marcha rápido porque tenía una agenda apretada. Después de desayunar salí a la calle para visitar las principales atracciones turísticas de Abha. Como tenía coche decidí conducir los 3km que hay desde el hotel al centro de la ciudad, dejándolo en un aparcamiento gratuito. Y desde allí caminé hasta los diferentes lugares, que se encuentran relativamente cerca unos de otros. Estas fueron las visitas de la jornada:
1. Shada Palace: fue construido en el año 1927 como residencia del Emir de la Provincia de Asir. Actualmente solo se conserva una torre de adobe de 4 pisos de altura. Está rodeada de edificios modernos y un muro de varios metros; y durante mi visita se encontraba cerrada al público de forma indefinida. Además hay que tener mucho cuidado al sacar la cámara de fotos, porque a pocos metros de la torre hay una comisaría de Policía. Yo me acerqué al vigilante de seguridad de la entrada y pedí permiso.
2. Asir Regional Museum: situado en Al Bahar Square, la plaza principal de Abha. Cuando visité la ciudad este museo se acababa de construir y todavía no había abierto sus puertas de forma oficial, pero pregunté en la recepción si podía echar un vistazo y al poco apareció un encargado muy amable que me dejó acceder sin problema. El museo tiene 4 salas con paneles en inglés que explican diferentes aspectos de la historia y tradiciones de la región de Asir. Me gustó mucho un conjunto de petroglifos con hombres bailando, animales y símbolos curiosos. También pude ver armas, joyas, ropa típica, monedas…
En mi opinión el museo es demasiado pequeño y se queda en la superficie, teniendo en cuenta la riqueza cultural de Asir. Pero la entrada es gratuita y está cerca de Shada Palace. Por cierto, en Al Bahar Square había un montón de langostas que levantaban el vuelo cuando me acercaba.
3. Abu Malha Palace: ubicado justo al lado del museo, se trata de otro palacio de adobe muy bien conservado, aunque no luce todo lo que debería por culpa de las construcciones modernas que lo rodean (entre ellas el propio museo y una mezquita). También estaba cerrado al público.
4. Al Basta: es uno de los barrios más antiguos de Abha. Aquí todavía aguantan en pie varias viviendas de adobe que permiten descubrir la arquitectura tradicional de Asir. Parecen fortalezas, con minúsculas ventanas y almenas pintadas de blanco. Además tienen puertas fabricadas con madera de enebro; y sus fachadas están cubiertas de hileras con losas de piedra, cuya misión es desviar la lluvia y evitar que el agua erosione la construcción. La mayoría de casas se encuentran abandonadas y en un estado ruinoso, pero pasé un rato entretenido explorando la zona y descubriendo infinidad de detalles.
A escasa distancia hay un Puente que data de la época del Imperio Otomano y sortea un río (que estaba completamente seco), conectando el barrio de Al Basta con Ald Park.
5. Souq Al Thulatha: un mercado tradicional situado en un recinto donde hay un montón de tiendas con todo tipo de productos a la venta. Entre los más destacados pude ver muchas variedades de miel (la región de Asir es famosa por este producto); dagas típicas de la zona de Yemen (incluso me crucé con un par de lugareños que lucían una en la cintura y me dejaron probármela); joyas de plata; recipientes de cerámica; ropa (los vestidos de las mujeres de Asir tienen unos bordados muy coloridos); cestos de mimbre… Aunque algún producto no me hizo ninguna gracia, como ver pieles de lobo o zorro. En fin… La mayoría de tiendas están gestionadas por mujeres, pero entré sin problema e hice todas las fotos que quise (sin incluirlas a ellas, por supuesto).
Yo tuve la suerte de visitar el mercado un martes, día en el que hay más ambiente porque acuden vecinos de otros pueblos, que montan sus puestos en una calle anexa y venden dátiles; verduras; especias; hierbas aromáticas; frutos secos; leche… También pasé junto a un puesto de pájaros (desde gallinas a periquitos). Y otro donde unas señoras elaboraban coronas de flores tradicionales. La verdad es que pasé un rato agradable, recibiendo constantes saludos al ser el único turista.
Mientras exploraba el mercado contactó conmigo un chaval saudí que insistió en llevarme a su casa para presentarme a su familia y comer juntos. Pero eso implicaba renunciar al resto de visitas del día y rechacé la oferta con mano izquierda. Ya había experimentado la hospitalidad saudí en numerosas ocasiones (sobre todo en Jubbah).
6. Shamsan Castle: un castillo otomano construido en la cima de una colina. Para llegar tuve que caminar unos 20 minutos cuesta arriba bajo un sol de justicia. Cuando vi una tienda compré galletas y dos zumos para reponer fuerzas (4,5R), y continué. Shamsan Castle tiene forma rectangular y 3 torres de vigilancia. Durante mi visita a Abha el castillo llevaba años en obras y los alrededores eran un caos, con tubos, cables y montones de arena. Eso sí, la colina permite contemplar buenas vistas de la ciudad.
7. Al Nasab: el otro barrio antiguo de Abha, situado junto a un valle cubierto de plantaciones agrícolas. Aunque a diferencia de Al Basta aquí las viviendas tradicionales están mejor conservadas y lucen espectaculares. Una me gustó especialmente, y el dueño me invitó a entrar y me hizo un pequeño recorrido por el interior, donde vi amplias salas y una sensacional terraza. Era un abuelete muy simpático y después nos sentamos a charlar un rato, mientras el sol se ocultaba tras las montañas. Me invitó a dos botellas de agua (estaba sediento); y por si fuera poco me llevó en coche hasta el centro, donde tenía aparcado el mío. Así da gusto…
En general los lugares que visité en Abha fueron bastante normalitos, y si no dispones de mucho tiempo solo te recomiendo Souq Al Thulatha y el barrio de Al Nasab. Mi plan era acabar la jornada disfrutando de la puesta de sol desde Jebel Al Akhdar, una colina conocida como Green Mountain, donde hay un mirador con cafetería y tiendas que ofrece una gran panorámica de Abha. Pero el abuelete había sido tan amable que no me podía largar de allí corriendo, y ya se me hizo tarde. Así que una vez en el coche regresé al hotel.
Solo salí una vez más y fue para comprar la cena en el mismo local de la noche anterior. También repetí menú: Muqalqal de Pollo, pan yemení y una Mirinda. Aunque esta vez lo pedí para llevar porque faltaba poco para la llamada a la oración y así cené sin prisas. Precio: 11R.
CERCA DEL TECHO DE ARABIA SAUDI
La jornada comenzó a las 8h tras una noche de sueño impecable. A continuación desayuné yogurt, galletas y zumo; preparé la mochila pequeña con mis cámaras de fotos; y me subí al coche para recorrer los alrededores de Abha. No pude elegir un día mejor: el cielo estaba completamente despejado y lucía un sol espectacular. Algo bastante inusual en esta zona montañosa donde las nubes acostumbran a tapar las vistas. Y más en pleno invierno.
El primer lugar de interés fue el Asir National Park, que se encuentra a 25km del centro de Abha, en dirección noroeste. Creado en 1987, tiene 4.500km2 y fue el primer parque nacional de Arabia Saudí. Entre otras cosas su importancia radica en que alberga Jabal Soudah, la cima más alta del país, con 2.995m. Para llegar avancé por una carretera en continuo ascenso con varios tramos en obras y tardé algo más de media hora. Una vez en la entrada descubrí que el acceso a los vehículos estaba cerrado. Por suerte un vigilante de seguridad me dijo que podía aparcar allí mismo y explorar la zona a pie sin problema.
Al poco me encontré en medio de un descampado donde estaban los restos del Al Soudah Season, un festival anual similar a los de Hail o Al Ula que se celebra en verano. El lugar parecía un escenario post apocalíptico, con recintos abandonados, carteles rotos y una soledad inquietante. Desde allí visité dos Miradores con unas vistas increíbles de las montañas, cubiertas de bosques de enebro y creando paredes verticales que descienden hasta el fondo del valle. Eso sí, soplaba un fuerte viento y asomarse más de la cuenta era peligroso. Por cierto, desde uno de los Miradores se realizan saltos en Parapente, una actividad muy popular en temporada alta.
Después me adentré en el bosque por un sendero asfaltado, y continué subiendo por las rocas hasta alcanzar la cima de una colina. Allí descubrí un Lagarto Azul tomando el sol (el color era tan vivo que al principio pensé que se trataba de una bolsa de plástico). Además en el cielo planeaban varios cuervos, y la panorámica fue de nuevo épica. Aunque me dio mucha rabia cuando quise hacerme unas fotos con mi GoPro y descubrí que estaba sin batería (algo imposible porque apenas la había utilizado). Al final conseguí alguna acoplando el trípode a mi cámara reflex, pero no fue lo mismo.
En cuanto a Jabal Soudah, la montaña se encuentra en una zona privada ocupada por el enorme Hotel Intercontinental y una casa que pertenece a la familia real saudí, así que está prohibido el acceso (por eso había un vigilante de seguridad). La verdad es que no me importó excesivamente, porque Jabal Soudah parte de una meseta a 2.900m de altitud (igual que los Miradores), y alcanzar su cima hubiera sido un sencillo paseo.
ENTRE MONTONES DE BABUINOS
De regreso en el coche continué hacia el noroeste, pasando junto a varios Miradores con vistas geniales. Todos estaban invadidos por hordas de Babuinos, porque saben que allí es donde se detiene la gente y los saudíes les suelen dar comida para echarse unas risas. Yo intenté hacer algunas fotos, pero cuando veían que les apuntaba con mi cámara reflex salían disparados (pensarían que era algún tipo de arma). Así que tuve que cambiar de estrategia: me quedé dentro del coche; cogí un paquete de galletas; y se las fui lanzando por la ventana mientras fotografiaba con mi móvil. Esto no les asustaba y pronto me vi rodeado de un numeroso grupo de Babuinos (algunos se subían al vehículo).
La verdad es que estuve un buen rato contemplando a estos seres mientras jugueteaban, se peleaban o bostezaban con aire de aburrimiento (enseñando unos afilados colmillos). Los machos son espectaculares y lucen un largo pelaje de color gris. Tienen prioridad a la hora de comer, mientras que las hembras guardan las distancias con sus crías (uno se plantó junto al coche y no dejó ni una galleta para el resto). Por la zona había empleados de origen indio o bengalí recogiendo basura, pero con resultados muy cuestionables, porque los Miradores parecían vertederos, con plásticos y cartones por todas partes. Uno de los operarios me pidió agua y le di media botella grande, que engulló en cuestión de segundos. No me pareció que sus condiciones laborales sean las mejores…
Tras el show de los Babuinos me dirigí hacia la siguiente atracción turística: el pueblo de Rijal Alma, situado a 30km. Y para ello tuve que bajar hasta el fondo del valle, sorteando un desnivel de casi 2mil metros. Fue una auténtica odisea. Creo que nunca me había tenido que enfrentar al volante a un trayecto tan peligroso. La carretera es muy estrecha, con un carril por sentido, curvas exageradas y tramos sin protección que garantizan una caída mortal. Además la pendiente es durísima, y tenía que pisar el pedal del freno todo el rato, con el riesgo de provocar algún fallo mecánico. Por si fuera poco, el tráfico de vehículos era constante, y muchos invadían mi carril para tomar mejor las curvas. Cada giro era agónico, mientras avanzaba poco a poco intentando tener controlada la situación. Menos mal que alcancé el valle sin incidentes…
Nota: hay un telecabina que realiza este recorrido, pero solo funciona en verano (entre las 13h y las 18h aproximadamente); no llega hasta Rijal Alma; y cuesta 80R. El viaje dura unos 20 minutos.
EXPLORANDO RIJAL ALMA
El resto del trayecto fue muy agradable. Pude ver varias poblaciones con antiguas torres de vigilancia que creaban imágenes de postal, con las montañas de fondo. Y me detuve en un par de ocasiones a disfrutar de las vistas. La única nota discordante la puso un saudí que en una rotonda se me abalanzó a toda velocidad sin respetar mi prioridad y me obligó a frenar en seco. Le dije de todo en español (el hombre alucinaba) y me fui de allí pegando gritos. Estos saudíes al volante son lo peor… Al final, tras una hora en ruta, llegué a Rijal Alma, donde hacía un calor horrible (se notaba que ya no estaba en las alturas).
Este pueblo fue fundado en el siglo VIII y pronto destacó como una importante parada de las caravanas comerciales que conectaban Yemen con el resto de la Península de Arabia y los puertos del Mar Rojo; y de los peregrinos que se dirigían a la Meca. Las tribus de Rijal Alma eran famosas por su fiereza, hasta el punto de conseguir derrotar a las tropas del Imperio Otomano en 1825 y obligar al Sultán a aceptar la independencia de la región de Asir. Con el tiempo Rijal Alma perdió relevancia, y sus habitantes se trasladaron a casas modernas, mientras las viviendas tradicionales se desmoronaban poco a poco. Hasta que en 1985 una iniciativa local restauró el centro histórico del pueblo, que actualmente luce en todo su esplendor, y es una de las atracciones turísticas más conocidas de Arabia Saudí.
Tras aparcar el coche caminé hasta el casco antiguo de Rijal Alma y allí me recibió una panorámica impresionante. Ante mí se levantaba un conjunto de edificios fortificados construidos en piedra marrón, algunos con 6 pisos de altura, apiñados siguiendo la ladera de una montaña. Las ventanas de madera están pintadas de vivos colores (naranja, amarillo, verde…), y decoradas con pequeñas piedras de mármol blanco. Y la luz era perfecta para la fotografía. La imagen me dejó sin palabras. Al ser un lugar muy popular esperaba encontrarme docenas de turistas, pero para nada. De vez en cuando aparecía alguna familia saudí (que me venía genial para incluir en mis fotos) y pude recorrer Rijal Alma con total tranquilidad, disfrutando de una atmósfera única.
Antes de comenzar la visita entré en la tienda de souvenirs y compré una chocolatina y un zumo de naranja que me devolvió la vida (6R). Por cierto, me sorprendió mucho que la dependienta (envuelta en abaya y con el rostro tapado por un niqab) se pusiera a charlar conmigo en un inglés más que aceptable y me hiciera varias preguntas. Hacía mucho tiempo que no hablaba con una mujer en Arabia Saudí…
En uno de los edificios fortificados hay un Museo Etnológico y fue el primer lugar al que me dirigí. No tanto por su contenido si no por ver cómo es el interior de una vivienda tradicional. De repente me vi rodeado de un festival de colores, con paredes pintadas con frescos, escaleras verdes y elaboradas puertas de madera. La entrada me costó 20R pero mereció la pena. Entre los objetos expuestos en las diferentes plantas hay armas antiguas, libros, ropa, joyas y utensilios de todo tipo. No muy lejos hay un segundo Museo (incluido en el precio) donde contemplé muebles tradicionales, tinajas, y unos frescos muy bien conservados. Eso sí, dentro me asaltó un ejército de voraces mosquitos que no me dejaban ni respirar.
A continuación fui ganando altura mientras examinaba los diferentes edificios, con mi cámara de fotos echando humo. Y es que había detalles interesantes en cada rincón. La única pega: que esta parte de Rijal Alma está deshabitada, al igual que ocurre en Dhee Ayn. Pero aun así es un lugar de visita obligada. De camino me crucé con unas niñas muy graciosas vestidas con ropa tradicional; y un chaval con el que charlé unos minutos. Mientras, un grupo de críos aprovechaba la plaza frente al casco antiguo para jugar a fútbol, añadiendo algo de ambiente.
Al otro lado de la carretera hay un montón de edificios fortificados sin restaurar. Algunos están habitados, pero otros se encuentran abandonados y permiten horas de exploración, caminando entre montones de escombros, puertas de madera tallada y paredes de vivos colores. Eso sí, con mucho cuidado para no sufrir ningún percance. Yo me hubiera quedado más tiempo, pero ya eran las 17h y no quería volver a Abha de noche, así que subí al coche y me puse en marcha.
REGRESO A ABHA
De nuevo tuve que enfrentarme a la carretera infernal y recuperar los 2mil metros de desnivel hasta la parte superior de las montañas. Yo pensaba que el ascenso sería mucho más sencillo que la bajada, pero no contaba con dos detalles:
*El motor del coche se ahogaba y en algunos puntos no superaba los 20km/h, con el riesgo de quedarse clavado. Yo no paraba de apretar el acelerador, pero me temí lo peor.
*Al entrar en algunas curvas cerradas me encontraba el sol de cara y no veía absolutamente nada, con coches bajando por el carril contrario o siguiéndome a escasa distancia. Hubo dos momentos en los que pensé que me estrellaba, y avancé con el corazón en un puño.
Menos mal que no pasó nada y pude llegar arriba con el coche intacto. Durante el tramo final hasta Abha disfruté de buenas vistas de los bosques de enebro del Asir National Park, iluminados con los últimos rayos de sol; y esquivé a varios Babuinos que cruzaban la carretera de forma suicida. Una vez en Abha ya era de noche y me costó mucho seguir la ruta correcta, presionado por montones de vehículos. Así que me quité un gran peso de encima cuando aparqué el coche cerca de mi hotel y finalicé el recorrido.
Cuando encuentro un local de comidas que me gusta no me importa repetir hasta el infinito, por tanto para cenar acudí de nuevo al mismo sitio. Esta vez decidí probar el Muqalqal de Hígado, siguiendo los consejos del encargado. Y me encantó, acompañado de pan, una ensalada de tomate y cebolla, Mirinda y dos botellas de agua fría (estaba deshidratado). Todo por 15R. Así acabó una jornada realmente intensa.
CONCLUSION
La región de Asir demuestra que Arabia Saudí no es ni mucho menos una monótona extensión de dunas de arena y palmeras. Aquí encontrarás montañas que superan los 2.000m de altura cubiertas de bosques de enebros. Y podrás probar especialidades de la gastronomía yemení. Te recomiendo al menos un par de días para explorar la zona, alojado en algún hotel de la ciudad de Abha. Aunque dos jornadas más te permitirán visitar otras poblaciones que no conocí, como Habala (colgada en las montañas y accesible en teleférico); Khamis Mushayt (donde cada jueves tiene lugar un mercado tradicional); o Dhahran Al Janub (con espectaculares edificios fortificados hechos de barro).
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales