Una tranquila aldea rodeada de extensos bosques de nogales y bonitas cascadas, y un maratoniano viaje de regreso a Bishkek en taxi compartido
Arslanbob es un pueblo situado a 1.500m de altura, en un profundo valle que acaba de forma abrupta en los Montes Babash Ata, con sus afiladas cumbres cubiertas de nieve. A escasa distancia se encuentra uno de los bosques de nogales más extensos del mundo, que fue plantado hace mil años y constituye la principal fuente de ingresos de la zona. En verano Arslanbob permite escapar de las elevadas temperaturas de Osh y el Valle de Fergana. Y a principios de otoño el bosque se convierte en una fiesta, con centenares de vecinos (de origen uzbeko) participando en la recolección de nueces.
Las principales atracciones turísticas de Arslanbob son sus dos Cascadas, conocidas popularmente como Pequeña y Grande; el mirador Panorama, con las mejores vistas del valle; y numerosos senderos que recorren el bosque de nogales. Aunque también merece la pena pasear por el pueblo y disfrutar de su atmósfera tradicional.
VIAJE: OSH – ARSLANBOB
Esta ruta se alarga hasta los 170km porque hay que dar un importante rodeo para evitar el extremo oriental del territorio de Uzbekistán. El viaje comenzó desalojando el dormitorio del Capsule Hotel tras una noche sin ruidos en la que dormí del tirón (parece que mis quejas al encargado surtieron efecto). A continuación busqué un taxi para llegar a la Terminal Nueva de Osh, situada 5km al norte. El primer conductor me pedía 150S pero me pareció excesivo y seguí caminando. No me faltaba razón porque el siguiente me dejó en la puerta por 100S.
Cada día hay una marshrutka (nº598) que cubre la ruta entre Osh y Arslanbob. Sale a las 14h, el trayecto dura 4,5 horas, y cuesta 200S. Como no estaba completamente seguro (el encargado del Capsule Hotel me decía que no había marshrutka) llegué a la Terminal con mucha antelación y me tocó esperar 3 horas. Primero entré en una cafetería y me senté a tomar un té con un Pirozhki (masa frita rellena) (30S); después conocí al simpático conductor de la marshrutka y charlamos un rato; a continuación estuve escribiendo; y antes de subir al vehículo me compré un helado de limón, un zumo de manzana y dos plátanos (125S).
Yo ocupé un asiento de la fila individual; guardé la mochila grande en el maletero trasero; y a la hora prevista nos pusimos en marcha. El trayecto fue entretenido. Atravesamos Uzgen, una antigua ciudad del Kanato Karakhanida que conserva varios edificios históricos, como un minarete de ladrillo del siglo XI (lo vi desde la ventana) y un complejo de mausoleos. Después bordeamos Jalal-Abad, de nulo interés turístico; y cruzamos varios ríos de grandes dimensiones, aunque bajaban con un caudal escaso.
En la Terminal de Bazar-Korgon nos detuvimos unos minutos para estirar las piernas (yo aproveché para comprar un zumo de naranja y dos Pirozhki) (50S). Y continuamos hacia el norte por una carretera en mal estado siguiendo el curso del río Kara Unkyur, con un paisaje cada vez más verde y boscoso. La parte final fue una subida interminable por una pista de tierra, parando en varias ocasiones para que entraran y salieran pasajeros; y circulando entre enormes rebaños de ovejas y vacas guiados por pastores a caballo con Kalpak (el gorro tradicional kirguiso).
Al principio viajé muy cómodo, pero poco a poco las condiciones empeoraron: hacía un calor horrible (y encima una pasajera cerró la ventana por la que entraba algo de aire); los dos hijos de una pareja iban llorando por turnos sin motivo aparente (vaya paciencia los padres); y al final la marshrutka se llenó de gente, con una señora pegada a mí poniéndome en la cara la bolsa de la compra. Como de costumbre era el único turista, rodeado de mujeres con vestidos de vivos colores y pañuelos en la cabeza; niñas de rostro oriental; y abueletes de largas barbas. Ya en la Terminal de Arslanbob caminé unos minutos hasta el lugar donde había previsto pasar la noche.
Nota: la alternativa a la marshrutka que viaja directa a Arslanbob es coger 3 marshrutkas distintas con paradas en Jalal-Abad, Bazar-Korgon y Arslanbob, un circuito que seguramente ocupa la mayor parte del día.
ALOJAMIENTO: GUEST HOUSE SKY TOPCHAN – 850S/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; buena limpieza; ubicación genial, a escasa distancia del centro del pueblo y con una terraza que ofrece vistas espectaculares del valle; tranquilidad total por la noche; familia propietaria muy atenta; té y galletas de cortesía; servicio de comidas (aunque las porciones son escasas); desayuno incluido.
*Puntos en contra: baño compartido (Booking indicaba que era privado) y sin espejo (me tuve que afeitar en una pica del patio); faltaba un cristal de la ventana por el que se colaban insectos (además en invierno tiene que hacer frío); sin wifi; habitación sin llave; precio.
El día anterior comprobé que en Booking había varias opciones de alojamiento, aunque la mayoría eran bastante caras (alrededor de 1.300S). Habría podido acercarme al CBT (Community Based Tourism) de Arslanbob, que gestiona diferentes casas privadas con habitaciones a precios económicos, pero sabía que iba a llegar tarde y no tenía ganas de complicarme la vida (eso sin contar que al ser temporada baja la oficina probablemente estaría cerrada). Así que al final decidí reservar 2 noches en Sky Topchan.
Las vistas de la guest house tienen una contrapartida, y es que para llegar a la entrada hay que superar una dura subida que me dejó sin respiración. Allí me recibió una señora que me condujo a una habitación diferente a la que había reservado. Y eso que estaba libre, pero no dije nada porque me pareció más tranquila (la otra se encontraba junto al baño compartido). Pronto comprobé que las instalaciones de Sky Topchan son realmente básicas, y esto es algo que no me importa siempre y cuando el precio lo refleje. La verdad es que 850S me parece excesivo teniendo en cuenta mi experiencia previa en Kirguistán y que se trata de un pueblo remoto.
Una vez instalado me acerqué a la magnífica terraza y estuve haciendo fotos del Valle de Arslanbob, con un mar de vegetación salpicado de casas y pináculos de roca en la distancia. También charlé como buenamente pude con una mujer que se alojaba en la guesthouse junto a su marido y sus dos hijas.
A eso de las 20h me quedé solo y vino un miembro de la familia con la cena. Parecía un menú infantil, con una pequeña Ensalada; 3 mini-shashlik; y té con miel. Menos mal que en la mesa había media sandía y, tras quitarle un montón de pequeños insectos, me comí dos trozos de buen tamaño para complementar. Precio: 225S. Mientras, se hizo de noche, el cielo se cubrió de nubes oscuras y en la distancia los relámpagos iluminaban el valle.
Después de cenar regresé a la habitación y me dediqué a leer y escribir, preparando las próximas jornadas. Aunque no aguanté mucho porque me empecé a encontrar mal, con fiebre y dolor muscular, y opté por dormir.
UN PASEO POR ARSLANBOB
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable. Eso sí, hizo bastante frío y me tuve que tapar con el edredón, todo un cambio en comparación con el calor infernal de Osh. Una vez en pie me dirigí a la terraza, pero a pesar de ser la hora acordada no había ni rastro del desayuno y me tocó esperar casi media hora hasta que la señora me lo trajo. Encima el menú se redujo a una tortilla francesa, pan con mermelada, galletas y té. Por suerte las increíbles vistas del valle compensaron la falta de comida.
Después de desayunar preparé la mochila pequeña y comencé a visitar los diferentes lugares de interés de la zona. Hacía un tiempo desapacible, con el cielo cubierto de nubes grises y finas gotas de lluvia; y todavía no me había recuperado completamente de mis problemas físicos. Pero eso no impidió que me lanzara a explorar. Esto fue lo más destacado de mi recorrido:
1. Pueblo: Arslanbob no es una localidad bonita, con calles polvorientas y modernas casas de cemento. Aunque tiene dos atractivos: su ubicación espectacular, rodeada de paredes de roca de color naranja; y su ambiente auténtico, alejado de los circuitos turísticos (si es que hay alguno en Kirguistán). Yo curioseé por el bazar entre puestos de miel, dulces, frutos secos y especias; vi a un panadero elaborando pan en un horno de leña; y caminé entre montones de lugareños que me miraban con caras de curiosidad.
2. Cascada Pequeña: está 2km al norte y se accede por una pista asfaltada donde hay montones de puestos que venden dulces, artesanía y todo tipo de recuerdos. De hecho la mayoría de lugareños realizan el trayecto en unos 4×4 estilo safari que se reúnen en la plaza central del pueblo, junto a las marshrutkas y taxis compartidos. Yo en cambio hice caso a maps.me y llegué a pie por un sendero más corto que avanza por el bosque siguiendo la orilla derecha del río. No había señales y tuve que saltar dos vallas de alambre, además de esquivar a un burro excesivamente pesado. Pero a cambio me ahorré el precio de la entrada a la Cascada (desconozco el importe, aunque seguro que era ridículo).
En el recinto hay un mirador que ofrece una buena panorámica de la Cascada y los alrededores. Tiene un bar anexo y durante mi visita sonaba música a todo volumen. Además un grupo de turistas rusos de ropa estrafalaria había invadido el lugar, así que me marché al cabo de unos minutos. A continuación bajé a la base de la Cascada por unas resbaladizas escaleras metálicas mojadas de agua; y alcancé el lado opuesto del valle cruzándome con más visitantes de los que había previsto.
3. Bosque de Nogales: desde la Cascada gané altura sin parar por una pista de tierra. De camino crucé un río por un precario puente de madera; contemplé prados cubiertos de coloridas flores (la imagen era genial con las montañas nevadas de fondo); y saludé a una familia que araba el campo. Hasta que me adentré en el famoso bosque de nogales de Arslanbob. El lugar está bastante domesticado, con amplias pistas y parcelas delimitadas por vallas, pero algunos árboles son imponentes. De camino me crucé con una señora cortando leña, una actividad que no sé hasta qué punto está permitida.
4. Panorama: tras un buen rato caminando alcancé el punto más alto de la zona, conocido como Panorama, donde hay un merendero con pérgolas, bancos y columpios. Dos críos me hicieron pagar 10S por acceder (hay una puerta con una cadena) y vi bastantes familias y grupos de amigos pasando el rato. Tres lugareños estaban preparando shashlik y me invitaron a comer, pero no me encontraba bien y tras un rato de conversación me despedí con educación. En este lugar los árboles tapan las vistas, así que para obtener buenas fotos del valle hay que bajar un poco hasta una zona más despejada.
El bosque de nogales se extiende hacia el este y es posible recorrer rutas de varios kilómetros, como la que acaba en Kyzyl Unkyur, una población situada en un valle cercano. Me hubiera gustado continuar, pero después toca regresar a Arslanbob en taxi privado (caro) o autoestop (no pasan muchos vehículos), así que lo dejé correr.
5. Cascada Grande: mi idea inicial era acabar la jornada visitando este lugar pero cada vez me encontraba peor, con mareos y fatiga muscular. Apenas podía andar con normalidad. Además la Cascada Grande está ubicada 6km al norte de la Pequeña (más otros 6km de vuelta), con un tramo final donde hay que cruzar una zona de enormes pedruscos; y el calor era insoportable. Así que decidí regresar a Arslanbob, que tampoco fue una tarea sencilla.
COMIDA: CAFE ARSLANBOB
Arslanbob está atravesado por un río con un puente donde se concentran varios locales de comida. Yo elegí uno al azar y ocupé una mesa del comedor rodeado de lugareños que charlaban sentados en divanes. A continuación pedí un Shashlik y dos deliciosas Somsas que un chaval preparaba al momento en un horno de barro (tandoor) situado junto a la entrada. Para beber cayó un té, y todo me costó 250S. Un par de locales tienen terrazas con vistas al río y ofrecen platos más elaborados, como plov, manti o laghman. Esto ya dependerá de los gustos de cada uno.
Tras llenar el estómago me encerré en mi habitación y dediqué el resto de la tarde a descansar. Menos mal que no fui a la Cascada Grande, porque en el exterior comenzó a soplar un fuerte viento y cayó una tormenta que me hubiera puesto en apuros. Por la noche repetí cena en la terraza de la guesthouse y fue una nueva decepción. Esta vez tocó Kuurdak y la ración era correcta, pero con unas patatas aceitosas y la carne dura como una piedra. Entre esto y que no tenía hambre sobró casi todo el plato. Para acompañar me trajeron una Ensalada de tomate y pepino y té. Precio: 225S.
Ya en la habitación tenía infinidad de temas que organizar pero me encontraba sin fuerzas, así que me tomé un ibuprofeno y me metí en la cama a dormir.
Nota: en ese momento pensaba que se trataba de un simple resfriado por el cambio de temperatura entre Osh y Arslanbob, pero en realidad me había contagiado de coronavirus.
VIAJE: ARSLANBOB – BISHKEK
La jornada comenzó de forma brusca a las 6h de la mañana con un concierto de gritos, golpes y ruidos cortesía de la familia propietaria, incluido un coche con el motor en marcha durante un buen rato. Además por la noche me desperté en varias ocasiones con temblores y pesadillas; y por delante tenía un viaje maratoniano. Pero bueno, antes de la hora acordada la señora llamó a la puerta para decirme que el desayuno estaba listo y fui a la terraza. El menú era todavía más espartano que el día anterior, sin galletas y con dos huevos duros en lugar de la tortilla francesa. Después preparé las mochilas, desalojé la habitación, me despedí de la mujer y caminé hasta el centro de Arslanbob.
Para regresar a Bishkek podría haber viajado en marshrutka (la nº598) hasta Osh y desde allí volar directamente a la capital. Pero sentía curiosidad por saber cómo era realmente el desplazamiento por tierra y me embarqué en la aventura. A veces hay taxis compartidos que cubren la ruta entre Arslanbob y Bishkek, aunque el día anterior el hijo de la dueña de mi guesthouse llamó por teléfono a un par de taxistas y le dijeron que no había salidas previstas, así que necesité 2 etapas:
1. Marshrutka a Bazar Korgon: cuando llegué a la parada era el primer pasajero y ocupé un asiento de la fila individual, pero al cabo de unos minutos nos pusimos en marcha. El trayecto duró hora y media y de camino paramos en innumerables ocasiones para que subieran y bajaran lugareños. A mi alrededor había mujeres con vestidos de vivos colores; y desde mi ventana disfruté de un bonito paisaje, con el río y las montañas de fondo. Precio: 60S.
2. Taxi Compartido hasta Bishkek: en la Terminal de Bazar Korgon un par de intermediarios se me acoplaron para llevarme al punto donde aparcan los taxis compartidos. Allí un conductor me dijo el precio y me pareció algo caro, pero parecía un buen hombre y me fié de él. El billete en una furgoneta para 6 pasajeros costaba 1.200S, aunque yo preferí un coche de 4 pasajeros pagando 1.500S con la idea de salir antes. No sé si mi táctica funcionó, pero tras media hora de espera comenzamos la ruta. Yo viajé en la parte trasera junto a una abuela muy amable con varios dientes de oro; un hombre ocupó el asiento del copiloto; y el tercer pasajero fue sustituido por un maletero lleno de material de construcción.
El recorrido duró nada menos que 10,5 horas y fue un auténtico festival de curvas con vertiginosas pendientes, sorteando dos puertos de montaña que superan los 3mil metros de altura. A esto hay que añadirle el estado lamentable del taxi. El motor se calentaba constantemente y el conductor tuvo que parar dos veces: una para echarle agua con una botella que llenaba de un río cercano; y otra para desmontar el motor con la ayuda de un camionero. Por si fuera poco cruzamos varios túneles que atraviesan las montañas y en uno se había quedado un camión averiado, cortando un carril y provocando una situación caótica. También hicimos un alto en un local para comer algo. Allí nos sentamos los cuatro en un diván y pedí un par de shahslik con té que tardaron una eternidad en llegar (350S).
De camino pude contemplar un paisaje épico. Primero avanzamos en paralelo al río Naryn, con aguas de color turquesa y montañas peladas; y más tarde pasamos junto al enorme embalse de Toktogul. Si hubiera viajado en mi coche habría hecho docenas de fotos. Se notaba que ya se acercaba el verano, porque vi numerosos campamentos de yurtas; y puestos junto a la carretera que vendían Kurut, botellas de Kumis (leche de yegua fermentada) y tarros de miel. También nos encontramos con varios rebaños de ovejas y caballos que bloqueaban el paso.
Eso sí, mi estado de salud no había mejorado nada y tenía el cuerpo dolorido, además de algún ataque de tos esporádico (cuando al final descubrí que era coronavirus me sentí fatal por haber pasado tanto tiempo en un espacio cerrado con esos pobres lugareños). El día amaneció soleado, pero poco a poco el cielo se cubrió de nubes y al final llovió bastante.
Una vez en la Terminal de Bishkek pagué al taxista 100S más para que me llevara a la puerta del Seven Hotel, porque estaba a 6km, ya era de noche y así me evitaba pedir otro vehículo a través de Yandex. Cuando por fin me pude estirar en la cama de mi habitación respiré aliviado. Había sido un trayecto realmente duro que no lo volvería a repetir ni loco. Y menos aun teniendo en cuenta los precios asequibles de viajar en avión.
CONCLUSION
Antes de llegar a Arslanbob había leído maravillosos relatos sobre esta población, y aunque visité algún sitio interesante el lugar palidece en comparación con otros rincones remotos de Kirguistán como Tash Rabat o Jyrgalan, que sí considero imprescindibles. Imagino que tampoco ayudó enfermar de coronavirus y encontrarme en un estado de salud lamentable. El caso es que solo te recomiendo Arslanbob si tienes mucho tiempo disponible, o si viajas por tierra entre Osh y Bishkek y te apetece hacer un alto (en mi caso se dieron ambas circunstancias). Un día es más que suficiente para conocer las principales atracciones.
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