Hipopótamos y cocodrilos, un accidentado safari, y cervezas junto a un grupo de lugareños hasta altas horas de la madrugada
Arba Minch, situada a 1.300m de altura, cuenta con una ubicación espectacular, en un punto elevado con vistas al Valle del Rift, rodeada de montañas y bosques. Su nombre significa literalmente «40 Manantiales» en Amhárico, por la abundancia de estos en sus afueras. Arba Minch se divide en dos asentamientos: Sikela, donde está la estación de autobuses; y Shecha, donde están la mayoría de hoteles. Quizás por esta división no da la sensación de estar en una gran ciudad, y es un lugar totalmente opuesto a la gris Shashemene.
En Arba Minch abundan los lugares de interés, destacando el Nechisar National Park, las excursiones en barca por el Lago Chamo, o los pintorescos poblados de la etnia Dorze. Pero en mi caso además tuve la suerte de conocer bastante gente con la que compartí grandes momentos (y alguno no tan agradable).
VIAJE: SHASHEMENE – ARBA MINCH
Cuando me desperté a las 5h en mi hotel de Shashemene sabía que tenía por delante una dura jornada de desplazamientos hasta el siguiente lugar de interés. Pero no me esperaba un comienzo tan estresante. Mientras me vestía llamaron a la puerta, y era el encargado del hotel, que venía a avisarme de que ya eran… ¡las 6h! ¡Pero si mi reloj tan solo marcaba las 5,15h! Pues por lo visto durante el día anterior se me atrasó sin darme cuenta. El caso es que preparé mi mochila a toda prisa, y salí corriendo hacia la estación de autobuses, ya con las primeras luces del día, olvidando el peligro de caminar solo a esas horas por una población nada amigable.
Por suerte, nada más llegar a la estación, encontré un autobús con asientos libres que estaba a punto de partir hacia mi destino. Así que subí y pude respirar tranquilo. Aunque una vez arrancó, me encontré que el viaje fue de todo menos plácido:
1. La distancia a recorrer hasta Arba Minch era de algo más de 250km, continuando por el Valle del Rift en dirección sur. En vehículo privado hubiera tardado 3,5 horas, pero al final me tiré más de 6 horas en ruta. Y es que todo jugaba en mi contra: el autobús estaba hecho polvo, y a la que el terreno se ponía cuesta arriba, no pasaba de 10km/h; el estado de la carretera era lamentable, con numerosos agujeros y zonas sin asfaltar; continuas paradas para dejar o recoger pasajeros; rebaños de vacas invadiendo la calzada…
2. De camino subió una mujer con su bebé, y me sorprendió que nadie le dejara sitio para sentarse, e incluso la miraran con mala cara. Así que decidí ser educado, y le ofrecí espacio junto a mí. Pronto entendí los motivos… En Etiopía los pañales son un artículo de lujo. Y al cabo de media hora la criatura se pegó una cagada espectacular sobre la madre. El olor era horrible. La mujer se limpió como pudo con una servilleta de papel. Pero le quedó todo el vestido manchado, y por el suelo quedaron trozos sin recoger. Por si fuera poco, cuando abrí una ventana para que entrara aire fresco, en cuestión de segundos ya tenía un pasajero dándome golpecitos en la espalda para que la cerrara. Menudo viaje…
3. Otro error por mi parte fue no aprovechar la parada que hicimos para comer. Tenía miedo de dejar mi mochila desatendida en el autobús. Pero cuando bajó todo el mundo comprobé que el conductor cerraba las puertas. Así que me tocó contemplar desde la ventana como mis compañeros de viaje se ponían hasta arriba de plátanos. Mientras yo me tuve que conformar con comprarle a un vendedor ambulante un paquete de Chips (una especie de masa de churro frita, muy dura, pero de sabor aceptable) y una Pepsi.
Durante el trayecto pasamos junto a poblados con casas tradicionales, de forma circular, con muros de adobe y techo de paja; críos jugando; lugareños que saludaban; mujeres cargando fardos de leña; plantaciones de banana; ganado (impresionaban los Cebús, con su chepa y enormes cuernos); pájaros de colores; un mono…
Una vez en la terminal de autobuses de Arba Minch, todavía me faltaba un trecho para llegar al hotel que había elegido. Estaba ubicado en Shecha, a unos 4km de distancia por una carretera cuesta arriba. Así que me tocó buscarme la vida.
Para empezar, caminé un rato sin saber cuál era la dirección correcta, solo para alejarme de la estación y evitar a los numerosos pelmazos que se abalanzaban sobre los recién llegados. Cuando me conseguí situar, intenté parar alguna furgoneta, pero ninguna me hacía caso. Por fin, al cabo de unos minutos paró una y me pude subir, junto a dos soldados armados con ametralladoras y un montón de caras llenas de curiosidad. La furgoneta me dejó a medio camino, y allí me tuve que cambiar a otra para intentar llegar a Shecha.
Pero esta segunda furgoneta también se detuvo antes de llegar, y el conductor dio por finalizado el recorrido, ante mi cara de resignación. Me tocaba acabar el trayecto a pie… Hasta que una pasajera se encaró con el conductor, y le recriminó su actitud. ¡Menuda bronca le cayó! Así que el chaval me hizo volver al vehículo a regañadientes, condujo durante un par de minutos hasta el centro de Shecha, y la mujer me acompañó caminando hasta la puerta del hotel, mientras murmuraba palabras ininteligibles. La verdad es que estas experiencias compensan cualquier esfuerzo. Un diez por la señora…
ALOJAMIENTO: ARBA MINCH HOTEL – 40B/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble con mosquitera; lavabo privado; ubicación tranquila, alejada de la carretera principal; encargado de la recepción muy simpático (Getre); precio.
*Puntos en contra: ducha con muy poca potencia y agua fría; el váter era un agujero en el suelo.
Una vez instalado, yo ya tenía mis planes para el resto del día. Pero cuando le dije a Getre que era español, me dijo que había otro huésped en el hotel de mi misma nacionalidad, y corrió a avisarle. Y al poco estábamos de charla, tomando una Coke. Se llamaba Álvaro, pasados los 50, habitante de un remoto pueblo de Asturias, y por lo que contaba había viajado bastante. La verdad es que me cayó muy bien: estuvimos compartiendo información sobre nuestros planes en Etiopía, y me propuso recorrer juntos el Valle del Omo durante 7 días. Pero él partía al día siguiente temprano, y yo tenía cosas que hacer en Arba Minch, así que rechacé la oferta. Aunque me hubiera encantado.
UN PASEO POR EL PUEBLO
Mientras continuábamos hablando, Álvaro y yo decidimos salir a dar una vuelta. Y fuimos hasta el Bekele Mola Hotel, ubicado a 1,5km, siguiendo una pista sin asfaltar. De camino, grupos de chavales que salían del colegio, con uniformes de vivos colores; alguna chica cargando fardos de leña; y montañas de fondo.
Las vistas desde el Bekele Mola eran increíbles. Su situación es privilegiada, en lo alto de un acantilado, con una terraza desde la que pude contemplar el Valle del Rift; los lagos Chamo y Abaya, separados por un estrecho tramo rocoso conocido como Egzer Dilday (“Puente de Dios”); y bosques frondosos. Se respiraba una atmósfera de paz y tranquilidad absoluta. No era una mala opción alojarse en este hotel, pero la noche salía a 170B.
De regreso al Arba Minch Hotel, una pareja nos escuchó hablando español, y se nos acercó. Eran Francis y Concha, de Madrid. Y tras intercambiar unos comentarios, acabamos los cuatro sentados en la terraza del bar del hotel, tomando una Coke. La buena noticia para mí: que la pareja acababa de llegar a Arba Minch, y estaban interesados en visitar los mismos lugares que yo. Así que podría compartir transporte y guía con ellos, y ahorrarme bastante dinero. La mala… Bueno, la descubriría más adelante…
CENA: LEMLEM
En fin, con tanta charla yo necesitaba ingerir algo sólido, porque ya eran las 20h y me moría de hambre. Francis y Concha regresaron al Bekele Mola, donde se alojaban; y Álvaro y yo nos fuimos a cenar a un restaurante cercano. Con nosotros vino también Bingo, el chaval que le había hecho de guía durante su visita a Arba Minch, y que hablaba un inglés más que aceptable.
Después de varios días a base de pasta, hoy por fin decidí dar el salto, y pedí el plato típico de Etiopía por excelencia: la Injera. Tras las críticas negativas que había leído, la verdad es que me gustó. Las salsas estaban algo picantes, pero se podía soportar. Además, solo me costó 20B (y eso que Álvaro y yo invitamos a medias a Bingo).
La jornada acabó con una charla en la terraza del hotel, en un ambiente de relax total. Bingo me pareció un chaval muy majo, y nos contó un montón de historias. La situación política del país (el año anterior el ejército había disuelto una manifestación de protesta contra el gobierno y hubo varios muertos); la corrupción policial (alguna vez le habían detenido a él o a sus amigos sin motivo alguno, y les habían tratado a golpe de cinturón)…. Muy interesante…
Pero al final llegó la hora de ir a la habitación a descansar, y me despedí de Álvaro, deseándole buena suerte. La verdad es que de vez en cuando se agradece encontrar gente de tu país durante la ruta y poder compartir experiencias y echar unas risas.
VISITA A UNA GRANJA DE COCODRILOS
Al día siguiente me levanté a las 7h, tras una noche muy tranquila. Una vez en la calle, fui directo a desayunar al Chocolet Pastry, una cafetería local donde me tomé un zumo Espris con dos trozos de pastel deliciosos. Una manera inmejorable de empezar el día. Eso sí, me cobraron precio «faranji». Protesté tímidamente, pero poco más pude hacer.
Tras el desayuno me vinieron a buscar Francis y Concha. Y al poco apareció Bingo, que tras las buenas vibraciones del día anterior (y la recomendación de Álvaro) iba a ser nuestro guía durante la jornada. En un principio, nuestra intención era visitar Nechisar National Park. Pero como lo decidimos bastante tarde el día anterior, no hubo tiempo suficiente para alquilar un 4×4. Así que lo pospusimos para más adelante, y Bingo nos propuso un par de actividades con las que rellenar la jornada.
La primera, visitar una granja de cocodrilos cercana.
1. Para empezar, subimos a una furgoneta, que nos llevó hasta Sikela. Allí alquilamos unas bicicletas, y pedaleamos 7km por una pista de tierra. Durante el trayecto, fui charlando animadamente con Bingo, y nos encontramos con un grupo de Babuinos que emergieron del bosque y cruzaron la pista a la carrera, justo delante de nosotros.
2. Al final llegamos a la granja; pagamos la entrada (20B); y realizamos la visita. Tengo que reconocer que este tipo de lugares no me apasiona. La granja tiene una finalidad exclusivamente comercial, y los cocodrilos se crían por su piel, que una vez extraída se exporta a otros países. Nada de reintroducirlos en la naturaleza o algo parecido. Pero bueno, un chaval nos explicó el funcionamiento. Y acabamos viendo tres patios interiores donde se acumulaban docenas de ejemplares de diversos tamaños. Había algunos enormes, y pude sacar buenas fotos.
Aunque el exterior de la granja impresionaba tanto o más. Había un prado donde pastaba un grupo de caballos enfermos (estaban sucios, tenían llagas…), cuyo triste destino era servir de comida a los cocodrilos. Y a escasos metros, un improvisado matadero, donde cuatro hombres cortaban carne a golpe de machete, con un montón de buitres al acecho volando sobre ellos. Etiopía es un cúmulo de imágenes impactantes…
3. Después, caminamos unos minutos campo a través (tuvimos que pagar 10B entre todos al dueño de las tierras), y llegamos a la orilla del Lago Abaya. Era un rincón muy fotogénico, con un embarcadero de madera; pescadores navegando sobre barcas tradicionales de tamaño minúsculo; aguas de color marrón; bosques rodeándonos… Bingo nos comentó que quizás había suerte y veíamos hipopótamos. Pero de nuevo la hora del día no era la ideal, y no había ni rastro de ellos. Aun así mereció la pena acercarse.
4. De nuevo en la granja, regresamos en bici a Sikela. Y a continuación furgoneta hasta Shecha. Una mañana realmente agradable. Antes de comer, estuvimos un rato con un intermediario que nos presentó Bingo (se llamaba Muna), negociando el precio de la siguiente excursión. Y quedamos en que nos vendría a buscar a una hora concreta.
COMIDA: LEMLEM
Como la cena del día anterior me pareció muy correcta, decidimos volver al mismo restaurante. Allí me quedé a solas con Francis y Concha, pues Bingo se fue a gestionar un par de temas. Y durante ese rato se acabaron de confirmar mis sospechas: era una pareja insoportable. Ella parecía buena persona, pero él… Era un tío maleducado, que trataba a los lugareños con desprecio, mofándose de ellos. Además, no paraba de quejarse por todo (el país, los hoteles, los precios, las turistadas…). Y encima ambos se llevaban fatal, y constantemente surgían roces que les hacían discutir, sin importarles que yo estuviera delante. Vamos, un planazo…
Pero faltaba la guinda del pastel… En principio teníamos tiempo de sobras para comer. Yo pedí de nuevo una Injera, para no complicarme la vida. Pero no contaba con los gustos exquisitos de la pareja. Ellos pidieron pescado al grill: un plato especial que tardó una eternidad. Tanto que a la hora prevista aparecieron Bingo y Muna, y aun no teníamos la comida. Así que tuvieron que esperar un buen rato sentados, con unas caras de impaciencia que no entendería hasta más tarde. Engullimos como pudimos. Y salimos de allí pitando.
EN BARCA POR EL LAGO CHAMO
Muna nos subió a una furgoneta, y con ella fuimos a recoger a 4 turistas más: una pareja de ingleses (que estaban indignadísimos por la espera); y otra de la República Checa. No sabía que íbamos a tener compañía (por eso Muna y Bingo estaban tan inquietos al ver que tardábamos). Pero bueno, no me importó.
Primero recorrimos una pista de 9km hasta un embarcadero a orillas del Lago Chamo. Allí subimos a una barca a motor, y realizamos una excursión de hora y media en busca de fauna. Esto fue lo más destacado:
1. Crocodile Market: tras unos minutos navegando llegamos a esta zona del lago, que hizo honor a su nombre. Había un montón de cocodrilos. Por todas partes. Algunos tomaban el sol, con la boca abierta, y pequeños pájaros limpiándoles los dientes de restos de comida. Eran realmente enormes. Muchos otros nadaban en el lago, con tan solo la cabeza visible. Y a veces se sumergían y desaparecían durante unos segundos. Como para darse un baño en el lago… Según nos comentó Muna, cada cierto tiempo algún pescador pierde la vida al ser atacado por un cocodrilo (algo que no me extrañó tras ver el tamaño ridículo de las barcas tradicionales que utilizaban).
2. Hipopótamos: a la tercera fue la vencida. Yo no albergaba muchas esperanzas, así que fue toda una sorpresa encontrarme con un numeroso grupo de hipos (habría unos 20). Era la primera vez que veía este magnífico animal en libertad, y me quedé sin palabras. Estaban en la parte central del lago, y nos detuvimos un rato para observarlos. Viendo como se movían, respiraban con fuerza, emitían sonidos… Además, había una graciosa cría que provocaba risas cada vez que emergía del agua.
3. Aves: lo más destacable fue ver una enorme concentración de Pelícanos. Aunque también había algún Flamenco Rosa, Garzas…
La verdad es que la excursión estuvo genial. Tan solo había otra barca con turistas, así que la tranquilidad fue total. Hacia el final del recorrido el cielo se llenó de colores curiosos, mezcla del inminente atardecer, y de unos nubarrones negros que avisaban de la proximidad de una tormenta (se escuchaban truenos). Y regresamos a paso ligero a la furgoneta. Precio: 105B por persona (gracias a que compartí el precio de la barca con 6 personas más).
De regreso en Shecha estaba contentísimo, pues me esperaba un día aburrido y acabé encantado. La furgoneta dejó a Francis y Concha en el Bekele Mola Hotel, y yo me bajé con ellos para disfrutar otra vez de las vistas. Cuando oscureció, insistieron en que me sentara con ellos en la terraza exterior del hotel, y me invitaron a una Coke (quizás conscientes de lo que había tenido que aguantar durante la jornada). A nuestro alrededor, constantes relámpagos que iluminaban la noche. Al cabo de un rato, quedamos para el día siguiente, y regresé caminando a mi hotel, ya con las primeras gotas de la tormenta (aunque al final no llovió casi nada).
CENA: LEMLEM
Tras un rato descansando en mi habitación, me vino a buscar Bingo. Y fuimos a cenar junto a Getre y otros dos chavales (había uno muy gracioso que no paraba de enseñarme un colmillo que parecía de cocodrilo). Como los precios eran de risa, pedí Injera y agua para todos. Invité yo, porque Bingo no me había cobrado nada por sus servicios durante el día. Aunque reconozco que este tema me tenía bastante confuso, y no sabía qué esperaba de mí. Un gran error no preguntárselo a Álvaro.
Después de cenar, camino del hotel, un par de lugareñas me llamaron desde un bar para que me acercara. Y como aun era pronto acepté. Obviamente, ellas esperaban otra cosa: pasar la noche conmigo (pasando por caja); o que al menos las invitara a una copa. Pero ni una cosa ni otra. Estuvimos un rato bromeando mientras yo me tomé una cerveza. Y me fui a mi habitación (sin ver malas caras por su parte).
Una vez en la cama, me quedé dormido al momento, mientras escuchaba música local procedente del bar del hotel (sonaba hasta tarde, pero no molestaba para nada).
SAFARI POR NECHISAR NATIONAL PARK
Al día siguiente la jornada comenzó bien temprano. Y en cuestión de minutos ya estaba listo para nuevas aventuras, sin tiempo para desayunar. El objetivo era visitar el Nechisar National Park, muy cerca de Arba Minch. Un parque de 514km2 que fue creado en 1974. Para la excursión era imprescindible alquilar un 4×4, y no salía barato. Aunque por suerte volvía a compartir gastos: con Francis y Concha; y con la pareja de la República Checa de la tarde anterior, que se nos unió de forma inesperada tras el paseo en barca. Muna fue de nuevo el intermediario, y quedamos en que nos conseguiría un vehículo para una jornada completa en el parque por 950B.
Pero las cosas no salieron según lo previsto:
1. Esa misma noche apareció Muna, y nos dijo que solo había encontrado un 4×4 disponible para media jornada. Alegó que tendríamos tiempo suficiente para ver el parque. Pero la sorpresa fue el precio: 800B (en lugar de los lógicos 475B). En fin, no tuvimos mucha opción, y ahora estaban los checos para compartir, así que aceptamos.
2. Por la mañana un conductor pasó por los tres hoteles para recogernos con el 4×4, y pronto nos dimos cuenta de un problema: no había asientos para todos. Un turista podía ir delante; tres más en el asiento trasero (bastante apretados); y el último estaba obligado a viajar en la parte de atrás, que hacía las veces de maletero, sin ventanas, y apretujado contra la rueda de recambio del vehículo. Realmente incómodo. Así que con resignación, los tres chicos decidimos que nos iríamos turnando.
3. Se suponía que nos íbamos a poner en marcha a las 6h. Pero entre los preparativos, y las diferentes pruebas para ver de qué forma cabíamos todos, arrancamos a eso de las 7,30h.
Para llegar a la entrada del parque, recorrimos un par de kilómetros. Pero a partir de allí hubo que avanzar por el Egzer Dilday, la porción de terreno que separa los lagos Abaya y Chamo. Y no fue sencillo. La pista estaba en unas condiciones lamentables, llena de agujeros que nos hacían saltar todo el rato. Menos mal que pudimos bajar del 4×4 en un mirador, desde el que contemplamos unas vistas espectaculares de los lagos, rodeados de espesos bosques.
Después alcanzamos las Nechisar Plains: unas llanuras donde se concentra la mayor parte de la fauna visible en el parque. Aunque yo ya venía avisado, tras mi experiencia en el Abiata-Shala Park. Aquí también son evidentes los efectos del caos posterior a la caída del gobierno comunista, y la fauna escasea. Eso sí, a cambio la atmósfera es salvaje, y lo habitual es disfrutar de Nechisar sin otros turistas.
Durante el recorrido por Nechisar Plains vimos varios grupos de Cebras; Babuinos; Gacelas; y tres hembras de Kudu, que cruzaron la pista a paso tranquilo. Incluso el conductor nos dejó bajar un momento del vehículo para estirar las piernas. Pero con ayuda de unos prismáticos comprobamos que el grueso de animales estaba muy lejos, en la parte central de la llanura, donde no había pista para que pudiera llegar el 4×4. Además, al poco tuvimos que iniciar el regreso a Arba Minch, para cumplir con el horario establecido (a pesar de comenzar más tarde de lo previsto).
UN FINAL ACCIDENTADO
El camino de vuelta fue realmente duro. Principalmente porque durante buena parte del trayecto me tocó viajar en el maletero. Una experiencia para olvidar: postura incómoda; calor asfixiante; zarandeado sin parar por los continuos baches de la ruta; sin poder ver nada… Reconozco que hubo algún momento que me agobié bastante…
Pero bueno, al final llegamos a Arba Minch a las 12h; dejamos a la pareja de checos en su hotel porque tenían prisa; y yo me quedé con Francis y Concha. Estaba seco, así que nos sentamos en la terraza del Chocolet Pastry y me tomé un Espris. La pareja seguía en su linea, quejándose, discutiendo… Aunque al menos ya no tenía que compartir más excursiones con ellos. No nos imaginábamos lo que estaba a punto de ocurrir…
Era evidente que no estábamos contentos con la visita a Nechisar. Y antes de despedirse, los checos decidieron que el precio justo debía ser de 600B, no 800B (por el tiempo perdido y la incomodidad), dándonos su parte. Algo muy cuestionable, porque nos dejaba al resto con el marrón. Quizás pecamos de tontos… El caso es que cuando apareció Muna para cobrar, montó en cólera. Y tenía parte de razón: si no estábamos conformes, teníamos que haber contactado con él antes de ponernos en marcha, no decidir el nuevo precio de forma unilateral. Pero no pudo hablar mucho más. Porque en cuestión de segundos ya tenía a Francis encima, con el puño levantado y gritándole a escasos centímetros. Menudo personaje…
La escena fue para olvidar: estábamos en medio de la calle, rodeados de un montón de lugareños; Muna y Francis enfrentados; y yo haciendo de mediador, intentando separarles y a la vez convencer a Muna. Por suerte, al final el chaval aceptó a regañadientes cobrar 650B, y asunto zanjado. ¡Pero qué momentos de tensión!
EXCURSIÓN A LA ALDEA DE DORZE
Y sin tiempo para pensar en lo que acababa de pasar, me preparé para la segunda excursión del día. Otro lugar que quería visitar en los alrededores de Arba Minch era un poblado llamado Dorze, habitado por el grupo étnico del mismo nombre. Pero estaba a unos 30km de distancia, y llegar en transporte público era muy complicado. Solución: Bingo movió hilos; se enteró que había dos chicas que estaban haciendo en 4×4 un recorrido guiado; habló con el conductor; y me permitieron unirme a ellas para la visita a Dorze. ¡Totalmente gratis! Este Bingo fue todo un hallazgo…
La gracia es que las chicas estaban entre los lugareños que contemplaban la pelea entre Francis y Muna, con caras de horror. De hecho, ni se cómo me dejaron subir a su vehículo. Aunque pronto se relajó el ambiente, porque ¡eran de Barcelona! Qué sorpresa. Y su conductor/guía era un etíope que durante el gobierno comunista había viajado a Cuba para estudiar, y hablaba un español perfecto. La situación era realmente cómica.
El trayecto a Dorze duró una hora, y viajé cómodamente en el asiento trasero del flamante 4×4, con aire acondicionado. Nada que ver con el vehículo de la mañana. Mientras, las chicas me explicaron el motivo de su visita. Una de ellas había adoptado hacía años una niña etíope. Y ahora estaba allí con una amiga para recorrer su país de origen, y llevarle fotos y recuerdos. Fue un momento bastante emotivo, y la chica casi se pone a llorar durante el relato. De camino, había bastantes niños que al vernos se ponían a bailar pegando saltos, en espera de dinero o caramelos.
Una vez en Dorze, el guía nos estuvo enseñando el pueblo, rodeado de una vegetación exuberante. El rasgo más característico de los Dorze son sus viviendas, que construyen con tejados en forma de cúpula que pueden alcanzar los 6 metros de altura. Los fabrican con cañas de bambú y hojas de Enset (conocida como «falsa banana», por su parecido con esa planta), y requiere de una técnica muy cuidadosa. Pudimos entrar en una casa y curiosear. Además, los Dorze destacan por su arte elaborando tejidos de algodón, y había varias señoras manos a la obra.
Fue una visita interesante, pero no me gustó nada el ambiente turístico que se respiraba. Al llegar nos encontramos con 5 vehículos de turistas holandeses que invadían el pueblo. Las mujeres que tejían no paraban de ofrecer sus productos. Y para rematar, un grupo de niños nos ofreció un baile «tradicional» más que dudoso. Además, en la zona había más lugares que podíamos haber explorado, como la población de Chencha; o la Toro Waterfall. Pero como yo iba de acoplado, no dije nada, y regresamos a Arba Minch. Allí di un breve paseo charlando con las chicas, y nos despedimos.
CENA: SOMA HOTEL
En el centro me reencontré con Bingo, Getre y otro chaval. A esas alturas estaba que me moría de hambre, así que fuimos directos a cenar. Esta vez cambiamos de restaurante, y nos sentamos en el comedor interior del restaurante del Soma Hotel. Yo pedí un plato de Spaghetti Boloñesa con una botella de Highland; y ellos una Injera. Tras la cena Bingo me dio un regalo: una blusa tradicional etíope, acompañada de un fular que los hombres se ponen en la frente (no habitualmente, solo en determinadas ocasiones). La verdad es que el detalle me tocó la fibra. Tanto, que no dudé en ponerme la ropa, y continuar el resto de la noche con ella.
NOCHE DE COPAS CON BINGO Y SUS AMIGOS
A continuación, salimos a la terraza exterior del restaurante, y cayeron un par de cervezas Harar mientras charlábamos animadamente. De nuevo aluciné con las costumbres etíopes. Para llamar al camarero había que dar 3 palmadas y aparecía al momento. Yo al principio no me atrevía, porque me parecía denigrante, pero al final me animé y nos partíamos de risa. Aquí se nos unió Muna (más calmado tras el incidente de la tarde), y decidimos continuar la fiesta.
Durante el resto de la noche, hasta las 3,30h, hicimos un recorrido por los 4 bares del pueblo. Sentados en la terraza exterior, o dentro del local. Y fue una de las grandes experiencias de mi vida, por lo inesperado y exótico del lugar. Esto fue lo más destacado:
1. Me bebí 5 cervezas más (7 en total), y al final ya iba con una alegría en el cuerpo importante. Quizás no lo más prudente, teniendo en cuenta donde estaba.
2. En los bares no paraba de sonar música de Sean Paul, aunque también de Bob Marley… ¡y hasta King Africa con su «Bomba»! Además, la costumbre era que los amigos se pusieran a bailar en grupo excesivamente juntos. Me partía de risa.
3. Hubo muy buen rollo con los chavales. Bingo era más reservado, mientras que Getre estaba hecho un golfo, con amigas/novias por todas partes. No parábamos de bromear, y él se reía de mi forma de bailar, completamente rígido, en contraste con los etíopes, que parecían estar hechos de goma.
4. Yo no me daba cuenta, pero en un par de ocasiones Bingo me explicó que la situación era muy peligrosa. De camino entre dos bares, tuvieron que hablar con un grupo de chavales que nos seguía con dudosas intenciones (alguno armado con un cuchillo), y convencerles de que nos dejaran en paz. Y en general, mi presencia despertó el interés de oscuros personajes.
Fue una gran noche. Hubo un momento en el que salí a orinar al exterior (mejor no utilizar los lavabos de los bares), y me vi completamente solo, bajo un cielo lleno de estrellas, con la música de fondo… Qué situación… Ni se me hubiera pasado por la cabeza cuando aterricé en Addis Ababa.
Aunque la fiesta acabó de forma brusca. Por lo visto un tío se empezó a meter con nosotros, y Muna y él salieron al exterior. Yo me los encontré cara a cara, diciéndose cosas. Y en cuestión de segundos el tío le rompió una botella en la cabeza a Muna, y rodaron por el suelo dándose puñetazos. Por suerte conseguimos separarles entre todos, y nos llevamos al pobre de Muna, con un corte en la frente que no paraba de sangrar, llorando desconsoladamente.
Bingo y Getre me recomendaron que volviera al hotel, y así hice. En cuanto al pago de los servicios de Bingo, a parte de las cenas y copas, le prometí que cuando regresara de mi recorrido por el sur del país, le regalaría mi guía de viajes Bradt. Y así hice. Una vez en mi habitación, caí rendido en la cama. Así acababa la primera parte de mi ruta por Etiopía, recorriendo el Valle del Rift.
CONCLUSIÓN
Cualquier recorrido por el sur de Etiopía debería incluir un alto en Arba Minch antes de continuar hacia el Valle del Omo. Si tienes tiempo y ya has visitado los lagos Ziway y Abiata-Shala, esta agradable ciudad es la siguiente parada lógica. Y si viajas directo desde Addis Ababa, tras aguantar 500km de autobús, te recomiendo que pares y le dediques al menos una jornada (aunque dos sería lo ideal), para visitar los alrededores.
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