Jornada de buceo en el Golfo de Aqaba, flotando entre curiosas formaciones de coral y bancos de peces de colores
Aqaba es una ciudad ubicada en el extremo sur de Jordania, bañada por las aguas del Golfo de Aqaba, y a escasos kilómetros de las fronteras con Arabia Saudí e Israel. En el pasado, su posición estratégica convirtió a Aqaba en el eje del comercio de la zona. La población era conocida como Ezion-Geber. Y se cuenta que desde aquí partió la flota del mítico Rey Salomón en busca de las minas de oro de Ophir. Durante la Primera Guerra Mundial T. E. Lawrence y sus aliados Árabes arrebataron el lugar a los Otomanos; y los ingleses lo utilizaron como centro de abastecimiento de sus tropas, recibiendo material desde Egipto.
En la actualidad, Aqaba es una moderna ciudad balneario, y los turistas acuden a disfrutar de sus playas y su oferta de deportes acuáticos. De momento todavía reina una cierta tranquilidad. Pero hay un montón de proyectos en curso para construir enormes complejos hoteleros, que una vez en en funcionamiento cambiarán radicalmente la atmósfera de la zona.
VIAJE RUM – AQABA
El día comenzó en Rum con un nuevo madrugón, y a las 6h ya estaba listo para continuar mi ruta hacia el sur. Al momento escuché el sonido muy cercano de un autobús en marcha, y cuando salí a investigar unos lugareños me dijeron que era el vehículo que necesitaba. Así que me despedí de Zidane; pagué el billete; y ocupé mi asiento. El trayecto duró unos 45 minutos, atravesando un paisaje árido y montañoso, sin mucho que destacar. Y llegué al centro de Aqaba.
El motivo de mi presencia en esta ciudad era bucear. Con lo cual, decidí alojarme en un hotel ubicado en las afueras, cerca de alguna playa atractiva. Así que caminé hasta la parada desde la que sale el transporte público hacia el sur. Y al momento ya estaba subido en otro autobús, que me dejó en la puerta del alojamiento elegido.
ALOJAMIENTO: BEDOUIN GARDEN VILLAGE – 20D/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; limpieza extrema; lavabo privado con ducha perfecta; ventilador; pequeña piscina; servicios de un Dive Center muy recomendado; precio.
*Puntos en contra: ubicación alejada del pueblo; la mayoría de huéspedes eran alemanes cincuentones dedicados a tomar el sol en la piscina; desayuno realmente pobre; encargado de la recepción de carácter muy variable.
Cuando llegué al hotel el encargado me recibió con cierta reticencia. Y es que mi aspecto era bastante penoso: despeinado, sin afeitar, pantalón sucio… Pero por suerte había una habitación disponible. Eso sí, no estaba lista, así que decidí hacer tiempo desayunando en la terraza del restaurante. El menú fue realmente pobre: pan Pita recalentado (que al cabo de unos segundos estaba como una piedra); tortilla francesa; unas porciones minúsculas de hummus y mermelada; un quesito; y un té pequeño. Más que mejorable. Tanto que en vez de pagar pedí que ese desayuno fuera el que estaba incluido en el precio, y al día siguiente ya me buscaría la vida.
Tras desayunar, pude ocupar mi habitación. Y después de una puesta a punto, me estiré un rato en la cama a descansar.
COMIDA: MC DONALD’S
Ya más relajado, decidí pasar el resto de la tarde en el centro de Aqaba. Para llegar, me planté en la carretera frente al hotel, y paré un autobús que me llevó sin problema. Antes de ponerme a explorar el lugar preferí comer. La especialidad de Aqaba es el Sayadieh (pescado con arroz y salsa de tomate). Pero como el pescado no me hace mucha gracia, no lo dudé ni un instante y entré… ¡en un McDonald’s! Y no me arrepiento, porque cayó un Menú McChicken grande que me dejó como nuevo. Sentado en un comedor limpio, con aire acondicionado y servicio eficiente.
De nuevo en la calle, pasé junto a un puesto que servía zumos, lleno de lugareños. Y no me pude resistir a la tentación. Pedí uno de naranja y estaba delicioso. Me devolvió la vida, porque el calor era realmente asfixiante.
UN PASEO POR AQABA
Con el estómago lleno, ya podía ponerme a recorrer el casco histórico. Había bastantes turistas por la calle, pero me sorprendió ver que la mayoría eran musulmanes. Principalmente de Arabia Saudí, con los hombres vistiendo una mezcla de ropa oriental y occidental; y las mujeres tapadas hasta las cejas. Esto fue lo más destacado:
1. Corniche: así se llama al Paseo Marítimo que discurre junto al mar. Estaba lleno de puestos donde se podían comprar todo tipo de ridículos recuerdos, y que encima tapaban las vistas al mar. Así que no duré mucho.
2. Castillo: un fuerte que data de principios del siglo XVI, construido por los Mamelucos. Me hubiera gustado visitarlo, pero me lo encontré cerrado por restauración. Otra vez será.
3: Bandera de Aqaba: situada en una tranquila plaza. Cuando llegué al lugar no me lo podía creer. Sin duda la bandera más grande que haya visto en toda mi vida. Es la sexta más alta del mundo, con 130m y unas dimensiones de 20x40m. Los lugareños parecían granos de arena al lado del gigantesco mástil. Y era impresionante escuchar el sonido que hacía la tela al ser agitada por el viento. Sin palabras… Fue creada en el año 2004, y conmemora la Batalla de Aqaba de 1917, en la que las Tribus Árabes derrotaron al ejército Otomano.
4. Puerto: para poner punto y final a la tarde, me senté en el muelle, alejado de las masas, y disfruté de una excelente puesta de sol. A mi alrededor había un montón de barcas de colores (la mayoría de uso turístico, con fondo de cristal). Y frente a mí, al otro lado del Golfo de Aqaba, se levantaban unas enormes montañas ubicadas en territorio israelí. A sus pies, a medida que oscurecía, apareció un mar de pequeñas luces. Se trataba de Eliat, un macrocentro turístico similar a lo que aspira a convertirse Aqaba dentro de unos años.
Tras la puesta de sol, tocaba regresar al hotel. Y tuve que sortear todo tipo de picarescas: primero unos lugareños me intentaban meter en un taxi y hacerme pagar 5D. Y después, tras viajar en una furgoneta pública que costaba 2D, el conductor se hacía el loco y no me devolvía el cambio. Vaya tela. Menos mal que a estas alturas ya estaba curtido y era difícil pegármela.
Ya en mi habitación, me dediqué a leer y descansar. Tan pocas ganas tenía de salir otra vez, que solventé mi cena con unas galletas y un zumo que compré en una tienda del centro.
BUCEO EN EL GOLFO DE AQABA
Al día siguiente, por fin me pude quedar en la cama hasta una hora más civilizada. Para desayunar, más galletas y zumo. A continuación, desalojé la habitación. Y a las 10h ya estaba en la recepción del hotel preparado para una jornada de buceo.
El principal motivo por el que me había alojado en el Bedouin Garden era que trabajaban con el Aqaba Adventure Divers, uno de los centros de buceo más recomendados de la zona. Así que el día anterior, nada más llegar al hotel, el encargado me puso en contacto con el centro, y en cuestión de minutos apareció el dueño. Un hombre de cierta edad, que según me explicó tenía una amplia experiencia como instructor e incluso había colaborado con el ejército. Así que charlamos un rato; me probé el equipo que iba a utilizar; y encargué un par de inmersiones.
En la recepción me encontré con el dueño, acompañado de un chaval egipcio que también era instructor. Tras los saludos habituales, subimos a un 4×4, y fuimos con todo el material hasta una playa cercana. La verdad es que yo estaba bastante nervioso. Hacía casi 2 años que no buceaba. Concretamente desde que me saqué el certificado Advanced en Dahab. Y lo normal es que, tras un año sin bucear, tengas que hacer una inmersión destinada exclusivamente a refrescar conceptos. Pero bueno, yo lo comenté con el dueño, y no le vi muy preocupado. Quizás porque sabía que iba a ser el único cliente del día, y tendría un instructor para mi solo.
INMERSION 1: RAINBOW REEF
Se accedía a la zona de inmersión caminando directamente desde la playa, así que me ahorré el engorroso desplazamiento en barca. La sorpresa fue comprobar que el dueño no tenía la más mínima intención de mojarse, y me dejó en manos del chaval egipcio. Me hubiera gustado bucear con él, pero bueno… Lo cierto es que el chaval fue muy atento: me recordó como preparar el equipo (se me había olvidado todo); y al poco de sumergirnos realizamos algunas maniobras básicas (cómo sacar agua de la máscara, etc…). Me quedé más tranquilo.
El paisaje submarino fue realmente bonito. Había corales de vivos colores, y variedad de peces. Vimos Parrot Fish, Lion Fish, un enorme Napoleon Fish, Clown Fish, etc… Algunos realmente espectaculares. Eso sí, nada que ver con mis fantásticas inmersiones en Dahab. No vi tanta fauna, y en el fondo había más basura de la cuenta. Además, hubo otros factores negativos:
1. Hacía mucho viento, y el agua estaba revuelta, con una visibilidad bastante reducida.
2. La inmersión fue más breve de lo previsto, y el chaval me hizo salir a la superficie cuando todavía me quedaba un tercio de botella.
3. Exploramos una zona excesivamente pequeña, sin cubrir mucho terreno. Y quizás eso no ayudó a descubrir cosas nuevas.
Cuando salimos del agua, escuché como el dueño parecía reprender al chaval, y le repitió un par de veces «Advanced!». En fin… Tras 2 años de inactividad, no me puedo quejar. En la misma playa había una zona de duchas donde me pude quitar el salitre. Y nos sentamos a descansar un rato. La historia del chaval era surrealista: a pesar de ser de Egipto (uno de los grandes centros mundiales de submarinismo) se había visto obligado a emigrar para trabajar de Dive Master, porque por lo visto el gobierno discrimina a la población local, poniéndole más trabas que a los instructores extranjeros. Curioso…
INMERSIÓN 2: JAPANESE GARDEN
Llegado el momento, subimos al 4×4 y fuimos hasta otra playa cercana, desde la que accedimos al punto de la inmersión. Todo el mundo coincide en que las segundas inmersiones siempre son mejores que las primeras, y esta no fue una excepción. Me gustó mucho más. No hacía tanto viento, por lo que la visibilidad era muy buena. Me sentí mucho más cómodo y relajado. Y el chaval me dejó estar bajo el agua alrededor de una hora, tiempo más que suficiente.
No vimos tantas especies curiosas (solo destacaría un Stone Fish). Pero a cambio pude contemplar un paisaje espectacular, con enormes torres de coral rodeadas de coloridos peces. Me encantó. En un punto del fondo habían depositado un aparato metálico para fomentar la regeneración del coral (de hecho ya se estaba comenzando a formar una capa). Estuvo genial, y regresé al hotel realmente animado y contento. Hasta que tocó pagar…
El día anterior me habían informado en la recepción que el precio por inmersión era de 23D, al que había que aplicar un 10% de descuento por alojarme en el hotel (o sea, 20,7D). Pero por algún motivo que desconozco, el dueño del Dive Center me pedía los 23D, sin aplicar el descuento. ¿Se habían equivocado en la recepción? ¿O el dueño se hacía el loco por si colaba? El caso es que se produjo un momento bastante desagradable. Yo pedí explicaciones. Y al final el dueño, en plan condescendiente, me dijo que le pagara lo que quisiera… Así que le dí 43D por las dos inmersiones (algo más para no quedar fatal), y nos despedimos de forma muy fría. Qué mal rollo…
Con este final agridulce, recuperé mis mochilas, abandoné el hotel, y comencé mi viaje de regreso a Amman. Punto final de mi recorrido por Jordania.
CONCLUSIÓN
Si has viajado hasta el sur de Jordania para visitar Petra y el Wadi Rum, merece la pena dedicarle al menos una jornada a la cercana Aqaba. Así podrás sacudirte el polvo del desierto y sumergirte en sus cálidas aguas para practicar buceo o snorkel. O simplemente relajarte en la piscina de tu hotel. Como siempre recomiendo en estos casos, si buceas elige un centro acreditado para evitar riesgos innecesarios; y comprueba el equipo que vas a utilizar.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales