Trekking por una meseta a 2.000 metros de altura, entre enormes rocas de granito, flora exótica y aldeas tradicionales
El Parc National Andringitra fue inaugurado en 1999, y cuenta con una superficie de 312 km2. Protege una zona del macizo del mismo nombre, que incluye bosques, cascadas, y montañas de granito de formas caprichosas. Es uno de los mejores lugares de Madagascar para la práctica del senderismo. Aquí uno viene a hacer ejercicio y disfrutar del paisaje, y la fauna queda relegada a un plano secundario.
La mejor época para visitar Andringitra es la temporada seca (de julio a noviembre). Aunque con dos aspectos importantes a tener en cuenta: durante estos meses habrá que hacer frente a elevadas temperaturas durante el día, y un frío glacial por la noche (yo visité el parque en octubre y el contraste era extremo); y las lluvias pueden aparecer en cualquier momento.
PREPARATIVOS PARA VISITAR EL PARQUE
El día comenzó en el Hotel Tropik de Ambalavao, disfrutando en su restaurante de un desayuno Continental. Compuesto por una baguette con mermelada y mantequilla, un refrescante zumo de naranja, y dos tazas de café con leche. Precio: 7.000 Ar.
A continuación, tocaba buscar la forma de llegar a la entrada de Andringitra. Este parque se encuentra a tan solo 47km al sur de Ambalavao. Pero no hay transporte público; y la pista de tierra está en tan mal estado, que es imprescindible alquilar un 4×4. El día anterior pregunté en un par de sitios, pero los precios me parecían muy caros. Y encima sin posibilidad de compartir el vehículo con otros turistas. Hasta última hora no tuve claro si visitaba el parque o continuaba mi ruta hacia el sur.
El caso es que al final me decidí, y tras el desayuno hablé con el encargado de la recepción de mi hotel, para que me consiguiera un 4×4 y partir ese mismo día. Precio: 360.000 Ar ida/vuelta. Pero apurar hasta última hora no fue buena idea, y me encontré con que solo había un vehículo disponible (el resto estaban ocupados). Y como muy pronto podíamos salir a las 11h. En fin… Paciencia…
Mientras, salí a solventar el problema de la comida para los 2 días completos que pensaba pasar en las montañas de Andringitra. Así que fui en Tuk-Tuk al centro de Ambalavao (500 Ar), y compré en el mercado lo que creí necesario, copiando lo que hizo Eddy en Ranomafana: 4 tazas de arroz, 2 baguettes, unos plátanos, 2 sobres de té… Lo más difícil fue comprar la carne de cebú, pues es algo que no sabría hacer ni en el supermercado de mi pueblo. Al final opté por el puesto donde el vendedor tenía más cara de buena persona, y la carne con menos moscas. Y compré 1kg por 5.000 Ar, sintiéndome muy orgulloso. Hasta que más tarde el guía me dijo que pagué demasiado, y la carne ya empezaba a oler… Vaya tela…
De regreso en el hotel, maté el tiempo sentado en la terraza exterior del restaurante, bebiendo agua y picando unos cacahuetes cortesía de la casa. Fue una espera interminable, y el 4×4 acabó apareciendo a las 12h (por motivos que desconozco). Pero bueno, me subí al vehículo, y rápidamente nos pusimos en marcha. Aún se podía aprovechar el día.
VIAJE AMBALAVAO – ANDRINGITRA
El trayecto duró unas 3 horas, circulando por una pista que estaba muchísimo peor de lo que me esperaba. Incluso había tramos donde el 4×4 sufría para cruzar enormes agujeros, o encarar empinadas pendientes. Y eso que el vehículo estaba en perfecto estado. El conductor era un tipo de rostro serio, que no hablaba ni una palabra de francés. Así que tras unos inicios en los que me intentó enseñar alguna palabra en Malgache, el resto del tiempo viajamos en silencio.
Durante la primera parte del trayecto el paisaje fue precioso, con verdes arrozales en terrazas, aldeas Betsileo, y colinas ondulantes. A veces aparecían grupos de niños que nos saludaban sonrientes. Pero más tarde atravesamos una zona donde ardían varios fuegos, y aquello parecía el infierno, con espesas nubes de humo, troncos calcinados, y terreno de color negro. Una verdadera pena.
Una vez en el Centro de Visitantes del parque (ubicado en una casa en medio de la nada) realicé los pagos necesarios para lo que había previsto:
1. Guía oficial: 50mil Ar por 3 días. Había varios esperando sentados en el exterior de la casa, y el encargado del centro los asignaba a los visitantes por orden de llegada. El mío se llamaba Fidèle. Se atascaba algo con el francés, pero nos podíamos comunicar sin problema, y parecía buen tío.
2. Porteador: 30mil Ar por 3 días. Era opcional, pero no me pareció muy correcto llevar al guía cargado como un burro.
3. Entrada al parque: 20mil Ar por un ticket de 3 días (yo) + 3.000 Ar (guía y porteador).
A continuación, subimos todos al 4×4 y seguimos hasta la cercana población de Ambalamanandray. Allí, el guía fue un momento a su casa para coger algún utensilio extra. Y el conductor, pensando que ya habíamos llegado al final del trayecto, se despidió de mí y emprendió el viaje de regreso a Ambalavao. Resultado: en lugar de los 20 minutos previstos, nos tocó caminar durante hora y media, hasta llegar al parque, por un terreno en continuo ascenso, siguiendo el tramo final del Valle de Namoly.
Pero no me importó lo más mínimo, porque a cambio pasamos por encantadoras aldeas Betsileo. Con casas de adobe con techo de paja; extensos arrozales; hombres cubiertos con sus clásicas mantas de cuadros; grupos de niños jugando… Y frente a nosotros, las montañas de granito de Andringitra. El sol ya se ocultaba en el horizonte, y bañaba la zona con una luz dorada perfecta para las fotos. Fue uno de esos momentos que no se olvidan nunca…
Al final llegamos a Camp Belambo, donde acamparíamos dos noches. Precio: 6.000 Ar cada una. Había una extensión de césped con parcelas delimitadas por círculos de piedras. No estaban techadas, así que elegí una protegida por los árboles, por si llovía. También había una caseta de piedra muy básica, para cocinar. Y a pocos metros, el río Zomandao, para obtener agua potable.
Mientras Fidèle y su ayudante encendían el fuego y preparaban la cena, yo monté mi tienda de campaña, y me senté con ellos a charlar un rato. Se estaba genial, al calor de la hoguera, en medio de la naturaleza. Más tarde pude saborear un delicioso plato de arroz con carne de cebú, y un plátano. Y tras otro rato de charla, me fui a descansar a mi tienda.
Pero antes de meterme en ella, me quedé un rato embobado en el exterior, disfrutando de la atmósfera que me rodeaba: oscuridad casi total; un cielo lleno de estrellas; y frente a mí la silueta de las montañas de Andringitra. Un escenario impagable.
PRIMER DÍA EXPLORANDO ANDRINGITRA
Al día siguiente, me levanté a las 6h, tras pasar una noche horrible. ¡Qué frío! No paré de despertarme, con los pies congelados, a pesar de meterme en mi saco hasta las orejas. Y es que no iba preparado para esas condiciones. Porque desconocía que Camp Belambo está ubicado a 1.700 metros de altura. Normal que por la noche refrescara. Por suerte, en la zona común ya me estaba esperando un fuego reconfortante. Allí habían dormido el guía y el porteador, y creo que pasaron mucho menos frío que yo, estirados junto a las brasas del fuego de la noche anterior.
El desayuno no tuvo mucha gracia. Los malgaches comen arroz tres veces al día. Y el de la mañana es caldoso. Lo cual está bien si se acompaña de algunas verduras para darle sabor. Pero como yo no había comprado, pues arroz blanco a pelo. También un té (sin azúcar), y media baguette. Tras comer, estuve unos minutos al sol, recuperando mis constantes vitales.
A las 7.30h el guía y yo nos pusimos en marcha. Para la jornada inicial en el parque, había decidido que recorriéramos el Circuito Diavolana. Es una ruta circular de 12km que ofrece los mejores paisajes y panorámicas de la zona. El comienzo fue duro, con un fuerte ascenso que puso a prueba mi resistencia. Aunque cada vez que miraba hacia atrás se me pasaba el cansancio. Porque ante mí había unas vistas increíbles del Valle de Namoly, con sus bosques y campos de cultivo.
La subida nos llevó hasta la meseta de Andohariana, ya a unos 2.000 metros de altura, donde me vi rodeado de un paisaje alucinante. El terreno estaba cubierto de todo tipo de plantas exóticas: arbustos de un color verde intenso, flores blancas, alguna orquídea… Durante la ruta pasamos junto a un pequeño lago, cuyas aguas cristalinas acaban formando parte del río Zomandao. Y dominando el conjunto, las imponentes montañas de granito, a escasos metros de nosotros. El día amaneció con un cielo completamente despejado y un sol radiante. Así que no paré de sacar fotos.
Después continuamos hasta otro mirador aún más elevado, desde el que se veía el Valle de Sahanambo (el otro punto de acceso al parque) y el Macizo de Tsaranoro, una pared de roca de 800 metros de altura, que constituye todo un desafío para los aficionados a la escalada. Y a partir de aquí comenzó el descenso, atravesando el Paisaje Lunar: un ondulante mar de roca salpicado de musgo y pequeños arbustos; y de enormes piedras de formas curiosas.
En las montañas de Andringitra abunda la fauna, pero es muy difícil de ver, ya que se encuentra principalmente en las zonas menos turísticas del parque. Yo me tuve que conformar con un colorido saltamontes; varios lagartos que tomaban el sol en las rocas; un pequeño pájaro; y un espectacular insecto, parecido a una cucaracha gigante acorazada, que caminaba sin miedo en busca de algo… Para tener más posibilidades de ver fauna, se recomienda el Circuito Imaitso, que recorre una zona boscosa en el sector oriental del parque.
La ausencia de otros turistas fue casi total, y tuve el parque para mí solo la mayor parte del tiempo. Únicamente me crucé con 3 pequeños grupos que se dirigían a coronar el Pic d’Imarivolanitra (también conocido como Pic Boby), el segundo más alto de Madagascar, con 2.658 metros de altura. Yo si hubiera sido el más alto no hubiera dudado en hacer esta excursión. Pero el segundo…
Tras el Paisaje Lunar continuamos descendiendo hacia Camp Belambo, atravesando una zona que me recordó lo que está sucediendo en buena parte del país. A la derecha del sendero era parque nacional, y la naturaleza se mantenía intacta. Pero a la izquierda ya no, y estaba todo quemado, con hierbas chamuscadas, cenizas, y restos de madera humeante. Tras pasear por un paisaje idílico, esta imagen fue un auténtico golpe de realidad.
Cuando faltaba poco para llegar al campamento, paramos en un minúsculo hotely, y nos tomamos una Fanta (invité yo). Y después, tras 5,5 horas de ruta, finalizamos el circuito.
TARDE DE RELAX
Fidèle se puso a preparar arroz para comer. Pero yo ya estaba un poco hasta las narices, así que solventé la comida con un par de plátanos y un paquete de galletas Oreo. Y como el sol apretaba de lo lindo, decidí dar un paseo por mi cuenta, y caminé hasta el río Zomandao.
La verdad es que pasé un rato muy agradable. Primero sentado en una roca, con los pies en remojo, disfrutando de la atmósfera tranquila. Por allí había un grupo de graciosos niños jugando. Y las aguas estaban llenas de violentos renacuajos, que no paraban de pelearse entre ellos en busca de comida. Más tarde vi revoloteando un colorido Martín Pescador, de cuerpo naranja, alas azules y patas rojas. Y decidí seguirlo, saltando de roca en roca. Al final, cuando el sol se ocultó tras las montañas, regresé al campamento. De camino me encontré con una ardilla de pelaje rojo, que cruzaba el bosque a la carrera.
Para cenar, esta vez sí que agradecí un buen plato de arroz con carne de cebú. Por la mañana, Fidèle me había pedido 5.000 Ar para que el porteador comprara verduras, azúcar, y madera para hacer fuego. El último producto me pareció algo sospechoso (¿comprar madera?). Pero como la cantidad era ridícula, preferí no discutir. A cambio, el arroz de la cena estaba acompañado de verduras. Y después me tomé una deliciosa infusión hecha con unas hierbas que había encontrado el porteador, y con azúcar. De postre, un plátano.
Tras un rato de charla al calor del fuego, me tocó regresar a mi tienda y enfrentarme a otra noche gélida, con más de 10 horas por delante.
SEGUNDO DÍA EXPLORANDO ANDRINGITRA
Al día siguiente me levanté a las 6h, tras otra noche para olvidar. A pesar de estar prevenido, no tenía mucha ropa extra que ponerme, así que pasé un frío de miedo. Pero bueno, en la zona común ya me estaba esperando un fuego recién hecho, y un plato de arroz caldoso con verduras, además de un vaso de té calentito, y un plátano. Tras desmontar mi tienda, Fidèle y yo nos pusimos en marcha, y el porteador regresó a Ambalamanandray con todo el material, para ir avanzando.
Para esta segunda jornada había decidido recorrer el Circuito Asaramanitra. Una ruta circular de solo 6km, que también ofrecía buenos paisajes. El comienzo fue similar al del día anterior, con un fuerte ascenso. Pero esta vez, entre el calor reinante y el cansancio acumulado tras dos noches de sueño escaso, acabé realmente agotado. De camino, atravesamos un espeso bosque. Y pasamos junto a una cueva donde antiguamente vivía una familia local.
Sin duda la atracción del circuito fueron las vistas de las dos cascadas de agua, que se precipitan desde lo alto de la meseta que recorrí el día anterior (unos 250 metros de caída) y forman el río Zomandao. Primero me acerqué hasta la base de ambas. Al estar en la estación seca no tenían mucha agua, pero aun así mereció la pena. Más tarde, desde el fondo del valle, pude contemplar espectaculares panorámicas del conjunto: las montañas de Andringitra, las cascadas, y el bosque a sus pies.
Las dos cascadas tienen nombre: Riambavy (reina) y Riandahy (rey). Cuenta una leyenda local que hace mucho tiempo subieron a la meseta un rey y su mujer, con problemas para concebir un hijo, y sacrificaron un cebú como ofrenda a los dioses, para buscar una solución. Por lo visto sus plegarias fueron escuchadas, y desde entonces este lugar es sagrado para los lugareños. Y si una mujer quiere quedarse embarazada, no hay nada como pegarse un bañito en sus aguas.
Por último, bajamos hasta el valle, cruzando el bosque por un sendero que se perdía entre los arbustos. Yo diría que el guía optó por un atajo para llegar antes y ahorrarse tiempo. Porque en total solo tardamos 2.5 horas en recorrer el circuito. Pero bueno, tampoco me molestó.
REGRESO A AMBALAVAO
Llegados al aparcamiento de acceso al parque, nos tocó continuar hasta Ambalamanandray, para encontrarme con mi 4×4. Como había quedado con él a las 13h, me tomé las cosas con mucha calma. Y durante el camino, paré infinidad de veces para sacar fotos: vistas del valle, con arrozales en terrazas y casas tradicionales; grupos de niños saludando; lugareños con sus rebaños de cebús; etc… Disfruté muchísimo. Un gran colofón para mi visita a Andringitra.
En cambio me decepcionó la actitud de Fidèle, que quería llegar al pueblo lo antes posible. Y acabó dejándome solo, caminando a mucha distancia de mí. Sin explicarme cosas ni ayudarme para poder salir en alguna foto. En fin… Entre esa actuación final, y que le había pagado 3 días completos por unos servicios que duraron menos de 48 horas, su posible propina se evaporó sin dejar rastro.
Una vez en el pueblo, me encontré con una gran sorpresa. ¡El 4×4 ya me estaba esperando! Qué alegría ver a mi conductor. Porque no eran ni las 11h, y la alternativa era una espera eterna en un lugar que tampoco daba mucho de sí. Desconozco si fue decisión del conductor llegar antes de tiempo, o si habló con Fidèle antes de marcharse y ya quedaron a esa hora.
Sin perder tiempo, subimos todos al vehículo. Dejamos a Fidèle y el porteador en el Centro de Visitantes del parque, a la espera de nuevos turistas. Y recorrimos otra vez la terrible pista de vuelta a Ambalavao, con interminables zonas de agujeros que costaba un mundo sortear. Pero con la satisfacción de haber podido contemplar paisajes únicos…
CONCLUSIÓN
Quizás Andringitra no sea uno de los parques nacionales imprescindibles de Madagascar, por las dificultades para observar fauna. Y organizar una visita en solitario obligará a gastar más dinero de la cuenta. Pero si asumes estos inconvenientes, y dispones de tiempo, te recomiendo dedicar 3 días a explorar estas montañas. Acampando al pie de enormes moles de granito. Y caminando por paisajes de postal sin la presencia de los molestos grupos de turistas que invaden otros parques del país.
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