Recorriendo la selva con una guía local extraordinaria, en busca de dos de las especies de lemur más grandes del mundo
El Parc National d’Andasibe-Mantadia fue creado en 1989, y está formado por dos áreas separadas, con importantes diferencias entre sí. Por un lado está la Reserva Especial Analamazaotra (antiguamente conocida como Périnet), a escasa distancia del pueblo de Andasibe. De dimensiones muy reducidas (tan solo 8km2), formada principalmente por bosque secundario, y con asequibles senderos que permiten ver fauna con relativa facilidad. Estas características, junto a su cercanía de la capital, hacen que la reserva sea uno de los lugares más visitados de Madagascar.
La segunda área es la del Parc National Mantadia, mucho más grande (155km2), compuesta de bosque primario, con senderos más complicados, y una ubicación que requiere alquilar un vehículo para acceder a la entrada. Por tanto, mucho menos concurrida. En cualquiera de los dos sectores, la estrella del parque es el Indri: el lemur más grande de Madagascar, que justifica por sí solo la visita.
La mejor época para visitar Andasibe-Mantadia es durante la temporada seca, entre los meses de septiembre y enero. Aunque incluso en estos meses, las lluvias son frecuentes, sobretodo por la tarde/noche. Yo visité Andasibe en octubre, un mes que ofrece varias ventajas: lemures con crías, y orquídeas en flor. Y la lluvia hizo acto de presencia en más de una ocasión.
VIAJE ANTANANARIBO – ANDASIBE
Para iniciar mi recorrido hacia el este de Madagascar, lo primero fue coger un taxi hasta la Gare Routière Ampasampito, ubicada a 4km del centro de Tana (12.000 Ar tras un intenso regateo). Una vez en la estación, esquivé a los habituales buscavidas sin hacerles caso, y me dirigí a la taquilla, donde compré un billete de Taxi Brousse hasta Moramanga (no había vehículos directos a mi destino final). Precio: 7.000 Ar. Esperé poco más de un cuarto de hora, y llegó una moderna furgoneta que se llenó de pasajeros, y partió al momento.
El trayecto duró 2,5 horas, para recorrer 115km por una RN2 en perfecto estado. Esta es la autopista que conecta la capital con Toamasina, el principal puerto comercial del país, y el tráfico es constante. El paisaje bastante boscoso, con algunas imágenes de arrozales en terrazas.
Moramanga es la capital de la etnia Bezanozano, que habita la meseta situada entre las tierras altas de los Merina y la costa de los Betsimisaraka. Pero no ofrece absolutamente nada de interés para el turista. La ciudad es tan solo una conveniente parada entre Tana y Toamasina.
En la Gare Routière de Moramanga, encontré un destartalado autobús que tenía previsto salir hacia mi destino. Así que pagué el billete y ocupé un asiento. Por suerte solo eran 25km más por la RN2. Porque entre la espera de rigor hasta que se llenó el vehículo de pasajeros, y las continuas paradas cada poquísimos metros, tardé hora y media en llegar. Era desesperante. El autobús me dejó en un cruce de carreteras. Y allí mismo cogí otro que por 500 Ar me llevó hasta la población de Andasibe, ubicada 4km al norte de la RN2.
ALOJAMIENTO: HOTEL LES ORCHIDÉES – 40.000 Ar/Noche
*Puntos a favor: habitación de madera grande y muy luminosa, con amplios ventanales; cama doble comodísima, con mosquitera; limpieza extrema; lavabo privado con agua caliente perfecta; ubicación en el centro del pueblo, pero por la noche solo se escuchaba el sonido de ranas e insectos; precio; restaurante propio.
*Puntos en contra: no se me ocurre ninguno.
Una vez instalado en mi acogedora habitación, como en Andasibe no había muchos lugares apetecibles para comer, decidí caminar un rato, siguiendo la carretera hacia la RN2. Así estiraba las piernas y exploraba la zona. El tráfico de vehículos era muy escaso. Y a ambos lados de la carretera había espesos bosques que prometían grandes aventuras.
COMIDA: HOTEL MIKALO
Tan solo eran las 12h, pero me moría de hambre. Así que cuando pasé junto a las flamantes instalaciones de este hotel (antiguamente conocido como Buffet de la Gare) y vi que tenía un restaurante anexo, no lo dudé y ocupé una mesa del comedor interior. Pedí un filete de cebú, acompañado de patata hervida y verduras; con una cerveza THB bien fría; y un crêpe de plátano y chocolate. Todo delicioso. Precio: 25.000 Ar. El camarero que me atendió, realmente amable. Y la atmósfera, de tranquilidad absoluta, con el lugar para mí solo.
De regreso a Andasibe, comprobé con horror cómo el cielo se cubría de nubes grises, mientras se escuchaban truenos cada vez más cercanos y se levantaba un fuerte viento. Y en cuestión de minutos, estaba lloviendo de forma torrencial. No me lo podía creer. Tras mis peripecias en Toliara, recorro cientos de kilómetros huyendo de la lluvia, y acabo exactamente igual…
Mientras esperaba bajo un árbol a que dejara de llover, viví uno de esos momentos de bajón, en los que me pregunto qué narices hago allí solo pasando penurias, y echo de menos mi zona de confort (unas risas con mis amigos, el calor de la familia, abrazar a mi mascota…). Pero bueno, por suerte la lluvia solo duró un rato, y pude caminar sin más incidentes de regreso al pueblo.
PASEANDO POR ANDASIBE
Una vez en mi hotel, decidí dedicar la tarde a explorar a fondo el pueblo. Y la verdad es que me lo pasé genial. Andasibe es una aldea tradicional llena de encanto. Donde la gente vive en casitas de madera con balcones, algunas pintadas de vivos colores; rodeada de espesos bosques; y con una atmósfera relajada. Durante mi paseo por su calle principal, no paré de saludar y sacar fotos de lugareños: una señora lavando verduras en la puerta de su casa; un grupo de niños jugando… Todo el mundo saludaba sonriente, y posaban ante mi cámara sin problema.
Me sorprendieron las dimensiones de la estación de tren de Andasibe: una construcción enorme, ubicada en la entrada del pueblo, junto a un amplio espacio donde había dispuestas varias vías. Y todo para atender el esporádico servicio de ferrocarril que une Antananaribo con Toamasina (el tren apenas pasa un par de veces por semana). Mientras, en las afueras me encontré con la Madagascar más rural: verdes arrozales; un pequeño río con unos críos pescando con cañas rudimentarias; gansos chapoteando en el agua…
Para acabar la jornada, me compré una Fanta fresquita (800 Ar) en un bar situado frente a la Oficina de Correos, y esperé a que oscureciera. La gente me miraba con caras de curiosidad, sin saber por qué estaba allí de pie. Pero al final tuve mi recompensa: de repente, de las ventanas superiores de la vieja construcción, empezaron a salir a toda pastilla dos interminables nubes de murciélagos, que se dispersaron por la zona en busca de comida. Gran momento. Y todo gracias a una de mis guías de viaje, que informaba de esta curiosa atracción.
PREPARATIVOS PARA VISITAR ANALAMAZAOTRA
A la mañana siguiente, me levanté a buena hora, tras una noche de sueño reparador. Comí un paquete de galletas a modo de desayuno. Y caminé 2km hasta la entrada del primer sector incluido en el Parc National d’Andasibe-Mantadia: la Reserva Especial Analamazaotra. Estaba muy contento, porque el día amaneció con un tiempo radiante (sol y cielo azul). Y prometía emociones fuertes.
Para visitar la reserva, como ocurre en casi todos los parques de Madagascar, es obligatorio ir acompañado de un guía. Los cuales esperan a los turistas sentados junto al Centro de Visitantes. Yo la tarde anterior ya me había pasado por allí para pedir información. Y mientras leía un panel, una guía llamada Claudine se acercó y me ofreció sus servicios. Me hizo gracia, porque no es nada habitual que haya chicas trabajando como guías en África. Y opino que, por regla general, se toman su trabajo mucho más en serio que los chicos. Así que acepté, y quedamos a las 7h (horario que respetó con puntualidad inglesa).
Mi idea era explorar la reserva a fondo, pero la oferta de senderos era bastante limitada. Así que, a pesar de elegir el Circuit Aventure (el más largo), solo tenía 8km de distancia, y tardamos apenas 4 horas en recorrerlo. Estos fueron los pagos necesarios:
1. Guía oficial: 40.000 Ar, por mi circuito. Otros más cortos, como los Circuitos Indri 1 y 2, son más económicos, aunque ofrecen una visión demasiado superficial del parque.
2. Entrada al parque: 25.000 Ar por un ticket de un solo día.
POR LAS SELVAS DE ANDASIBE
En Analamazaotra es posible ver con relativa facilidad cuatro especies de lemur diurno. Y Claudine centró todos sus esfuerzos en encontrarlas, con un éxito rotundo. Para empezar, vimos un par de Grey Bamboo Lemur, especie que ya había podido contemplar en Ranomafana. Costó bastante, caminando en silencio entre la maleza. Pero al final descubrimos un par de ejemplares, comiendo en el interior de un bosque de bambú.
A continuación, espectacular encuentro con una numerosa familia de Diademed Sifakas (o Simpona en malgache). Se trata de uno de los lemures más grandes que existen, y sin duda uno de los más fotogénicos, con su espeso pelaje de color crema, y su cara negra rodeada de pelo blanco. Me quedé un buen rato observándolos. Había varios machos, trepando y saltando entre los árboles con una agilidad increíble. Y hembras alimentándose, con graciosas crías en la espalda que me miraban con cara de sorpresa… El tercer encuentro fue con un grupo de Red-Fronted Brown Lemur, que ya había visto en otros parques. Inconfundibles por sus característicos gruñidos, parecidos a los de un cerdo.
Además de lemures, durante el paseo por Andasibe pude ver algún pájaro curioso (como un Tejedor construyendo su nido); una surrealista Araña Cornuda tejiendo su tela; ranas pequeñas; un Giraffe Weevil en una hoja (como los que vi en Ranomafana)… Y ya saliendo del parque, sobre unos arbustos cercanos al Centro de Visitantes, una espectacular hembra de Camaleón de Parson, de vivos colores (entre verde y azul turquesa). El paisaje de Andasibe, excepcional. Selva tropical en estado puro, con troncos forrados de musgo, helechos gigantes, vegetación exótica…
ENCUENTRO CON EL INDRI
Pero Claudine dejó el plato fuerte de la visita para el final, cuando vimos a escasos metros una familia de Indri (o Babakoto en malgache). Es la mayor especie de lemur que existe en Madagascar, con una altura que puede llegar a los 70cm, y un peso entre 6 y 10kg. De este animal destacan dos cosas por encima del resto:
1. Su aspecto. Parece un enorme peluche de color blanco y negro. Como si fuera un oso panda en formato lemur, con unos ojos llenos de expresividad, y unas piernas traseras larguísimas.
2. Su lenguaje. A primera hora del día y antes de la puesta de sol, los indri emiten fuertes aullidos durante unos minutos, que principalmente sirven para delimitar su territorio frente a otros grupos. Una mezcla entre el sonido de las ballenas y una trompeta, con un punto de melancolía que pone la carne de gallina. Realmente sobrecogedor.
Este lemur vive en las selvas del este de Madagascar. Antiguamente los indri eran considerados animales sagrados por su apariencia humana, y era fady (tabú) hacerles daño. Pero el hambre aprieta en uno de los países más pobres del mundo. Y cada vez hay más gente dispuesta a cazar un indri para sacar adelante a su familia. Además, su hábitat está cada vez más amenazado por la deforestación. Y, por si fuera poco, los indri no sobreviven en cautividad (simplemente dejan de comer y mueren). Así que o se logra conservar estos bosques, o el futuro de la especie es más que incierto.
Estuvimos un rato observando la familia de Indris. Había una madre con una cría a la espalda, de pelaje negro. Y un macho adulto, que se puso a aullar a pocos metros de donde estaba, creando una atmósfera espectacular. Claudine tuvo un comportamiento impecable. Y mientras yo observaba los lemures, ella me buscaba otros lugares desde donde sacar mejores fotos, y me llamaba con un «Viens ici!». Todo un hallazgo esta chica…
Lo malo es que tuve que compartir cada avistamiento de fauna con numerosos grupos de turistas franceses e ingleses, que estropeaban bastante la escena. Pero bueno, son los peajes que hay que pagar a veces. Y eso que realicé la visita en temporada baja. No me quiero ni imaginar este parque en agosto…
Tras la visita, me despedí de Claudine, y regresé tranquilamente hasta mi hotel, con la satisfacción de haber pasado una mañana perfecta. De camino, paré a comer de nuevo en el restaurante del Hotel Mikalo, y pedí el mismo menú que el día anterior (soy animal de costumbres). Una vez más, delicioso. Y pasé el resto de la jornada de relax en Andasibe.
PREPARATIVOS PARA VISITAR MANTADIA
Al día siguiente, me tocó despertarme a las 5.30h, pues no había tiempo que perder. Para desayunar, entre en un básico hotely, y me comí un cuenco de spaghetti y un café con leche. Recibido con gran amabilidad por el dueño. Y pagando tan solo 500 Ar. Estas situaciones me encantan…
Más tarde, apareció Claudine, y nos pusimos en marcha hacia el Parc National Mantadia. Esta vez la visita implicaba un desembolso mucho mayor que el día anterior:
1. Guía oficial: 80.000 Ar por una jornada completa.
2. Vehículo: 90.000 Ar. Imprescindible para recorrer los 15km de distancia entre Andasibe y la entrada al parque, ubicado al norte del pueblo. Claudine se encargó de alquilar uno, y consiguió una flamante pick up con conductor para todo el día.
3. Entrada al parque: 25.000 Ar por un ticket de un solo día (podía haber pagado 37.000 Ar por los dos parques, pero el día anterior todavía no tenía claro si iba a visitar Mantadia).
El trayecto estuvo entretenido. Pedí que paráramos en un mirador desde el pude contemplar una buena panorámica del pueblo de Andasibe. Pasamos junto al lujoso Vakona Forest Lodge, uno de los más caros de Madagascar, con centro ecuestre, zoo privado… Claudine me enseñó la antigua mina de grafito, que había cerrado dejando en el paro a un montón de lugareños. Observamos el impacto ambiental de las cercanas minas de níquel y grafito de Ambatovy, aun activas. E incluso tuvimos la suerte de ver durante unos segundos un huidizo Fossa, trotando por la pista frente a nosotros. Un animal con apariencia de felino (como un pequeño puma) que a pesar de su tamaño es el mayor depredador de la isla.
El estado de la pista era bastante lamentable, con enormes agujeros, charcos de agua, y barro en abundancia. Así que la necesidad de un buen vehículo quedó más que justificada. Además, una vez en la entrada del parque, tuvimos que recorrer 14km más hasta el inicio del primer circuito del día.
POR LAS SELVAS DE MANTADIA
Para empezar, Claudine eligió el Circuit Tsakoka, ubicado en el extremo norte del parque. Un sendero circular de tan solo 3km, que según ella era el mejor para ver fauna. Al poco de comenzar a caminar, quedó claro que estábamos en un bosque primario, a diferencia de Analamazaotra. Aquí los árboles eran mucho más altos, con troncos enormes, destacando los Palisandros o las Caobas Rojas (cuya madera es muy apreciada para fabricar muebles de calidad). Además, por todas partes había palmeras, helechos gigantescos, Vakonas con hojas de bordes espinosos (donde era fácil encontrar pequeñas ranas), lianas, hongos, plantas epífitas (crecen en los troncos de los árboles), orquídeas, líquenes… Todo un gustazo atravesar estos bosques únicos.
Durante el paseo llegamos a un mirador que ofrecía unas vistas espectaculares de la selva, extendiéndose hacia el infinito. Y me quedé un rato contemplando aquel mundo perdido, con una mezcla de asombro y tristeza, por otros paisajes como aquel que en ese momento estaban siendo destruidos en muchas partes de Madagascar.
En cuanto a fauna, vimos tres grupos de Diademed Sifakas. Los dos primeros, a cierta distancia, saltando entre los árboles. Y el tercero bastante cerca, cuando regresábamos al punto de partida, descansando sobre las ramas. Es sin duda la especie más común en Mantadia, y los ejemplares que se pueden ver en Analamazaotra proceden de aquí (algunos todavía llevan collares para monitorizar sus movimientos). También vimos una pareja de ruidosos Black-and-white Ruffed Lemurs, que se perseguían. Los seguimos un buen rato a través del bosque, mientras saltaban y trepaban por lianas, hasta que se calmaron y pude sacar buenas fotos.
En total estuvimos un par de horas caminando, con un ambiente fresco y soleado. Durante el tramo final nos encontramos algún pequeño grupo de turistas. Pero ni mucho menos las hordas que invadían Analamazaotra.
HACIA LA PISCINE NATURELLE
A continuación, subimos a la pick up, y fuimos hasta un punto cercano a la entrada del parque. Allí iniciamos el Circuit Chute Sacrée. El sendero entrañaba algo más de dificultad, con continuas subidas y bajadas. Al principio caminamos siguiendo el cauce de un río, donde pudimos ver bastantes especies de ranas, descansando sobre las rocas. Hasta que llegamos a la cascada sagrada: un pequeño salto de agua muy normalito.
Durante la ruta, lo más destacado fue un encuentro con una familia de Indri, que en Mantadia curiosamente tienen el pelaje más oscuro, y están menos acostumbrados a los turistas. El macho desapareció en cuestión de segundos, saltando de forma espectacular entre los troncos (sus poderosas patas traseras les permiten dar saltos de hasta 10 metros). Fue una visión increíble. La hembra tenía una cría en la espalda, y se quedaron un rato observándome con ojos como platos, mientras sacaba fotos geniales. Momentos como este justifican un viaje de miles de kilómetros…
Además, vimos un Ibis que se marchó volando; mariposas con alas que parecían hojas; un enorme milpiés; una araña enorme… Y de nuevo atravesando un paisaje de película, con espesa vegetación y árboles gigantes.
El sendero nos llevó hasta la Piscine Naturelle: una poza de agua de buenas dimensiones, ubicada al pie de una cascada. Allí me pude poner el bañador y darme un chapuzón más que relajante. Claudine desapareció un rato, y me quedé completamente solo, nadando en aguas heladas, rodeado de selva, y sin rastro de otros turistas. Otro momento único. Tras el baño, me senté en una roca a secarme, y me comí unas galletas y dos plátanos. Y una vez seco, volvimos al punto de partida.
REGRESO A ANDASIBE
Ya en la pick up, realizamos el trayecto de vuelta a Andasibe sin problemas. Y llegamos pasadas las 16h, tras un día bien aprovechado. Como la profesionalidad de Claudine fue asombrosa, me despedí de ella dándole 10.000 Ar de propina (por primera y última vez durante mi viaje por Madagascar). Totalmente recomendable.
Para cenar, me acerqué al restaurante de mi hotel, ubicado a unos metros. Allí me senté en su pequeño comedor interior, y pedí un filete de cebú con patatas fritas. El plato era enorme y estaba riquísimo. Y por solo 9.000 Ar. Mientras cenaba, estuve charlando animadamente con un turista francés, que también viajaba en solitario.
CONCLUSIÓN
La visita al Parc National d’Andasibe-Mantadia es obligatoria. Para caminar por selvas espectaculares, y disfrutar de encuentros cercanos con su habitante más famoso: el Indri. Resulta una experiencia única caminar por la selva a primera hora de la mañana, mientras en la distancia se escuchan los aullidos de estos fantásticos animales. Una visita de un par de días será suficiente, dedicando un día a Analamazaotra y otro a Mantadia. Y alojándote en la encantadora aldea de Andasibe.
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Comentarios
2 ComentariosRaúl
Mar 11, 2019Hola! Por fin un blog con información útil y no solo dedicado a contar nuestra propia vida y vender el seguro de viajes que casi todos los blogs de viajes ofertan.
En los diez primeros enlaces de Google, 9 te venden el seguro correspondiente y no te dicen lo que realmente busca el viajero, el precio aproximado del taxi brousee al parque, el precio del alojamiento o lo que cuesta comer.
De nuevo, gracias y por favor no te contamines como los demás.
Ganas De Mundo
Mar 13, 2019Hola! Gracias a ti por el comentario! Me pasa igual, y cuando busco información en algún blog me molesta el exceso de publicidad que hay en muchos de ellos. Por eso desde el principio tuve claro que mi blog no tendría anuncios, ni pop ups (¡cómo los odio!)… Ni siquiera tiene barra lateral, para dar el mayor protagonismo posible a las fotos. La idea es seguir así. De hecho, el 1 de abril comienzo en Estambul una vuelta al mundo que durará unos años, y tengo previsto continuar con la misma filosofía. Un abrazo!