Una antigua población aislada en lo alto de una meseta que fue el hogar de los Tres Reyes Magos y un remoto cañón desconocido para muchos iraquíes
Amadiya (o Amedi en kurdo) es una población situada sobre una meseta ovalada de 450m de altura que domina las llanuras de los alrededores. Por su ubicación privilegiada este lugar ha estado habitado desde tiempos inmemoriales. Aquí prosperó hace casi 5mil años la ciudad de Amedi, que formaba parte del Imperio Asirio. Fue la sede de los Magi, o sumos sacerdotes del Imperio Medo, y tres de ellos viajaron a Belén para conocer al recién nacido Jesús (los famosos Reyes Magos). Y entre los siglos XV y XIX actuó como capital del Emirato de Badinan, otro de los reinos kurdos que existían en el norte de Irak con el permiso del Imperio Otomano.
En la actualidad Amadiya ofrece paisajes de postal y un puñado de edificios históricos, como la Bahdinan Gate o una mezquita del siglo XV. Y de camino se puede hacer un alto en Rezan y visitar el fantástico Cañón de Dore, la versión iraquí del popular Horseshoe Bend.
VIAJE: SORAN – REZAN
Cuando me desperté en el Zagros Hotel de Soran sabía que tenía por delante un desplazamiento laborioso y me daba una pereza tremenda. Pero decidí armarme de paciencia y comenzar a cubrir etapas. Así que preparé las mochilas; desalojé la habitación; y salí a la calle rumbo a lo desconocido. Mi primer objetivo era visitar el Cañón de Dore, ubicado cerca de la población de Rezan. Todo un reto, porque se encuentra a 65km de Soran y se accede por una carretera de montaña que el transporte público ignora. Además tenía poco dinero para gastar, al no haber encontrado ningún cajero automático en Soran.
Estos fueron los pasos:
1. Taxi privado: de entrada caminé hasta el Garaj Peshmerga para tantear mis opciones. Allí un taxista me dijo que viajar a Rezan en taxi privado era carísimo (50milD). Pero me dijo que había taxis compartidos que salían desde el Garaj Hawler y se ofreció a llevarme por 1,5milD. Yo acepté sin dudarlo aunque hice el ridículo, porque el “Garaj” resultó ser un grupo de taxis aparcados justo delante de mi hotel. Pero bueno, el chaval localizó el taxi que necesitaba, habló con el conductor, subí al vehículo y nos pusimos en marcha al momento. Valió la pena pagar ese dinero solo por la gestión.
2. Taxi compartido: en teoría ya tenía resuelto el trayecto a Rezan. ¡Pues al final no había sido tan difícil! Aunque todo era muy sospechoso. Me había parecido entender que el precio eran 10milD, y no me cuadraba ni con la distancia ni con el hecho de que éramos solo 3 pasajeros. Aunque preferí no darle más vueltas. Al menos ya estaba cubriendo kilómetros. El día había amanecido con un cielo completamente despejado y lucía el sol. De camino atravesamos un bonito paisaje, con montañas y pequeñas aldeas. Y en uno de los controles tuve que visitar el despacho de la policía, entregar mi pasaporte y contestar alguna pregunta.
De repente, tras recorrer 40km, llegamos a Pirafat. Entonces los dos pasajeros se bajaron del vehículo y el taxista me solicitó los 6milD del trayecto, poniendo punto y final a sus servicios. Esto ya tenía más lógica. Menudo jarro de agua fría. Demasiado bonito para ser verdad…
3. Autoestop: tanto se me debió notar la decepción en la cara que el taxista me hizo un favor: paró una pick up y pidió al conductor que me llevara hasta Rezan. Así el escenario cambió de forma radical, y encima me ahorré un dinero. De nuevo en marcha, la carretera se adentró en un profundo valle, con paredes de roca de color naranja y un río muy fotogénico. Vi una ardilla buscando comida en el suelo; algún rebaño de cabras; vacas invadiendo la calzada… Hasta que dejamos atrás Rezan y llegamos al punto donde había previsto parar.
EL CAÑÓN DE DORE
Con este sitio me ocurrió algo similar a lo que viví en Gomi Felaw: había vistos fotos espectaculares y quería contemplar el lugar en persona. Pero por mucho que busqué en internet no encontré datos concretos para llegar. Así que estudié los mapas de la zona y en base al trazado del río localicé el mirador desde el que teóricamente se habían obtenido esas imágenes. Aunque todavía tenía por delante dos problemas:
*El mirador estaba a 8km de distancia, junto a una remota carretera donde iba a ser complicado encontrar vehículos para hacer autoestop.
*Iba cargado con mis dos mochilas y no me podía embarcar en largas caminatas.
Menos mal que la suerte me sonrió de nuevo. Un lugareño me vio con pinta de turista y me ofreció llevarme en su 4×4 a cambio de dinero. Mientras le explicaba dónde estaba el mirador para negociar el precio aparecieron unos chavales. Y cuando les enseñé fotos del Cañón de Dore, uno de ellos me dijo que me dirigía al lugar erróneo, y me señaló en el mapa la ubicación correcta del mirador que buscaba. Me dio mucha rabia, porque me había pasado de largo el desvío y ahora la distancia a recorrer era de 14km. Aunque si no llega a ser por el chaval me gasto el dinero para nada… El caso es que el lugareño me pidió 15milD por sus servicios, y al final conseguí incluir en ese precio el trayecto de vuelta más media hora de espera. Así no tenía que preocuparme por las mochilas.
Para alcanzar el Cañón de Dore retrocedimos hasta el pueblo de Rezan, y allí tomamos una carretera secundaria llena de curvas y fuertes pendientes que ya justificó el importe del trayecto. Yo fui controlando mi ubicación con maps.me, y en un punto nos desviamos a la izquierda por una pista de tierra. Al bajar del 4×4 pensaba que aparecería al borde del cañón, pero me tocó caminar unos 300m más cuesta abajo hasta llegar a unas rocas desde las que pude contemplar la impresionante panorámica.
En ese lugar concreto el río Dore crea un meandro con forma de herradura que recorre un profundo barranco. Una imagen que me hizo pensar en el famosísimo Horseshoe Bend de Estados Unidos. Solo que en ese lugar se acumulan cada día centenares de turistas que hay que esquivar, y yo tenía el Cañón de Dore para mí solo. El único sonido era el agua del río y el viento moviendo las hojas secas de los árboles. En los alrededores había pináculos de roca, rebaños de cabras, y al fondo cumbres nevadas. Todo un privilegio poder disfrutar de este maravilloso lugar.
La única pega: que al ser mediodía me encontré el sol ligeramente de cara, y una parte importante del cañón estaba cubierto de sombras. Pero no se puede tener todo… Al final, tras casi media hora haciendo fotos y disfrutando de cada detalle, regresé al 4×4 donde me esperaba el lugareño. La subida fue dura y alcancé el vehículo casi sin respiración, porque no quería pasarme del tiempo acordado.
UN PASEO POR REZAN
En teoría el lugareño me iba a llevar al mismo sitio donde me recogió. Pero al pasar por Rezan vi que se trataba de un lugar muy fotogénico, ubicado en la confluencia de los ríos Shakiu y Gran Zab, y decidí quedarme allí un rato. Para quitarme de encima la mochila grande me acerqué a una gasolinera y pedí al encargado que me la guardara. Y no solo aceptó con gusto, sino que además me invitó a un té, me dio agua, y acabé hablando por teléfono con un amigo suyo que sabía inglés. La amabilidad en el Kurdistán iraquí es infinita…
Al cabo de un rato salí a caminar por la zona, acompañado de un chaval que trabajaba en la gasolinera y estaba encantado de compartir tiempo conmigo. Esto fue lo más destacado:
1. Pantano de Rezan: formado por una presa que bloquea el río Shakiu, sus tranquilas aguas son un espejo que refleja de forma impecable las montañas de los alrededores y un pintoresco restaurante que hay junto a la orilla. Se cruza por un puente que tiene dos enormes banderas inclinadas del Kurdistán. Mucha gente para a hacerse fotos, así que yo también saqué la cámara sin problema (en ciertos países los puentes son lugares delicados).
2. Río Gran Zab: desde el puente me acerqué a la orilla del segundo río, de grandes dimensiones y bastante caudal, rodeado de árboles y vegetación. Aunque con basura por todas partes (en esto Irak e Irán se parecen bastante).
Si cuentas con un presupuesto holgado, cerca del pantano se encuentra el Rubar Hotel & Restaurant. Tiene habitaciones con balcones sobre el agua; unas vistas inmejorables; y el sonido de una cascada de fondo. Según me dijo el chaval de la gasolinera, el hotel cuesta unos 80Usd la noche. Demasiado para mi bolsillo…
Tras el paseo recuperé mi mochila grande y me planté junto a la carretera para intentar completar en autoestop el segundo tramo del día.
VIAJE: REZAN – SULAV
Por delante solo tenía 80km, así que no preveía grandes dificultades. Pero en esta carretera de montaña el tráfico es escaso; muchos vehículos me ignoraban; y hay infinidad de pequeñas aldeas que fraccionan los trayectos hasta el infinito. Al final necesité un total de 9 vehículos y acabé llegando a Sulav de noche, tras invertir más de 3 horas. Y menos mal que en el tercero conocí a un iraní de Urmia que también se dirigía a Sulav, y a partir de ahí fue él quien se encargó de hablar con los conductores, haciéndome la vida más fácil. Al último le pagamos 5milD cada uno para recorrer los kilómetros finales del viaje. Por cierto, me sorprendió mucho ver los cochazos que conducen los kurdos iraquíes: todoterrenos de gama alta, deportivos… (¡el primero que me paró conducía un Dodge!).
De camino disfruté de imágenes para el recuerdo: gigantescas paredes de roca de color naranja que separan el Kurdistán iraquí de Turquía; el río Gran Zab serpenteando por un valle cada vez más vertical; un colegio del que salían graciosos alumnos, incluida una niña con taconazos y un vestido tradicional rojo lleno de lentejuelas; familias sentadas alrededor de una fogata tomando té; una puesta de sol mágica que tiñó el cielo de color naranja; la silueta de Amadiya recortada en la oscuridad… La sensación de aventura era total, mientras me adentraba poco a poco en el corazón del Kurdistán.
Una vez en Sulav me despedí de mi compañero iraní, que se dirigía a Amadiya, a 3km de distancia. Yo también hubiera querido pasar la noche allí pero no hay hoteles. Así que me puse a buscar un lugar para alojarme.
ALOJAMIENTO: DUNYA HOTEL – 25milD/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado con ducha de agua caliente; tranquilidad total por la noche (creo que era el único huésped); buena limpieza; mobiliario moderno; nevera; bomba de calor (hacía frío); trabajadores muy simpáticos; restaurante anexo a precios aceptables.
*Puntos en contra: wifi muy lento; habitación situada justo sobre el restaurante, y los camareros se quedaban viendo la tele a todo volumen hasta tarde; ubicación lejos de Amadiya (aunque desde el hotel hay vistas geniales del pueblo).
La verdad es que mi situación era delicada: noche cerrada; una pequeña población donde todos los comercios parecían estar cerrados; cargado con mis mochilas; y no tenía ni idea de dónde había hoteles disponibles. Todo eso en Irak… Por suerte siempre consigo mantener la calma. Al pasar junto a una carnicería pregunté al propietario, y tras consultar con sus amigos me envió al que parecía ser el único hotel abierto de Sulav (era temporada baja). Tuve que caminar un cuarto de hora por una carretera oscura, con vehículos pasando a escasos centímetros de mí. Pero al final conseguí llegar al Dunya Hotel.
Ahora tocaba enfrentarme a otro problema: contaba con muy poco efectivo y el Dunya Hotel no parecía un lugar económico. En la recepción había varios empleados y estuve unos minutos charlando con ellos. Hasta que me dijeron el precio: 50Usd la noche. No tenía ese dinero ni de coña. Así que decidí ser sincero, expliqué lo que me pasaba y ofrecí el máximo que pude: 25milD por noche (21Usd al cambio). Debí dar algo de pena, porque aceptaron y pude ocupar una habitación. Reconozco que cuando cerré la puerta respiré aliviado, porque no había plan b…
Sin tiempo que perder bajé al restaurante anexo antes de que cerrara. Y es que tenía el estómago vacío. Pedí pollo asado con arroz, y vino acompañado de dos sopas, una ensalada, judías, pan, agua y un té. Justo lo que necesitaba. Precio: 10milD. El comedor era enorme pero tan solo había un par de familias. A continuación pude regresar a mi habitación y descansar. Menudo día…
EXPLORANDO AMADIYA
Al día siguiente me desperté tras una noche en la que pasé bastante frío. Se fue la luz, con lo cual la bomba de calor dejó de funcionar, y el edredón de la cama no abrigaba mucho. Además estaba agotado porque en las últimas jornadas no había parado, aprovechando el buen tiempo reinante. Pero tenía que continuar, así que desayuné unas pastas que había comprado en Soran, preparé la mochila pequeña, y salí a conocer Amadiya.
La primera imagen de esta población impresiona, y me recordó mucho a la Ciudadela de Erbil. En el pasado solo se podía acceder a Amadiya por unos escalones tallados en la roca, pero hoy día hay una carretera por la que se llega sin problema. Yo decidí caminar desde mi hotel esperando disfrutar de buenas panorámicas, aunque me encontré el sol de cara y el paseo de 3km no tuvo ninguna gracia. Solo paré a hacerme una foto junto a una enorme bandera del Kurdistán iraquí pintada en una pared de roca. Una vez en las calles de Amadiya me esperaba un montón de edificios antiguos. Ya no digo asirios, pero por lo menos otomanos. Y en su lugar, con algunas excepciones, solo hay casas y comercios modernos.
Eso sí, pasada la pequeña decepción inicial, deambular por Amediya es muy agradable. Vi grupos de abueletes kurdos charlando que lucían el atuendo tradicional (pantalones anchos, cinturón de tela, turbante y un rosario en la mano); mujeres con vestidos de brillantes bordados; y niños que salían del colegio jugando y riendo. La verdad es que me convertí en el centro de atención, y la gente me saludaba o se acercaba a intercambiar unas palabras. Según me dijeron, en Amadiya conviven judíos, cristianos y musulmanes, sin ningún tipo de tensión o conflicto.
En cuanto a lugares de interés concretos, esto fue lo más destacado de la visita:
1. Bahdinan Gate: también llamada Mosul Gate, está situada al oeste de Amadiya. Se trata de la antigua puerta de entrada a la población. Es enorme, construida en piedra y decorada con relieves donde se intuyen figuras humanas, seres mitológicos y extraños símbolos. Por si fuera poco, junto a los escalones de piedra hay tres nichos excavados en la pared de roca con otros relieves que según los expertos datan de la época del Imperio Parto, hace 2mil años. Un par se conservan bastante bien (con el desgaste lógico del tiempo) y representan a dos guerreros. Sin duda Bahdinan Gate es el monumento más importante de Amadiya.
Mientras exploraba el lugar me encontré a dos parejas de Dohuk y estuvimos charlando unos minutos y haciéndonos fotos. Más tarde apareció un profesor con su grupo de alumnas (todas guapísimas, muy maquilladas y con el pelo descubierto) y se repitió la escena (charla, fotos…). Eran de un instituto de Dohuk y hablaban muy bien inglés. Parecía que mi presencia despertaba más interés que la propia puerta…
Por cierto, en internet vi fotos de otra puerta ubicada al este de Amadiya. Como no la encontraba pregunté a algún vecino enseñando una foto y me sorprendieron sus reacciones. Hasta que un taxista me aclaró el misterio. El ejército turco bombardea la zona de forma esporádica en su lucha contra el PKK (el grupo rebelde kurdo enfrentado al gobierno) que a veces se oculta en las montañas cercanas. Y una de esas bombas destruyó la puerta. Me quedé sin palabras…
2. Mezquita: construida en el siglo XV, tiene un minarete de piedra naranja de 33m de altura, que se levanta por encima de las viviendas.
3. Ruinas: un chaval me propuso enseñarme rincones curiosos del pueblo. Y como en el Kurdistán nunca hay segundas intenciones, le seguí. Me llevó hasta las ruinas de una iglesia, y vimos alguna casa antigua. Mientras paseábamos me explicó que quería emigrar a Estados Unidos para convertirse en piloto de avión de combate… Vaya tela.
4. Vistas: desde Amadiya las panorámicas de los alrededores son impresionantes, con llanuras cubiertas de vegetación, colinas ondulantes, poblaciones con casas de colores, cumbres nevadas… Incluso pude ver las ruinas de una Madraza (escuela coránica) no muy lejos de mi hotel.
5. El taxista que me explicó la historia de la puerta insistió en que subiera a su vehículo, y me hizo un breve tour por el pueblo para mostrarme diferentes lugares de interés. Algunos ya los había visto, pero gracias a él descubrí un arco con los relieves de dos dragones y un ser alado; y las ruinas de un antiguo Templo Zoroastriano. Por supuesto cuando acabamos me dio la mano y se despidió sin pedirme dinero. Lo del Kurdistán es de otro planeta…
Durante mi recorrido pasé por un local de Döner y me encontré al chaval iraní con el que compartí autoestop el día anterior (ya sabía que trabajaba por allí). Y como tenía hambre, me senté unos minutos en una mesa exterior a comer un sandwich de pollo. El chaval me regaló un pequeño bol de sopa, y solo pagué 1milD.
UNA CAMINATA POR EL CAMPO
Tras llenar el estómago regresé a la Bahdinan Gate y bajé por los escalones de piedra en dirección a la llanura. Mi idea era dar un paseo por la zona y seguir el perímetro de la meseta hacia la carretera principal. Primero crucé varios cobertizos de campesinos, donde por suerte no había perros sueltos. Y después seguí un zigzagueante sendero que, cruzando una ladera de hierbas amarillas, me llevó en continuo descenso hasta una carretera secundaria. Al cabo de unos metros me desvié por una pista de tierra y crucé un paisaje precioso, con árboles exóticos y vistas de las montañas. Fue un paseo genial, avanzando a ritmo tranquilo, disfrutando de un sol agradable, sin encontrarme a nadie.
Eso sí, esperaba poder hacer buenas fotos de la meseta y Amadiya, pero la pista está demasiado pegada y me quedé con las ganas. En cuanto a fauna, muchos pájaros revoloteando, incluido un grupo de perdices que emprendió el vuelo al verme emitiendo un sonido rarísimo y me pegó un susto de muerte. Y es que de vez en cuando me acordaba que estaba caminando solo por los montes de Irak. Cuando tomé la pista alguien me llamó varias veces desde lejos (no conseguí ver quién); minutos más tarde se escuchó un disparo (¡?); y por todas partes había alambradas. Normal que estuviera a la defensiva…
Una vez en la carretera principal recorrí un tramo a pie contemplando el paisaje. Y después paré un coche que me llevó hasta Sulav.
EN BUSCA DE UN MIRADOR
A todo esto ya eran casi las 15h y por diversos motivos todavía no había podido hacer ni una foto panorámica decente de Amadiya. Así que para acabar la jornada decidí subir hasta una cima para contemplar la meseta desde las alturas. De entrada el objetivo parecía sencillo. Avancé por una carretera secundaria siguiendo las señales hacia el Amadiya Park, ganando altura a buen ritmo, acercándome a las escarpadas montañas que separan Turquía y el Kurdistán. Y pronto divisé el mirador ideal, coronado por una bandera del Kurdistán. Pero los problemas se sucedieron:
*Entre la carretera y el mirador me encontré un edificio con pinta de cuartel militar, y todo el perímetro estaba vallado, impidiéndome el acceso. Parecía vacío, y había un hueco por el que podría haberme colado, pero no me la quise jugar.
*Continué caminando y Amadiya apareció en la distancia. Aunque en primer plano había un montón de árboles que tapaban las vistas.
*No muy lejos vi un par de mansiones de lujo en construcción y sus terrazas prometían una buena panorámica. Así que me acerqué y busqué la forma de acceder al interior, pero las puertas estaban cerradas con llave. A esas alturas ya iba a la desesperada. ¡Intentando colarme en una casa!
*Como último recurso bajé por una pista de tierra y llegué a un conjunto de viviendas particulares. En el jardín de una de ellas descubrí un lugar con buenas vistas, y como la puerta de acceso estaba abierta decidí entrar. Pero al poco un perro enorme se puso a ladrar como loco y tuve que salir de allí a toda pastilla, maldiciendo la situación.
Al final me invadía una sensación de rabia e impotencia total. El sol se ocultaba en el horizonte, y yo allí caminando entre pistas sin salida y vallas metálicas que me cerraban el paso. No podía tener más mala suerte. Y aun gracias que llegué al Amadiya Park y pude bajar directo hasta Sulav, porque ya me veía dando media vuelta. El parque desciende por la ladera de la montaña siguiendo el cauce de un arroyo. En verano tiene que ser un sitio genial para pasear o sentarse a tomar té, pero como era invierno me encontré el lugar desierto, con sus cafés cerrados y basura por todas partes. Aquí avancé a un ritmo endiablado, porque ya oscurecía y no me pareció un sitio nada seguro.
De vuelta en el hotel estaba realmente agotado tras todo el día caminando sin parar. Y a pesar de haber vivido una gran jornada, no pude evitar sentir un punto de decepción por la última excursión fallida. Pero bueno, me estiré un rato en la cama a descansar y más tarde bajé a cenar al restaurante. Allí repetí menú, cambiando el muslo de pollo por Kebab (también de pollo); y lo rematé con una naranja en vez de té. Precio: 10milD. Mientras cenaba compartí el comedor con dos mesas más, pero se marcharon y acabé solo, así que no me entretuve mucho, y regresé a mi habitación.
OTRA VEZ EL MIRADOR
Por la mañana mi alarma sonó a las 7.30h y estuve meditando unos minutos. Como ya he comentado en alguna ocasión, tengo un serio problema: cuando me propongo hacer algo no paro hasta conseguirlo. En teoría ya había acabado mi visita a Amadiya y tenía que viajar hacia Dohuk. Pero no podía marcharme sin contemplar una buena panorámica del pueblo. Así que piqué unas galletas, cogí mi cámara de fotos, y salí a la calle. Ya lucía el sol, pero los comercios estaban cerrados y había muy poca gente.
Tras examinar el mapa concluí que el lugar perfecto para ver Amadiya desde la distancia era la cima que intenté alcanzar la tarde anterior. No había alternativas. Con lo cual caminé hasta la misma carretera secundaria que conduce al Amadiya Park y comencé a subir. Esta vez no me iba a detener nada ni nadie.
Pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Y al poco empecé a ser consciente de los peligros que me rodeaban. Estaba completamente solo; en unas montañas que utilizan guerrillas del PKK para ocultarse, y que Turquía bombardea a veces; rodeado de alambradas; y con la silueta de un cuartel en la distancia cuyos ocupantes no podían pensar nada bueno al ver a un tipo sospechoso vestido de negro, con una cámara de fotos y sin documentación (me había dejado el Pasaporte en el hotel). Eso sin contar la posibilidad de pisar alguna mina, pues un par de años antes la zona fue un campo de batalla entre Peshmergas y tropas del gobierno de Irak. Reconozco que iba muerto de miedo.
Aunque de repente se hizo la luz: vi a un lugareño en el patio de su pequeña granja y fui directo hacia él. Le pregunté cómo llegar al mirador y con gestos me indicó el camino correcto. Esta sencilla respuesta borró de golpe todos mis temores, porque si existiera algún riesgo el hombre me habría intentado detener (o al menos ese fue mi razonamiento). El caso es que desde la granja subí sin parar por un estrecho sendero, pasando a escasa distancia del cuartel, y en un cuarto de hora alcancé la cima de la montaña. El subidón de felicidad cuando miré al otro lado y contemplé Amadiya en todo su esplendor es indescriptible… Y allí me quedé más de media hora disfrutando de las vistas. Las condiciones de luz no eran ideales para la fotografía, pero me dio absolutamente igual. Reto superado.
A continuación bajé por el mismo sendero y continué hasta llegar a la carretera principal, con una sonrisa de oreja a oreja. Y como todavía era temprano, me dirigí hacia Amadiya para dar un último paseo por el pueblo.
CONCLUSIÓN
Amadiya es otro lugar icónico que no debería faltar en cualquier recorrido por el norte de Irak. Situada sobre una imponente meseta, esta antigua población se puede visitar como una excursión de un día desde Dohuk (está a menos de hora y media en taxi compartido). Pero si te gusta la aventura te recomiendo acceder a Amadiya desde Rawandiz. Atravesarás paisajes únicos y de camino podrás visitar el magnífico Dore Canyon. Yo viví aquí algunos de los momentos más emocionantes de mi viaje. En este caso necesitarás un mínimo de dos jornadas: una para el trayecto y otra para visitar Amadiya. Las opciones de alojamiento más evidentes se encuentran en Sulav, donde en temporada baja hay un amplio margen para el regateo.
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Comentarios
2 ComentariosHugo Angel Goñi
Mar 24, 2023Espectacular las imágenes y la narrativa, gracias por compartir
Ganas De Mundo
Mar 24, 2023Gracias a ti por el comentario. Un abrazo!