Una espectacular ciudadela del siglo XVIII decorada con esculturas y memoriales, y un siniestro castillo alejado de los circuitos turísticos
Alba Iulia es uno de los asentamientos más antiguos de Rumanía. Tras la caída del Reino Dacio en el año 106, los Romanos ubicaron aquí la principal ciudad y base militar de la Provincia de Dacia, que llamaron Apullum en referencia al fuerte Dacio de Apulon, situado a escasos kilómetros de distancia. Entre 1542 y 1690 Alba Iulia fue capital de la región de Transilvania, hasta que la llegada de la dinastía de los Habsburgo provocó su traslado a la vecina Sibiu, y la ciudad se rebautizó con el nombre de Karlsburg, en honor al Emperador Carlos VI. Durante el siglo XVIII se construyó la espectacular Ciudadela Alba Carolina, sin duda la principal atracción turística del lugar. Además Alba Iulia ocupa un lugar importante en la historia reciente del país, ya que aquí se decidió en 1918 la unión de Transilvania con el Reino de Rumanía.
Después de explorar Alba Iulia mi siguiente parada fue Hunedoara, donde se encuentra el Castillo de Corvin, uno de los más impresionantes del país. Su construcción comenzó en el año 1446, como residencia de John Hunyadi, Voivod de Transilvania a las órdenes del Reino de Hungría. Hunyadi fue un exitoso general que durante muchos años resistió los ataques del Imperio Otomano y hasta conquistó el Principado de Valaquia, asesinando al mismísimo Vlad Dracul. Su prestigio hizo que en 1458, dos años después de morir, su hijo Matthias Corvinus fuera elegido Rey de Hungría.
VIAJE: SIBIU – ALBA IULIA
Para este desplazamiento decidí utilizar el autobús en lugar del tren, porque solo había uno a las 7h y el siguiente ya era a las 16h. Así que tras preparar mis mochilas desalojé el dormitorio del B13 Hostel, fui hasta la Terminal de Autobuses de Sibiu, y cogí el de las 9.45h.
El viaje duró algo menos de hora y media para recorrer los 75km hasta Alba Iulia. El trayecto no tuvo mucha historia, avanzando a buen ritmo por una carretera en perfecto estado. Precio: 18L. Desde la Terminal de Alba Iulia caminé hacia mi alojamiento, situado a un par de kilómetros. Y pasé junto a un gigantesco cementerio lleno de cruces y lápidas. En una esquina hay una sección dedicada a los soldados del Ejército Ruso caídos durante la Segunda Guerra Mundial, donde destaca un monumento decorado con una estrella roja, además del símbolo de la hoz y el martillo.
Como todavía era pronto para el check in, preferí hacer un alto en una cafetería y me senté en una mesa de la terraza a leer y escribir. Allí me atendió una camarera muy simpática con un inglés excelente, me tomé un café con leche acompañado de caramelos (7L) y utilicé el wifi del local.
ALOJAMIENTO: LA MAISON BLANCHE – 93L/Noche
*Puntos a favor: buena limpieza; ubicación muy céntrica, a 5 minutos de la Ciudadela; wifi rápido; nevera compartida; botella de agua de cortesía.
*Puntos en contra: el “estudio” prometido es en realidad una cocina con un sofá, una pequeña mesa y un perchero; lavabo compartido; habitación ruidosa (dentro está el calentador de agua y cuando los huéspedes se duchaban parecía un motor); precio.
Reservé este alojamiento a través de Booking y me costó bastante encontrarlo, porque estaba mal indicado en Google Maps. Una vez en la entrada me recibió la mujer de la limpieza, que no hablaba ni una palabra de inglés. Por suerte al poco me llamó por teléfono el dueño y me dio las instrucciones necesarias para instalarme. Pero cuando abrí la puerta de mi habitación la decepción fue mayúscula: aquello era un auténtico timo y de estudio no tenía nada. Sin duda el peor alojamiento de mi viaje por Rumanía. Y no porque me importe dormir en lugares así, sino por la relación calidad-precio. Pagar 19€ me pareció desorbitado.
En fin, pasado el enfado inicial dejé las mochilas y salí a la calle en busca de algún lugar para comer.
COMIDA: GAVROCHE
Encontré este restaurante cerca de mi alojamiento y ocupé una pequeña mesa de su terraza. En el menú los platos rumanos brillaban por su ausencia. Solo había comida italiana, mexicana, hamburguesas… Pero tenía hambre y no me importó. Me atendió una camarera muy maja y pedí un plato de espagueti con salsa carbonara acompañado de pan y una cerveza. Precio: 38L. Tras la comida me hubiera quedado un rato más en la terraza, pero los rumanos fuman sin parar y la atmósfera era irrespirable, así que regresé a mi habitación.
El resto de la tarde estuve leyendo y planificando las visitas de los próximos días. Y después me acerqué a un supermercado Profi, donde hice una compra para la cena y los desayunos.
UN PASEO NOCTURNO
Cuando comenzó a atardecer decidí caminar hasta la Ciudadela Alba Carolina y disfrutar de su ambiente nocturno, dejando la visita más exhaustiva para el día siguiente. En la calle me encontré con un cielo espectacular, teñido de color rojo oscuro; y soplaba un viento frío que me hizo echar de menos mi chaqueta.
La Ciudadela Alba Carolina es una construcción imponente. Tiene forma de estrella de siete puntas, con enormes murallas de ladrillo y magníficas puertas de acceso cubiertas de relieves y esculturas. Se levantó sobre las ruinas de una antigua ciudadela medieval, y con el paso del tiempo se añadieron diferentes edificios y memoriales que te mantendrán entretenido durante horas (el acceso al recinto es gratuito). La verdad es que me encantó pasear por Alba Carolina, descubriendo lugares de interés envueltos en sombras, puestos de comida y animadas terrazas. Eso sí, los ciclistas pasaban a toda pastilla y eran un peligro.
Al final acabé en un mirador con unas vistas preciosas de Alba Iulia. Mi idea era pasar más tiempo por allí, pero el cielo se llenó de negros nubarrones, y de vez en cuando se iluminaba con amenazantes relámpagos. Así que caminé a toda prisa de regreso a mi alojamiento antes de que me pillara la lluvia (me fue de un pelo).
Ya en la habitación cené pan con jamón york y queso, y de postre un arroz con leche con mermelada de cereza (no estuvo mal). Además de mi “estudio”, La Maison Blanche también ofrece dos habitaciones, pero había leído críticas negativas porque están separadas por una simple puerta corredera y se oye todo lo que pasa en la otra. Por la noche me alegré de haber elegido el “estudio”, porque una de las habitaciones estaba ocupada por una pareja realmente ruidosa: ella no paraba de toser, y más tarde él roncaba como una bestia.
EXPLORANDO LA CIUDADELA
Al día siguiente tenía previsto levantarme no muy temprano, pero a las 7.15h me despertó el ruido del calentador, porque mis vecinos decidieron madrugar y pegarse una duchita. En fin… Como ya no pude volver a dormir, me quedé un rato leyendo. Y después me vestí; desayuné galletas, zumo y un yogurt; preparé la mochila pequeña; y me dirigí a la Ciudadela Alba Carolina. La jornada amaneció soleada, aunque de nuevo cometí el error de salir en pantalón corto y camiseta, porque el viento era muy frío. Estos son los principales lugares de interés de la Ciudadela:
1. Monumento de la Unión: data de 2018 y se compone de cuatro enormes cruces blancas unidas por la parte superior. Conmemora el centenario de la creación del moderno estado de Rumanía (formado por 4 regiones).
2. Puertas de Entrada: una auténtica maravilla, con esculturas y relieves representando personajes de la mitología griega o al Emperador Carlos VI. En el lado oriental hay tres puertas que conectan la Ciudadela con la parte baja de Alba Iulia; y en el occidental una.
3. Catedral Ortodoxa: fue construida en el año 1922 para albergar la ceremonia de coronación del Rey Fernando I. En la entrada hay un campanario de 58m de altura y un patio con montones de rosas de diferentes colores. La catedral es enorme, con tres torres y muros interiores cubiertos de frescos representando escenas de la Biblia y personajes de la época.
4. Catedral Católica: es del siglo XI y eso la convierte en la catedral más antigua de Rumanía, aunque fue destruida en varias ocasiones por los Mongoles, Sajones, Otomanos, Habsburgo… El templo combina los estilos Románico y Gótico, y su exterior está decorado con estatuas y relieves. El interior me gustó mucho, con diferentes tumbas medievales (entre ellas la del famoso John Hunyadi); un enorme órgano; un elaborado púlpito; y una sacristía con la inquietante lápida de una monja (acompañada de una foto).
A escasos metros de la Catedral hay una estatua ecuestre de Mihai the Brave; y el Palacio donde vivían los Príncipes de Transilvania (por supuesto Húngaros) durante el periodo en que Alba Iulia fue su capital. Cuando visité la Ciudadela se estaban realizando obras de restauración y la fachada del Palacio se encontraba completamente cubierta por una lona.
5. Union Hall: en esta sala se firmó en 1918 el tratado según el cual la región de Transilvania se separaba de Hungría y pasaba a formar parte del Reino de Rumanía, creado en 1881. Se eligió este lugar porque era el recinto más grande de Alba Iulia para dar cabida a los más de 1200 delegados que participaron en la votación. La entrada es gratuita, y la sala está decorada con arcos y frescos donde aparecen diferentes gobernantes de Valaquia y Transilvania (incluido el inconfundible Vlad Tepes). Teniendo en cuenta la importancia histórica de este sitio, me sorprendió que no hubiera nadie.
6. Museo Principia: alberga las ruinas del Castrum (cuartel militar) que alojaba a la 13a Legión Gemina, emplazada de forma permanente en la Provincia de Dacia por el Imperio Romano. Las ruinas están cubiertas y para acceder hay que pagar. Yo no las visité, así que no puedo opinar.
7. Obelisco de Horea, Closca y Crisan: estos 3 personajes lideraron una revolución de los campesinos Rumanos de Transilvania, que en 1784 se enfrentaron a los señores feudales Sajones y Húngaros reclamando mejores condiciones de vida. Ese mismo año el levantamiento fue aplastado por el ejército de los Habsburgo y sus líderes condenados a muerte. Pero Horea, Closca y Crisan han pasado a la historia como símbolo de la resistencia.
El Obelisco está decorado con relieves y una escultura alada de la diosa Victoria. Y desde él se puede contemplar una excelente panorámica de Alba Iulia, con las colinas de fondo.
8. Iglesia de Mihai the Brave: de madera oscura y ubicada fuera del recinto de la Ciudadela, fue trasladada desde la región de Maramures en el año 1992. Cuando llegué la puerta estaba cerrada, pero al menos pude dar un paseo alrededor del templo y hacer fotos de su afilada torre. Mihai the Brave es otro personaje muy respetado en el país. Fue Príncipe de Valaquia, y en el año 1600 conquistó las regiones de Transilvania y Moldavia, adelantándose a lo que es actualmente el moderno estado de Rumanía. Pero un año más tarde fue asesinado por orden de los Habsburgo y la unión se deshizo.
Además de estos lugares, la Ciudadela Alba Carolina cuenta con numerosas estatuas y monumentos distribuidos por sus avenidas y jardines. Todo en perfecto estado tras años de trabajos de restauración. Durante mi visita había bastante gente, creando una atmósfera muy animada.
COMIDA: AUTOSERVIRE STADION
El día anterior, cuando caminaba hacia el supermercado Profi, le eché el ojo a este lugar y decidí acercarme a comer. Pedí Ciorba de Burta; Pollo con salsa de champiñones; patatas fritas; y una cerveza Heineken. Todo por tan solo 24L. Estaba hambriento, así que me senté en una mesa del enorme comedor y devoré los platos. Y me fui a mi habitación a descansar un rato.
Por la tarde regresé a la Ciudadela para fotografiar algunos monumentos con una mejor iluminación. Después hice una pequeña compra en un supermercado Penny Market. Y cené pan con queso de untar y una mousse de chocolate. La pareja de la noche anterior se había marchado, pero en su lugar apareció una familia que ocupó las dos habitaciones y se comportó como si estuviera en su casa, con las puertas abiertas, gritos, risas… Al final, a eso de la 1h de la mañana tuve que salir a llamarles la atención, y aun así estuvieron un buen rato entrando y saliendo del lavabo y dando portazos. Menudos impresentables…
VIAJE: ALBA IULIA – HUNEDOARA
La jornada comenzó tras una noche en la que dormí poco más de 4 horas. En parte por mis ruidosos vecinos, pero también porque tenía que llegar temprano a la Terminal de Autobuses de Alba Iulia. Así que sin perder tiempo me vestí; desayuné galletas, un yogurt y zumo de naranja; preparé las mochilas; desalojé mi “estudio” (sin ninguna pena); y caminé hasta la Terminal. En el exterior me encontré un tiempo desapacible, con el cielo cubierto de nubes grises y un viento frío. Menos mal que salí con margen suficiente, porque calculé mal la distancia y llegué demasiado justo. Entre Alba Iulia y Hunedoara no hay tren, ni tampoco un autobús directo, así que mi desplazamiento constó de 2 etapas:
1. Maxi Taxi hasta Deva: el día anterior me había pasado por la Terminal para consultar los horarios y el encargado de la Oficina de Información me explicó lo que tenía que hacer, con lo cual no hubo sorpresas. Me ubiqué en el andén correcto y al cabo de unos minutos apareció la furgoneta. Yo guardé mi mochila grande en el maletero trasero; pagué el billete al conductor (24L); y ocupé un asiento de la fila individual (el vehículo iba casi vacío). El trayecto duró poco más de una hora, atravesando un paisaje intrascendente, con diferentes núcleos urbanos y plantaciones de maíz. Eso sí, el conductor iba a toda pastilla y en un par de ocasiones se vivieron momentos de tensión, con algún frenazo brusco. Pero bueno, por suerte llegamos a la Terminal de Autobuses de Deva sin incidentes.
La principal atracción turística de Deva es su ciudadela medieval, situada en lo alto de una colina. Yo la pude ver en la distancia, mientras el maxi taxi avanzaba por el centro de la ciudad, y ofrece un aspecto imponente. Pero no la visité y continué el viaje.
2. Maxi Taxi a Hunedoara: en la Terminal de Autobuses de Deva los vehículos estaban aparcados sin un orden lógico, aunque la fortuna me sonrió. Tras curiosear unos segundos vi una furgoneta con un cartel donde se leía «Hunedoara» y dos personas esperando; me situé junto a ellos; y en cuestión de minutos ya estábamos en marcha. El billete me costó 9,5L y de nuevo ocupé la fila individual. El viaje fue breve, porque solo se trataba de recorrer 17km, y el maxi taxi acabó en la Terminal de Hunedoara.
Aun no era la hora del check in en el alojamiento, así que al ver una cafetería decidí sentarme en su terraza. Allí me tomé un café con leche (7L) y pude utilizar el wifi del local. Al cabo de hora y media caminé tranquilamente hacia el lugar elegido para pasar la noche.
ALOJAMIENTO: CASA INA – 100L/Noche
*Puntos a favor: cama doble muy cómoda (aunque con dos colchones individuales); lavabo privado con ducha de agua caliente; buena limpieza; ubicación genial, a 15 minutos a pie del Castillo de Corvin; tranquilidad total por la noche; propietario realmente amable; nevera exterior compartida.
*Puntos en contra: wifi horrible.
Reservé este alojamiento familiar a través de Booking y fue todo un acierto. Teniendo en cuenta que se trata de lugares de estilo y precio similar, la diferencia de calidad con el “estudio” de La Maison Blanche es abismal. El propietario no hablaba inglés, pero a través de su hija (al teléfono) me explicó todo lo que necesitaba saber y nos despedimos. Una vez instalado en la habitación, preparé mi mochila pequeña y salí a la calle.
COMIDA: LA CRAMA
Lo primero era llenar el estómago, y el propietario de Casa Ina me recomendó este restaurante situado a un par de calles. Allí ocupé una mesa de la terraza interior, y pedí Tochitura (carne de cerdo y trozos de salchicha en salsa, con mamaliga y un huevo frito); ensalada de tomate; y una cerveza Ursus. Ya había probado el Tochitura en Sulina y no me hizo mucha gracia; y la verdad es que a la segunda tampoco me acabó de convencer, así que no lo volví a pedir. Además la camarera me trató de una forma bastante seca. Pero el ambiente era muy agradable, con apenas un par de mesas de lugareños; y el precio fue económico (35L).
Tras la comida ya estaba listo para explorar el lugar. Hunedoara es una ciudad bastante fea, pero recibe un flujo constante de turistas gracias al Castillo de Corvin, ubicado en las afueras, así que me dirigí a la entrada. De camino vi un curioso monumento dedicado a los trabajadores de la industria siderúrgica, de gran importancia histórica en Hunedoara.. Se compone de dos enormes paneles con relieves representando diferentes escenas de estilo soviético. Fue toda una sorpresa, porque en Rumanía cuesta encontrar restos de su pasado comunista.
EL CASTILLO DE CORVIN
Horario: 9h – 20.30h (los lunes abre más tarde, a las 12h)
Precio: 31L
Fotografía: ok (pagando 5L más)
El Castillo de Corvin se levantó sobre las ruinas de una antigua fortaleza coronando un montículo junto al río Zlasti. En tiempos de John Hunyadi era de estilo Gótico, pero con el paso de los años sus nuevos propietarios, como Matthias Corvinus o Gabriel Bethlen (Voivod de Transilvania en el siglo XVII), le añadieron elementos Renacentistas. Los incendios también se cobraron su peaje y el castillo fue reconstruido en varias ocasiones. La última a finales del siglo XIX, responsable del aspecto actual del edificio.
Cuando llegué a la entrada me encontré con una panorámica memorable del castillo, con sus enormes muros; varias torres rematadas por afilados tejados de color rojo; y un puente que cruza el río Zlasti. Allí me quedé un buen rato haciendo fotos desde todos los ángulos posibles (mejor luz por la tarde). Y observando con cara de póker las locuras que hacía la gente por un selfie: algunos se acercaban peligrosamente al borde del barranco (los vigilantes de la entrada les llamaban la atención); otros posaban en interminables sesiones adoptando posturas imposibles; y hasta vi una chica vestida con traje de época dando instrucciones sin parar a su pareja. En fin, las redes sociales han creado un monstruo difícil de controlar…
A continuación compré mi billete en la taquilla, y decidí pagar los 5L extra para poder hacer fotos dentro del castillo. Aunque me los podía haber ahorrado, porque nadie comprobó mi billete. Tras cruzar el puente accedí a un patio que conecta con los diferentes lugares de interés: una Capilla con un par de coloridas vidrieras; el Knights Hall, lleno de arcos y columnas; la claustrofóbica Prisión; un pequeño Museo Etnológico, con muebles y ropa tradicional; una sala con Trofeos de Caza; otra con Lápidas antiguas… La verdad es que los interiores están bastante pelados y escasean los elementos decorativos. Pero hay que tener en cuenta que el castillo estuvo abandonado durante mucho tiempo, y hubo una época en la que se utilizó como almacén de chatarra. Aun así, hay detalles interesantes por todas partes: ventanas, desagües con forma de gárgola, escudos, relieves…
También hay una terraza que ofrece unas vistas geniales, con las diferentes torres (incluida Mace Tower, que conserva restos de pintura y está rematada por un guerrero medieval); y Hunedoara, con los campanarios de varias iglesias y las colinas de fondo. La anécdota se produjo cuando subí una torre de varios pisos por una frágil escalera de madera que provocaba atascos de gente, y al final acabó en un punto donde estaba prohibido continuar. Obviamente no fui el único visitante del castillo, y en todo momento estuve rodeado por docenas de personas. Pero aun así me lo pasé muy bien y es un lugar totalmente recomendable.
El Castillo de Corvin fue elegido para rodar las escenas del monasterio donde está ambientada la película de terror “The Nun” (2018), una decisión muy acertada porque es realmente siniestro. Además está rodeado de calles desiertas, con casas en ruinas, fábricas abandonadas, lugareños de rostro serio… Cuando se hizo de noche regresé esperando ver el castillo iluminado, pero no fue así y me volví a la habitación. Al menos disfruté de un paseo muy atmosférico, caminando junto al río completamente solo, con la silueta del enorme edificio frente a mí. Una gran forma de acabar mi recorrido por esta zona de Rumanía.
CONCLUSION
Alba Iulia me pillaba de camino a Cluj Napoca, pero visitar el Castillo de Corvin implicó desviarme hacia el sur. El motivo: las fronteras de Ucrania se encontraban cerradas a los turistas por la crisis del coronavirus, y decidí hacer tiempo explorando ese rincón de Transilvania menos conocido. La verdad es que fue todo un acierto, porque la ciudadela de Alba Iulia es un auténtico festival de arte; y el Castillo de Corvin se convirtió junto al de Peles en mi favorito de Rumanía. Te recomiendo dedicar al menos medio día a cada lugar, y si te alojas en Alba Iulia evita a toda costa La Maison Blanche.
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