Un valle rodeado de montañas de formas surrealistas y una visita a la mítica necrópolis nabatea de Madain Saleh, tras varias noches durmiendo en mi coche
Al Ula es una población de apenas 35mil habitantes con una ubicación espectacular, en un fértil valle cubierto de palmerales, rodeado de paredes de roca rojiza y pináculos de formas imposibles. Fue fundada en el siglo VIII AC y se convirtió en la capital del Reino Lihyanita, aunque en esa época se llamaba Dadan. Y durante mucho tiempo Al Ula prosperó gracias a ser una importante parada de las caravanas de camellos que cruzaban la Península Arábica, transportando mirra, incienso y especias. Hasta el punto que el actual Golfo de Aqaba era conocido como Golfo de Lihyan.
En Al Ula hay varios lugares de interés, como las ruinas de Dadan, Old Al Ula o Elephant Rock. Y mi estancia coincidió con la celebración del festival anual Winter at Tantora Season, que ofrecía numerosas actividades. Pero es que además Al Ula se encuentra a tan solo 22km de las ruinas de Madain Saleh, la que fue segunda capital del Reino Nabateo, y que siempre había soñado con poder visitar.
VIAJE: JUBBAH – DULAYHAN
En un principio, teniendo en cuenta que ya eran las 15h, mi plan consistía en viajar de Jubbah a Hail y pasar la noche en el Al Eairy Apartments Hail 3. Aunque cuando Abu Sukkar (mi anfitrión en Jubbah) se enteró, me dijo que él también iba a Hail y me propuso que fuéramos juntos, él en su 4×4 y yo detrás en mi coche de alquiler. La verdad es que acepté a regañadientes, porque corría el peligro de acabar en otra ruta interminable de casa en casa, y no me apetecía nada. Pero no tuve que preocuparme: Abu Sukkar arrancó a toda pastilla y le perdí durante el trayecto. Ni siquiera me pude despedir…
Para llegar a Hail recorrí 120km siguiendo la misma ruta que utilicé el día anterior. De camino pasé junto a dunas enormes de arena naranja, montañas imponentes y algún comercio curioso (como uno que vendía peluches y cometas). Ya en el centro de la ciudad cambié de planes y decidí avanzar todo lo posible hacia Al Ula. No fue fácil enlazar con la carretera (ni siquiera utilizando Google Maps) y me pasé de largo el desvío en un par de ocasiones. Al menos una vez en el camino correcto ya no tuve problemas y avancé a buen ritmo.
Al poco atravesé una zona de montañas descompuestas, con enormes piedras y rincones protegidos donde podría haber acampado. Pero no tenía comida ni agua, y me vi obligado a continuar hasta que encontré un área de servicio con una tienda. Allí compré provisiones (agua, galletas, zumos, chocolatinas…) y pude seguir. Pasadas las 17h el sol ya estaba muy bajo y paré en un parking junto a la carretera, 2km antes de la población de Dulayhan. Al tratarse de una llanura muy expuesta soplaba un fuerte viento, así que descarté la opción de acampar y decidí dormir en el coche.
Cerca de allí había una montaña e intenté subir a la cima para contemplar el atardecer, pero el sol comenzó a ocultarse cuando todavía estaba a medio camino. De todas formas fue un gran espectáculo, con el cielo de color naranja y bonitas vistas de los alrededores. De regreso en el coche piqué unas galletas (todavía tenía el estómago lleno gracias al Kabsa del velatorio de Jubbah), escribí un rato, y me entretuve curioseando en internet (al menos había cobertura). Por delante tenía 13 horas de oscuridad y ya hacía bastante frío, pero la sensación de aventura era total, aparcado en un lugar remoto de Arabia Saudí.
VIAJE: DULAYHAN – AL ULA
Al día siguiente me desperté a las 6.30h tras una noche movidita. Cuando me estaba metiendo en el saco para dormir, pasada la medianoche, apareció un coche de Policía con las luces de emergencia y vino directo hacia mí. El agente me gritaba cosas en árabe y no entendía nada, así que le di mi Pasaporte. Cuando vio que era un turista la situación se relajó un poco, pero el hombre me dijo que me marchara de allí. A esas horas no tenía ganas de moverme y me resistí. Por suerte hizo una llamada telefónica, su jefe le dijo que me dejara tranquilo (o eso deduzco) y se largó.
Ya no me molestó nadie más, pero según avanzaba la noche el frío apretó y tenía los pies congelados. Tanto que tuve que salir a coger del maletero dos pares de calcetines extra. Además, el espacio en los asientos traseros era insuficiente y me tocó dormir con las piernas muy flexionadas. Con este panorama me desperté en numerosas ocasiones y por la mañana estaba hecho polvo. Eso sí, a través de las ventanillas disfruté de un cielo lleno de brillantes estrellas. Mientras me desperezaba, piqué unas galletas para desayunar. Y a las 7.15h comenzó a salir el sol, caldeando un poco el ambiente. A continuación recogí las cosas y me puse en marcha rumbo a Al Ula.
Por delante tenía algo más de 330km de distancia, siempre hacia el oeste, siguiendo una carretera de un carril por sentido con muy pocas curvas. A esas alturas ya me había adaptado al coche automático a la perfección y avancé con confianza, sin bajar de 110km/h. De camino paré en varias ocasiones para hacer fotos curiosas: vehículos que al dejar de funcionar (o tener un accidente) quedan abandonados cerca de la carretera; señales que avisan de la presencia de camellos, o de zonas con riesgo de tormentas de arena; y alguna bonita panorámica, con arena de color naranja y las montañas de fondo. También recogí a un autoestopista sudanés envuelto en una túnica blanca. Fueron apenas 40km y el hombre se marchó muy agradecido.
Al principio del trayecto vi bastantes gasolineras, y como todavía me quedaba medio depósito decidí continuar. Pero después desaparecieron por completo. Mientras, la aguja fue bajando, se encendió el piloto de la reserva, y empecé a tomar medidas para ahorrar combustible (apagué el aire acondicionado, reduje la velocidad a 90km/hora…). Y ni rastro de gasolineras. La situación era desesperante. Hasta que al final, a apenas 12km de Al Ula, vi una en el carril opuesto y me lancé hacia ella. Qué peso me quité de encima. Y según el encargado tuve suerte, porque en unos minutos tenía previsto cerrar una hora para ir a rezar a la mezquita (yo hubiera continuado en busca de otra y habría vivido momentos dramáticos). Llenar el depósito de gasolina 91 me costó 55R.
Otro problema fue el viento huracanado, que me zarandeaba (sobretodo cuando pasaban cerca camiones de mercancías), y en algún punto me lanzaba nubes de arena.
Buena parte de la ruta atravesó una llanura pedregosa sin mucha gracia. Y a unos 50km de Al Ula el paisaje se llenó de imponentes montañas erosionadas de color naranja. También vi un par de campamentos enormes, con jaimas, todoterrenos y camiones, además de camellos (uno cruzando la carretera). A parte del viento el tiempo era ideal, con cielo azul y un sol radiante. Toda una experiencia poder conducir completamente libre por este marco incomparable…
WINTER AT TANTORA SEASON
Ya en Al Ula, lo primero que hice fue dirigirme al Winter Park, donde había un recinto que formaba parte del Winter at Tantora Season, otro festival anual como el de Hail, aunque con una mayor oferta de actividades. Mi objetivo era claro: intentar hacerme por todos los medios con una entrada para visitar las ruinas de Madain Saleh. Tras investigar en internet y preguntar en Hail había recibido información muy confusa, y no tenía claro que fuera posible. Así que estaba bastante nervioso. No me podía marchar de Arabia Saudí sin ver esa maravilla…
En las inmediaciones del Winter Park las medidas de seguridad eran importantes: dos vehículos de Policía bloqueaban el tráfico; en la entrada había un detector de metales; y unos agentes registraron mi mochila pequeña. Ya en el interior del recinto crucé una zona donde había diferentes food trucks y algún pequeño escenario para actuaciones. A mi alrededor el paisaje era sencillamente increíble, con pilares de roca de formas surrealistas. Mientras caminaba hacia las taquillas me crucé con varios turistas occidentales (toda una novedad). El corazón me iba a mil ante la incertidumbre.
Por suerte pronto pude respirar aliviado porque… ¡era posible comprar entradas para visitar Madain Saleh! En concreto tuve que adquirir dos servicios:
*Heritage Sites Experience: había 3 recintos arqueológicos abiertos al público. Yo decidí visitar Madain Saleh (85R) y las ruinas de Dadan (55R). El tercero era Jabal Ikmah, pero tampoco quería acabar saturado de ruinas ni gastarme una fortuna.
*Hop On Hop Off Bus: estaba prohibido acceder en vehículo privado a los recintos arqueológicos. Para ello el festival había organizado una serie de rutas de autobús que conectaban los diferentes lugares de interés y salían del Winter Park cada media hora. El precio de este servicio era totalmente abusivo (170R por un billete válido para un día), pero no había alternativa.
Tanto en el caso de Madain Saleh como de Dadan tuve que elegir la hora concreta de la visita. Pagué con tarjeta y me dieron una acreditación con una cinta para colgármela del cuello el día indicado. El proceso fue rapidísimo, y cuando me alejé de la taquilla con la acreditación en mi mano estaba eufórico. Un nuevo sueño a punto de hacerse realidad…
UN PAISAJE MÁGICO
Todavía tenía unas horas de luz por delante, pero antes de continuar decidí comer, porque las galletas del desayuno hacía tiempo que se habían evaporado. Aquí no me compliqué la vida: entre en un local, me senté en una mesa y pedí Kabsa acompañado de una botella de agua fría. Me sirvieron una bandeja gigante, aunque estaba hambriento y devoré casi todo. Precio: 14R.
Después me dirigí a la parte moderna de Al Ula para callejear. No es una zona muy bonita, pero me relajé un rato viendo tiendas, lugareños (todas las mujeres iban tapadas con abaya y niqab) y alguna fotogénica mezquita. La gente se me quedaba mirando y a veces me saludaban, o me decían “welcome to Saudi Arabia”. Me sentí muy a gusto.
El gran atractivo de Al Ula es su ubicación, así que tras el paseo me subí al coche y realicé un pequeño recorrido por el pueblo, deteniéndome varias veces para hacer fotos y disfrutar de un paisaje único, con imponentes montañas de color naranja, extensos palmerales y retorcidos pilares de roca. Todo realzado por las últimas luces del atardecer.
OTRA VEZ SIN ALOJAMIENTO
Siempre que viajo mi opción preferida es dormir bajo techo, pero en Al Ula fue tarea imposible. En Booking los hoteles eran carísimos (la habitación más barata a 380R); en Airbnb algo parecido, porque la gente solo alquilaba villas o apartamentos completos para familias; y mi intento de preguntar en un par de alojamientos que aparecían en Google Maps acabó frustrado, porque ya no existían. Con lo cual, como seguía soplando un fuerte viento, no me quedó otra que volver a dormir en el coche. Y no me hacía ninguna gracia…
Esta vez decidí emplear una táctica diferente para reducir al máximo el tiempo dentro del vehículo. Y cuando empezó a oscurecer me refugié en el Ghasn Al Ban Café, situado en el centro de Al Ula. Allí ocupé una mesa; estuve leyendo y escribiendo, sentado cómodamente en un sofá, mientras cargaba las baterías de mis aparatos electrónicos; y pude utilizar el lavabo. En total pasé 5 horas, aunque con dos importantes paradas para rezar, en las que tuve que regresar al coche más de media hora. Durante mi estancia me bebí un batido de plátano y dos tés (todo 14R).
Después, a las 22h pasadas, me marché en busca de un lugar para aparcar el coche y dormir. No fue nada fácil, y al final estuve dando vueltas casi una hora. En el pueblo no encontré ningún rincón adecuado, porque pasaban vehículos constantemente y había coches de Policía vigilando por todas partes. Además perdí mucho tiempo circulando por una pista sin asfaltar llena de agujeros que llevó mi Toyota Yaris al límite de sus posibilidades. Con lo cual decidí conducir hacia el desierto. Allí me encontré con otro problema: fuera de la calzada había demasiada arena y mi coche no estaba preparado. En una ocasión me quedé atrapado, y por suerte pude salir dando marcha atrás y moviendo el volante.
Al final me detuve a cierta distancia de la carretera, vigilado por la sombra de las montañas; piqué unas galletas; me puse dos pares de calcetines extra; y me metí en el saco. Estaba agotado, así que no tardé en quedarme dormido.
EXPLORANDO AL ULA
La jornada comenzó después de una noche en la que por lo menos no me molestó nadie. Además no pasé mucho frío, y cuando miré el reloj me sorprendió ver que eran las 8h pasadas. Como estaba en un valle rodeado de enormes montañas el sol todavía no tocaba el coche y no me di cuenta de que ya había amanecido. Eso sí, el espacio fue de nuevo insuficiente y me desperté en varias ocasiones con las rodillas doloridas, sin saber en qué postura ponerme.
A continuación desayuné galletas y un zumo; utilicé el lavabo de una mezquita cercana; hice unas fotos de los alrededores; y me dirigí de nuevo a Al Ula, con la intención de visitar sus principales atracciones turísticas. Esto fue lo más destacado.
1. Al Ula View Point: es el mejor mirador de la zona. La única pega es que se encuentra a 27km del centro del pueblo, pero merece la pena (estuve a punto de no ir y me hubiera arrepentido). El trayecto ya fue todo un espectáculo. Pasé junto a paredes de roca y formaciones surrealistas que me hicieron detener el coche en innumerables ocasiones. Y me encontré con un grupo de camellos de diferentes colores realmente fotogénicos. Después me tocó encarar una vertiginosa subida por una carretera muy estrecha, con unas curvas cerradas sin visibilidad peligrosísimas (más teniendo en cuenta cómo conducen los saudíes). Por suerte no había mucho tráfico y solo me crucé con un coche. Aunque por si acaso en cada curva pitaba varias veces para avisar de mi presencia.
La carretera me llevó hasta la cima de una montaña con forma de mesa y continué avanzando. El paisaje es totalmente distinto al de Al Ula, con un terreno de origen volcánico formado por piedras de color negro. Aquí me encontré con más camellos pastando; no pude esquivar un agujero donde casi me dejo una rueda; y llegué al King Abdulaziz Park, bastante descuidado, con cristales rotos y basura por todas partes.
Eso sí, las vistas son realmente alucinantes. Desde el parque se puede contemplar todo el Valle de Al Ula, con sus casas y extensos palmerales. Y alrededor, montañas y desierto extendiéndose hasta el infinito. Además disfruté del mirador completamente solo, aunque no me entretuve más de lo necesario porque soplaba un viento helado. De regreso paré en otro mirador que ofrece una panorámica todavía más espectacular, con numerosos pilares de roca en medio de las arenas del desierto. Totalmente recomendable.
2. Al Ula Antiquities Museum: es el museo arqueológico del pueblo y aparecí con ganas de informarme sobre la historia del lugar y ver algún objeto interesante, pero me encontré la puerta cerrada. Más tarde me explicaron que se estaba gestionando el traslado del museo a otro recinto más grande, y permanecería cerrado al público de forma indefinida.
3. Old Al Ula (llamada también Al Ula Heritage Village): se divide en dos partes. Una más auténtica, compuesta por un laberinto de viviendas en ruinas donde estuve un rato paseando, entre muros de piedra y adobe, puertas solitarias y troncos de palmera. Encontré bastante basura; y un par de perros no paraban de ladrarme, evitando que dedicara más tiempo a explorar el lugar. Esta parte de Old Al Ula es muy bonita, con las montañas y palmerales de fondo.
Al otro lado de la carretera está la sección que las autoridades han decidido conservar, pero durante mi visita estaba cerrada por obras. Solo pude verla a cierta distancia, con algunas viviendas de aspecto bastante restaurado; y el Tantora, un reloj solar que da nombre al festival anual de Al Ula.
4. Al Ula Fort: un pequeño castillo ubicado sobre una roca, presidiendo la parte de Old Al Ula en obras, y que por tanto tampoco pude visitar. Una pena, porque aunque el edificio también me pareció demasiado retocado, permite contemplar unas vistas excelentes del casco antiguo.
5. Wadi Al Qura Market: se trata de un mercado tradicional situado junto a Old Al Ula, organizado con motivo del Winter at Tantora Season, y la entrada era gratuita. Junto a la puerta había dos vigilantes en camello; y en el interior encontré varias tiendas gestionadas por mujeres con todo tipo de artesanía a la venta: bolsos, joyas, pinturas, vestidos, alfombras… También había un grupo de niñas vestidas con ropa tradicional que se dedicaban a cantar cuando aparecía algún turista. No estuvo mal y pasé media hora entretenido.
Como no me encontraba muy lejos y el hambre apretaba, decidí regresar al local del día anterior y repetí menú: Kabsa y una botella de agua (14R). Es un sitio muy frecuentado por lugareños, lo cual es buena señal. Y la verdad es que los platos son abundantes.
EN ELEPHANT ROCK
Una vez con el estómago lleno me dirigí a las afueras de Al Ula:
6. Elephant Rock: yo pensaba que estaba cerca de Madain Saleh y me sorprendió descubrir el camino de acceso a escasos kilómetros de Al Ula. Además a partir de las 15h había que pagar 35R para acceder, porque Elephant Rock formaba parte del Winter at Tantora Season y a esa hora comenzaban a funcionar diferentes cafés y restaurantes con terrazas. Pero como yo aparecí a las 13h la visita me salió gratis.
Elephant Rock es una roca espectacular. Una de las imágenes más icónicas de Al Ula, aislada en medio del desierto, con un arco que crea una silueta similar a la de un elefante (de ahí el nombre). Yo me esperaba un montón de gente pero apenas había un puñado de lugareños que me vinieron genial para las fotos. A escasos metros hay otra roca más pequeña que evoca la figura de dos Hermanos Siameses.
En el recinto todo el mundo me saludó con gran amabilidad; no me libré de aparecer en un par de vídeos para Snapchat; y estuve charlando un rato con el chaval encargado de la Recepción, que me aportó bastante información útil.
7. Arco Natural: siguiendo la carretera descubrí a lo lejos un conjunto de montañas erosionadas con un arco de piedra y decidí acercarme a investigar. Primero avancé un tramo en coche, pero había mucha arena y preferí continuar a pie. El lugar es espectacular, con paredes de roca onduladas, árboles, pequeñas flores de color morado y arbustos espinosos. También recorrí un estrecho desfiladero muy atmosférico. Eso sí, había basura por todas partes. Pero mucha… Tras la caminata ya eran casi las 17h y regresé a Al Ula.
TERCERA NOCHE SIN ALOJAMIENTO
Este día ya ni me molesté en buscar algún hotel y acepté con resignación dormir de nuevo en el coche. Primero fui al Ghasn Al Ban Café y estuve unas horas escribiendo. Los camareros no son especialmente simpáticos (la mayoría indios a años luz de la hospitalidad saudí); y en la TV no paraban de emitir partidos de fútbol con molestos locutores gritando como locos. Pero no me apetecía cambiar de lugar. Allí me tomé un batido de plátano y un té de menta (13R), y a las 22h pasadas me marché.
Por lo menos ya tenía localizado un buen sitio para dormir y fui directo al punto de la noche anterior. Esta vez aparqué bastante más cerca de la mezquita, y tras picar unas galletas me metí en el saco de dormir, bajo un cielo estrellado. Ni mucho menos una situación ideal, pero las maravillas que había contemplado durante el día compensaban todas las molestias.
UNA VISITA A DADAN
La mañana comenzó poco antes del amanecer, tras una noche realmente dura. Hizo un frío tremendo y me desperté varias veces con los pies congelados, a pesar de los calcetines extra. Eso sin contar la falta de espacio que castigó mis rodillas. Cuando me miré en el espejo del coche comprobé que ofrecía un aspecto horrible: ojeras; pelo despeinado; barba; pantalones manchados de tierra; sin ducharme en varios días… Y encima era una jornada en la que me tenía que relacionar con mucha gente. Qué vergüenza…
Pero bueno, poco a poco me vine arriba; piqué galletas con zumo de naranja para desayunar; visité el lavabo de la mezquita; y conduje hasta el Winter Park de Al Ula. El plan del día era realizar las dos excursiones que había reservado con antelación. La primera, las ruinas de Dadan, la antigua capital del Reino Lihyanita, situadas en el monte Jebel Khuraibah, al este de Old Al Ula.
Para llegar utilicé el (obligatorio) Hop On Hop Off Bus. Había tres líneas diferentes, y tras localizar la mía ocupé un asiento y esperé unos minutos. El autobús estaba vacío y cuando arrancó yo era el único pasajero, pero en el último momento aparecieron 4 personas: una pareja de Florida con su guía saudí; y un chaval local que viajaba solo. El trayecto duró 15 minutos, y llegamos a un Centro de Visitantes donde nos estaban esperando un montón de empleados: chicas saludando efusivamente; dos camareros vestidos con ropa tradicional ofreciendo café y dátiles; vigilantes por todas partes… Y yo con mis pintas…
Tras el aperitivo nos reunimos con nuestro guía, comentamos varios paneles en inglés del Centro de Visitantes y nos pusimos en marcha. La visita a Dadan duró alrededor de 1 hora y se dividió en dos partes:
1. Necrópolis: caminamos unos metros hasta un mirador con una bonita panorámica de Jebel Khuraibah. En su ladera hay un montón de agujeros rectangulares que corresponden a tumbas, y dos de ellas están decoradas con relieves de leones. Como hay unas escaleras que conducen hasta ellas yo pensaba que a continuación las veríamos de cerca, pero nos tuvimos que conformar con utilizar unos prismáticos. Gran decepción. De hecho, Jebel Khuraibah se puede ver desde la pista de tierra que rodea la montaña sin necesidad de pagar.
2. Ruinas de la ciudad: a continuación subimos a un minibús y nos llevaron al segundo punto de interés de Dadan. De camino bordeamos la base de la montaña, donde había más tumbas. Los cristales del vehículo estaban cubiertos con unos vinilos oscuros que evitaban el sol, pero también dificultaban mucho las vistas (el que tuvo esta idea se quedó a gusto).
Una vez en las ruinas de Dadan continuaron las sorpresas desagradables. Aquello era una extensión cubierta de piedras con escasos objetos de interés, como el relieve de una serpiente. Todas las esculturas que se habían encontrado en las excavaciones (algunas de gran calidad) formaban parte de una exposición itinerante que en esos momentos estaba en París (¡?). Y un templo con una estructura cilíndrica utilizada para misteriosos rituales no se podía visitar, a pesar de tenerlo a apenas 20 metros. Con lo cual dediqué buena parte del tiempo a ver fotos (el guía nos iba enseñando láminas); leer paneles explicativos; y contemplar el paisaje de los alrededores, con montañas y palmerales.
A continuación volvimos al Centro de Visitantes en el minibús. Allí nos dieron una botella de agua y estuve charlando un rato con la pareja de Florida. Dos abueletes que habían visitado 110 países, entre ellos muchos de África… en crucero. Al cabo de unos minutos subimos al autobús principal, que nos dejó en el Winter Park. Una visita totalmente prescindible. Dadan se encontraba cerrado al público y abrió de forma excepcional con motivo del Winter at Tantora Season. Pero si todavía no tenían nada para enseñar se lo podían haber ahorrado…
Aprovechando que tenía una hora hasta la segunda excursión, decidí comer algo y me acerqué al food truck de Burger King, donde cayó un Chicken Royal Meal con patatas fritas y una Fanta. Precio: 28R. Bastante caro, pero ya no me iba de eso. Comí sentado en una mesa de la terraza, con un sol muy agradable, rodeado de pináculos de roca. Y cuando acabé me dirigí a la parada de autobuses para desplazarme hasta el plato fuerte del día (y del viaje por Arabia Saudí): las ruinas de Madain Saleh.
LA ANTIGUA HEGRA
La zona de Madain Saleh ya estaba habitada en el siglo VI AC por tribus Talmúdicas, que dejaron sus características inscripciones en numerosas rocas de los alrededores. Más tarde los Lihyanitas fundaron un pequeño asentamiento donde paraban las caravanas que recorrían la Ruta del Incienso. Pero fueron los Nabateos quienes dieron a Madain Saleh su aspecto actual. Conquistaron el lugar en el siglo I, durante el periodo de máximo esplendor del reino, gobernado por Aretas IV. Y Madain Saleh (por entonces conocida como Hegra) se convirtió en su segunda capital, con un importante centro urbano y 131 tumbas excavadas en la roca. Aunque poco más tarde, en el año 106, el Imperio Romano derrotó a los Nabateos, y sus territorios pasaron a formar parte de la Provincia de Arabia, o Arabia Petraea.
En el Corán la ciudad de Hegra aparece como Al Hijr, el hogar del profeta Saleh (de ahí el nombre de Madain Saleh). Según cuenta la historia sus habitantes se rebelaron contra Saleh, e incluso se atrevieron a maltratar a una camella sagrada enviada por el propio Alá. Así que este en contrapartida arrasó Al Hijr mediante un terremoto que acabó con la vida de la mayoría de sus habitantes (muy parecido al relato bíblico de Sodoma y Gomorra). Durante mucho tiempo los musulmanes asociaron Hegra con un lugar maldito y esto evitó su deterioro.
Tras la conquista romana las caravanas comerciales comenzaron a desaparecer, fruto del auge de las nuevas rutas marítimas que recorrían el Mar Rojo. Y la ciudad de Hegra quedó deshabitada a mediados del siglo V. Las ruinas fueron descubiertas en occidente gracias a Charles Montagu Doughty, un explorador inglés que en el año 1876 se unió a una caravana de peregrinos y pudo contemplar las impresionantes tumbas. Su libro “Travels in Arabia Deserta” se convirtió en una fuente de inspiración para Lawrence de Arabia.
RECORRIENDO MADAIN SALEH
En el autobús me volví a encontrar a la pareja de Florida y su guía, además de otros turistas (una familia de Malasia, otra de saudíes con un montón de críos…). Tardamos media hora en llegar a la entrada de Madain Saleh, atravesando un paisaje memorable, compuesto por montañas erosionadas y un terreno desértico. Al bajar del autobús se repitió la situación de Dadan: nos recibió un ejército de empleados que saludaban sonrientes, repitiendo “welcome to Saudi Arabia”, y controlaban cada movimiento.
Junto a la entrada se encuentra la antigua Estación de Tren, ya que Madain Saleh era una de las paradas de la Hejaz Railway. Esta vía férrea de 1.300km de longitud fue construida a principios del siglo XX por el Imperio Otomano para transportar a los peregrinos, y conectaba Damasco con Medina. En la actualidad se pueden ver varios edificios (incluido un restaurado fuerte otomano) y un tren de pasajeros.
El Centro de Visitantes está en uno de los edificios de la estación. Allí unos elegantes camareros nos sirvieron café con dátiles. Tras unos minutos en los que leímos diferentes carteles en inglés, apareció nuestra guía (Madi) y subimos a un autobús. La visita a Madain Saleh duró 2,5 horas y realizamos 4 paradas:
1. Al Diwan: un enorme templo excavado en la roca donde los Nabateos llevaban a cabo ceremonias sagradas. Carece de decoración y está protegido entre dos montañas. En los alrededores hay varios nichos dedicados a los diferentes dioses, con relieves un tanto borrosos. También está el Diwan Siq, un estrecho desfiladero que recuerda al Siq de Petra. Por lo visto, al otro lado el paisaje es genial, pero no estaba permitido el acceso.
2. Qasr Al Bint: una espectacular hilera de tumbas donde se enterró a los personajes más ilustres de Hegra. Estos fantásticos monumentos cuentan con todos los elementos característicos de la arquitectura nabatea: columnas con capiteles, relieves de animales (águilas, serpientes, esfinges…), inscripciones con símbolos extraños… Su estado de conservación es espectacular.
3. Jabal Al Ahmar: más tumbas nabateas realmente fotogénicas. Justo donde para el autobús hay una roca con un perfil que evoca el rostro de una mujer (por eso la llaman Face Rock).
4. Qasr Farid: sin duda es la imagen más emblemática de Madain Saleh. Se trata de una tumba de grandes dimensiones tallada en una roca solitaria situada en medio de la llanura. Primero subí a un montículo cercano para hacer fotos panorámicas, y después me acerqué a la tumba para examinar los diferentes detalles. Se encuentra inacabada, pero aun así es una obra de arte que impresiona.
En cuanto a la visita, antes de llegar a Madain Saleh tenía dos preocupaciones:
*Luz para la fotografía: por mucho que busqué en internet no encontré ninguna recomendación sobre el mejor momento del día para visitar el recinto. Así que dudé bastante, e incluso el día anterior cambié la hora que había reservado de la mañana a la tarde. Creo que acerté. En Qsar Al Bint y Jabal Al Ahmar paramos en una zona de tumbas situadas en la sombra, pero la guía me dejó caminar alrededor de la roca y encontré otras con una luz perfecta. Y en Qsar Farid las condiciones eran muy buenas.
*Tiempo de visita: para mi gusto insuficiente. Las ruinas de Hegra ocupan un recinto enorme, con muchos más lugares de interés a parte de los que vimos. Además, el paisaje de los alrededores es alucinante, con formaciones rocosas de todo tipo. Me hubiera tirado un día entero paseando por la zona. En general pude hacer buenas fotos, pero a toda prisa y sacrificando otras cosas (como escuchar las explicaciones de la guía o detenerme a contemplar cada tumba).
Al ir junto a un grupo siempre había gente en los lugares donde paramos, pero como la mayoría eran árabes vestidos con ropa tradicional me venían genial para las fotos. Y cuando no, utilicé a los chavales encargados de vigilar, con muy buenos resultados. La verdad es que en general acabé bastante satisfecho.
De regreso en el Centro de Visitantes nos dieron una botella de agua y caminamos hasta el autobús, que nos llevó de vuelta al Winter Park. Ya oscurecía, así que me empecé a preparar para una nueva velada (la cuarta seguida) durmiendo en el coche.
CONCLUSION
Al Ula es la puerta de entrada a uno de los lugares más épicos de Arabia Saudí: la necrópolis nabatea de Madain Saleh, con sus tumbas talladas en la roca. Sin duda este fue uno de los principales motivos de mi visita al país. El recinto llevaba muchos meses cerrado al público, pero tuve la suerte de coincidir con el festival Winter at Tantora Season y me pude apuntar a una visita guiada. La fecha prevista para su reapertura es octubre/2020, aunque los plazos podrían alargarse. En mi opinión Petra tiene monumentos más espectaculares, como el Tesoro o el Monasterio. Pero en Madain Saleh no hay que aguantar hordas de turistas (de momento) y se respira una atmósfera única.
Además Al Ula está rodeada de un magnífico paisaje, con montañas de forma surrealista como Elephant Rock. Y cuenta con otros recintos arqueológicos de interés. Te recomiendo dedicarle a la zona un mínimo de 3 días para explorarla con calma. El alojamiento es carísimo, así que valora la posibilidad de acampar (si el viento lo permite) o haz amigos saudíes que te inviten a su casa.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales