Descubriendo aldeas abandonadas con torres de piedra, puertas de madera tallada y enormes grupos de Babuinos en busca de comida
Al Bahah es la región más pequeña de las 13 en que se divide Arabia Saudí. Sus paisajes son todo lo contrario a la imagen típica del país, con montañas que se elevan por encima de los 2mil metros, profundos valles, frondosos bosques y un clima fresco con lluvias ocasionales. Además Al Bahah es conocida como la “Región de las 1001 Torres”, por la abundancia de antiguas torres de piedra llamadas Qasaba que se utilizaban para vigilar los alrededores y refugiarse en caso de conflicto entre las tribus de la zona.
Situada a 2.150m de altura, la ciudad de Al Bahah es la capital de la región y una buena base para explorar diferentes lugares de interés, como el pueblo de Dhee Ayn o el Castillo de Al Malad. Otra opción aceptable es Baljureshi, pero cuenta con menos hoteles y está más alejada.
VIAJE: AL WAHBAH – AL BAHAH
Tras las dificultades para llegar al cráter de Al Wahbah encaré este trayecto con muchas precauciones. Ya no me fiaba de Google Maps y elegí una ruta alternativa más larga, pero que solo circulaba por carreteras principales. Así que cuando acabé de explorar Al Wahbah subí al coche y me puse en marcha. Por delante tenía un recorrido de 450km. Eran las 12.30h y si todo iba bien aparecería en Al Bahah alrededor de la puesta de sol. Una vez más me equivoqué…
El viaje comenzó atravesando el campo de lava de Harrat Kishb, cubierto de rocas oscuras y conos volcánicos imponentes. Aunque poco después el paisaje cambió por completo y se convirtió en un desierto de arena dorada, salpicado de acacias y otros arbustos. Las panorámicas eran preciosas y no pude evitar detenerme en un par de ocasiones para hacer fotos y contemplar la zona. Cuando pasé por una gasolinera aproveché para completar el depósito (29R), y continué a toda velocidad por una carretera con muy poco tráfico. En el exterior hacía calor, pero con el aire acondicionado del coche iba muy a gusto; y no tenía nada de sueño.
Las cosas se complicaron cuando llegué a los alrededores de la ciudad de Taif. De repente me vi inmerso en una avenida llena de vehículos que no me permitía cambiar de sentido para continuar hacia Al Bahah. Y conduje durante varios kilómetros hasta que encontré un lugar adecuado, perdiendo bastante tiempo. En Taif se encuentra la residencia de verano de la familia real saudí, gracias a su clima agradable, pero no cuenta con atracciones turísticas que merezcan la pena y pasé de largo. Poco después la ruta se llenó de tramos en obras y bandas de frenado de una altura imposible que me obligaban a detenerme a cada momento. Menos mal que tan solo fueron unos kilómetros y acabé conectando con otra carretera principal.
Sin duda el mejor momento del viaje fue encontrarme con una enorme familia de Babuinos. Por lo visto son habituales en el suroeste de Arabia Saudí y están acostumbrados al trato con los humanos. Aunque cuando bajé del coche y me acerqué salieron disparados. Había montones: madres con crías a la espalda; machos vigilando desde lo alto de las rocas… Y algunos cruzaban peligrosamente la carretera. Yo estuve unos minutos haciendo fotos y continué el trayecto.
Los últimos 100km hasta Al Bahah fueron más complejos de lo que imaginaba. La carretera se adentró en una zona montañosa, con constantes curvas y pendientes donde el motor del coche flojeaba bastante. El cielo se llenó de nubes oscuras. Y la temperatura cayó 10 grados en cuestión de minutos. Mientras crucé varios núcleos urbanos donde sorprendentemente estaba permitido conducir a 110km/h y no había ni una sola banda de frenado. Pero lo peor estaba por llegar… Al cabo de un rato se hizo de noche, y cuando me acercaba a Al Bahah una espesa niebla lo envolvió todo. Yo puse las luces de emergencia y avancé como pude, rodeado de vehículos que me adelantaban peligrosamente por ambos lados.
Una vez en el centro de la ciudad la situación era agobiante: tenía que buscar en el mapa la ubicación del hotel donde había decidido pasar la noche; intentar salir de la avenida donde estaba atrapado; maniobrar con cuidado para no golpear al resto de coches, que se me acercaban a centímetros y no paraban de pitar… Todo eso agotado tras horas de conducción. Aun así conseguí llegar a la zona donde estaba el hotel, pero no había aparcamiento y tuve que dar alguna vuelta adicional. Y cuando por fin encontré un lugar para dejar el coche… choqué con un bordillo elevado que no vi por culpa de la oscuridad y la niebla. Resultado: el parachoques delantero destrozado.
En ese momento me quería morir. Con todo lo que había pasado y acabo teniendo un accidente a escasos metros de mi destino. Y encima con un seguro Parcial… El caso es que no podía mover el coche porque un plástico del parachoques bloqueaba las ruedas. Un lugareño me ayudó, pero acabé encarado a gritos con otro que me pitaba para que despejara la carretera, sin importarle mi situación. Al final no me quedó otra que guardar las piezas sueltas, aparcar y dirigirme al hotel, porque ya eran las 19h pasadas y no podía entretenerme mucho.
ALOJAMIENTO: AL EAIRY APARTMENTS AL BAHAH 4 – 70R/Noche
*Puntos a favor: habitación muy espaciosa; cama doble enorme; lavabo privado; limpieza impecable; ubicación céntrica; nevera; precio.
*Puntos en contra: encargados de la recepción bastante secos; wifi horrible; lavabo desastroso, sin agua caliente ni presión adecuada, y la cisterna del inodoro tenía una fuga que encharcaba el suelo; la llamada a la oración suena en el interior del hotel a todo volumen, y me despertaba a las 5h de la mañana.
Cuando me detuve junto a los Babuinos aproveché para buscar en Booking algún hotel donde pasar la noche en Al Bahah y encontré varias opciones a buen precio, así que decidí realizar una reserva y asegurarme la habitación. La verdad es que me costó encontrar el Al Eairy porque una vez más las indicaciones de Google Maps eran erróneas. Por suerte un chaval de otro hotel me echó una mano y conseguí dar con la entrada.
Una vez instalado salí en busca de un lugar para cenar porque me moría de hambre. Elegí Pizza Lana, un local situado a un par de calles del hotel, y me compré una pizza grande de pollo que devoré en mi habitación acompañada de una Mirinda (29R). Estaba muy rica y me dejó como nuevo. Aunque mi cabeza seguía dándole vueltas al incidente del coche y no fue una noche plácida. Qué mala suerte…
Nota: cuando devolví el coche en Hail tuve que pagar la sustitución del parachoques delantero. Pero fue más barato de lo que pensaba, y me costó solo 550R (unos 125€).
ENTRE TORRES DE PIEDRA
Tras un día dedicado a hacer gestiones relacionadas con el coche y recuperarme anímicamente, me levanté a buena hora con ganas de conocer la región de Al Bahah. A continuación desayuné un yogurt, galletas y zumo de manzana; preparé la mochila pequeña; y salí a la calle. La ciudad de Al Bahah es moderna y no cuenta con ningún lugar de interés, así que subí al coche y me dirigí a dos sitios que había descubierto rastreando en Google Maps y no pintaban mal.
1. Al Malad Castle: para empezar visité este antiguo castillo situado unos 6km al este de Al Bahah, siguiendo la carretera principal. Desde lejos ofrece una imagen espectacular, construido con losas de piedra gris y coronado por dos torres de vigilancia (llamadas Qasaba). Yo aparqué mi coche a escasos metros y estuve una hora explorando el recinto completamente solo. No pude acceder a la sala principal de Al Malad, porque se estaban realizando trabajos de restauración (la puerta había sido pintada recientemente). En cambio en los alrededores hay numerosas viviendas en ruinas que pude explorar sin problema.
Durante mi paseo descubrí infinidad de rincones fotogénicos: elaboradas puertas y ventanas, algunas pintadas de vivos colores; viejas columnas de madera en forma de T (conocidas como Al Zafer); misteriosas salas envueltas en sombras… Fue una visita genial, con un sol muy agradable y buenas vistas de las montañas. Incluso de vez en cuando aparecían volando pequeñas aves rapaces. La anécdota se produjo cuando escuché un ruido y descubrí a escasa distancia una hembra de Babuino con su cría a la espalda. Al verme salió corriendo y se unió a un numeroso grupo. Había más de 100 monos ocupando toda la ladera de una colina y me tiré un buen rato contemplando cómo jugaban, chillaban y saltaban de roca en roca.
Cerca de Al Malad hay varias torres aisladas. Y de regreso a Al Bahah pude ver un bonito pueblo tradicional con una torre, cuya silueta destacaba sobre la cadena montañosa (este tipo de construcción me recordó mucho a la región de Svaneti en Georgia).
2. Al Arrab: a continuación conduje apenas 3km hasta el siguiente lugar. Se trata de una población cuyos habitantes hace tiempo que abandonaron sus casas (lástima que una moderna mezquita tape las vistas del conjunto). Mi llegada coincidió con la llamada a la oración y había un montón de saudíes. Yo trepé por unas rocas y me dediqué a investigar el lugar, de nuevo en solitario. Casi todas las casas están en ruinas, con techos hundidos y pilas de escombros por todas partes (hay que caminar con cuidado). Y las oportunidades fotográficas son infinitas: puertas y ventanas de madera tallada; muros en precario equilibrio; una torre de vigilancia…
A pesar de estar a mediados de febrero el ambiente era primaveral, con flores amarillas, el sonido de los pájaros, y multitud de insectos. Al Arrab me gustó mucho, aunque si el gobierno no hace algo pronto en unos años no quedará nada en pie.
En la región de Al Bahah hay más pueblos antiguos que permiten conocer la arquitectura típica de la zona. Yo elegí estos dos por su cercanía a la ciudad, pero tienes donde elegir. Cuando acabé la visita estaba hambriento, y como para llegar al siguiente lugar de interés tenía que pasar por el centro de Al Bahah, decidí hacer un alto para comer algo.
COMIDA: MY TASTE RESTAURANT
En la calle del Al Eary Hotel hay un montón de restaurantes. Yo elegí este porque al pasar por la puerta un camarero me animó a entrar y tenían lo que buscaba. Allí me senté en una mesa del comedor, y pedí medio pollo a la parrilla con patatas fritas y varias salsas, una porción de arroz con verduras, pan y una Mirinda. Las raciones eran enormes, la comida deliciosa, y todo me costó solo 18R. Además estuve un rato charlando con el dueño (Said), un simpático empresario indio de Kerala con varios negocios en Al Bahah que hablaba un inglés muy correcto. Acabamos intercambiando datos y me invitó a un plato de ensalada con humus.
EXPLORANDO DHEE AYN
Tras llenar el estómago volví al coche y me dirigí hacia el último lugar de interés del día: el pueblo de Dhee Ayn. Está 30km al suroeste de Al Bahah y se llega recorriendo una vertiginosa carretera de curvas infinitas que baja hasta el fondo del profundo Valle de Bidah, atravesando varios túneles. Para contemplar las vistas hay varios miradores distribuidos estratégicamente que ofrecen panorámicas espectaculares de los Montes Sarawat.
Además, en estos puntos suele haber montones de Babuinos esperando a que la gente les dé comida. Los machos son impresionantes y lucen un largo pelaje de color gris. Yo paré en casi todos los miradores para hacer fotos. Una pena que los Babuinos no me dejaron acercarme, y cuando les apuntaba con mi cámara desaparecían a la carrera. Bueno, y que la gente tiraba la comida desde el coche con bolsas y todo, y los miradores parecían auténticos vertederos de basura.
En principio este trayecto debería ser ideal para conducir de forma relajada y disfrutar del paisaje. Pero los saudíes y su conducción temeraria convierten cualquier viaje en coche en un infierno. La carretera solo tiene un carril por sentido y los vehículos se me pegaban a escasos centímetros; me adelantaban en puntos sin visibilidad, arriesgándose a provocar un grave accidente; y cuando reducía la velocidad para detenerme en un mirador me pitaban impacientes. Reconozco que me sacaron de mis casillas… Tampoco ayudó mucho que era viernes (día festivo en el mundo islámico) y muchas familias habían salido de excursión.
Ya en el fondo del Valle de Bidah me desvié a la izquierda y al poco apareció ante mí Dhee Ayn. Esta población data del siglo XVI y descansa sobre una montaña de mármol de color blanco (por eso Dhee Ayn también es conocido como el “Pueblo de Mármol”). Las viviendas están construidas utilizando losas de piedra y algunas tienen 4 pisos de altura. En la base de Dhee Ayn hay un oasis con palmeras y plantaciones de banana. Y como telón de fondo destacan los Montes Sarawat, teñidos de color ocre. La imagen era imponente, con una luz perfecta. Tras hacer varias fotos continué hasta una zona de aparcamiento donde había una tienda de snacks y bebidas (me compré un par de zumos de naranja por 3R); dos mujeres con abaya y niqab vendiendo comida casera; y una furgoneta de helados.
A continuación me adentré en las calles de Dhee Ayn. Un dato a tener en cuenta es que el pueblo está abandonado y hace unos años el gobierno decidió restaurarlo con fines turísticos. Así que se trata de una especie de museo al aire libre, sin niños jugando, lugareños sentados junto a la entrada de sus casas, comercios, animales… Aunque dicho esto, me encantó explorar Dhee Ayn. Algunas de las viviendas están abiertas y pude entrar a curiosear, caminando entre sombras, subiendo por estrechas escaleras, y accediendo a terrazas con vistas geniales de los alrededores. Poco a poco fui ganando altura hasta llegar a las dos torres que coronan la cima de la montaña. Y viví un momento mágico, contemplando el paisaje mientras desde una mezquita cercana se escuchaban unos cánticos preciosos.
Había bastantes saudíes de visita, pero como no les gusta el ejercicio se quedaban en la base del pueblo, y estuve solo la mayor parte del tiempo. Cuando bajé dos lugareños contactaron conmigo y charlamos unos minutos. Uno de ellos tenía una granja en Al Ula y me invitaba a alojarme unos días. Ya le podía haber conocido antes y me hubiera ahorrado las 4 noches seguidas durmiendo en el coche…
UN BONITO OASIS
Además de las viviendas, en Dhee Ayn hay otros dos lugares de interés:
1. Manantial: está en el lado opuesto de la entrada al pueblo. Se trata de un chorro de agua que cae junto a un árbol de raíces retorcidas. Alrededor había muchas familias sentadas y no me entretuve demasiado para evitar problemas (un hombre solo no es bien visto en las zonas familiares).
2. Oasis: para acabar mi idea era regresar al aparcamiento atravesando el oasis que se extiende al pie de Dhee Ayn. Yo pensaba que consistiría en un sencillo paseo, pero me tocó sortear fuertes desniveles y esquivar plantas espinosas, avanzando por un estrecho sendero entre bananas y palmeras. Eso sí, el esfuerzo tuvo premio. Durante todo el tiempo que estuve en el pueblo no dejé de escuchar unos ruidosos pájaros que a veces revoloteaban entre las copas de las palmeras. Y al pasar por debajo de una descubrí de qué se trataba: ¡eran colonias de zorros voladores! No paraban de moverse, extender las alas y chillar, y me quedé unos minutos embobado contemplando la escena. Toda una sorpresa.
Después seguí caminando y llegué a un punto donde un muro cortaba el paso, así que retrocedí y trepé por las rocas hasta la avenida principal de Dhee Ayn. A esas alturas el sol se había ocultado tras las montañas y había mucha gente. Yo ya estaba satisfecho (en total llevaba 3 horas de visita), con lo cual regresé al coche y emprendí el viaje de vuelta a Al Bahah.
Una vez más la irresponsabilidad de los saudíes al volante me puso de los nervios. En varias ocasiones me encontré vehículos invadiendo mi carril a toda velocidad, y no me podía despistar ni un segundo. Encima esta vez el trayecto era cuesta arriba y a mi coche le costaba un montón avanzar. Por suerte llegué a Al Bahah sin sufrir ningún percance. Allí aparqué el coche enfrente del hotel; y solventé la cena con un yogurt, galletas y zumo de naranja que compré en una tienda cercana (4R). No estuvo mal el día.
RUMBO A BALJURESHI
La jornada comenzó sin prisas. Me encontraba bastante cansado porque un mosquito no me dejó dormir. No hubo forma de matarlo y al final acabé poniéndome repelente en la cara y tapándome hasta las orejas. En fin, poco a poco me fui desperezando, y desayuné yogurt, galletas y zumo mientras planeaba la ruta del día. Después preparé las mochilas; desalojé la habitación (con muy poca pena); y subí al coche. Antes de abandonar Al Bahah completé el depósito en una gasolinera (37R).
Mi primer destino era Baljureshi, una ciudad situada 35km al sureste de Al Bahah que en el pasado era la capital de la región. De camino pude contemplar buenas vistas de las montañas y un montón de antiguas torres de vigilancia en diferentes estados de conservación. Algunas aparecían solitarias en medio de un campo o sobre una cumbre; y otras formaban parte de construcciones modernas, como viviendas o mezquitas. Un tramo realmente entretenido. En cuanto a Baljureshi, se trata de una urbe moderna sin lugares interesantes, así que continué hacia la región de Asir.
CONCLUSION
La región de Al Bahah es una de las menos conocidas de Arabia Saudí, y mucha gente se limita a visitar el pueblo de Dhee Ayn. Pero la zona está llena de aldeas en ruinas que permiten horas de exploración. Te aconsejo dedicarle al menos una jornada completa, utilizando como base la ciudad de Al Bahah. Por cierto, en Dhee Ayn no te olvides de bajar a dar un paseo por el oasis, donde hay grupos de zorros voladores. Y de camino haz un alto en algún mirador para contemplar las panorámicas del valle y ver a los babuinos de cerca (si se dejan).
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales