Explorando un árido parque nacional bastante escaso de fauna, alojado en un bungalow a orillas de un bonito lago
El Parque Nacional Abiata-Shala fue creado en 1974 y tiene una superficie de 887km2. Está situado en pleno Valle del Rift, y en su interior se encuentran los Lagos Abiata y Shala, rodeados de una zona de tierras áridas salpicada de acacias. En el pasado había una gran variedad de fauna. Pero en 1990, tras la caída del gobierno comunista (conocido como Derg) el país quedó sumido en el caos. Y muchos de los territorios protegidos (incluido Abiata-Shala) fueron invadidos por agricultores y ganaderos locales, que talaron árboles y acabaron con los grandes mamíferos. Desde entonces, la falta de recursos ha impedido la recuperación de estos parques.
Cerca de Abiata-Shala se encuentra el Lago Langano, un popular destino de fin de semana con alojamientos recomendables y aguas para bañarse libres de Bilharzia.
VIAJE: ZIWAY – LAGO LANGANO
Mi alarma sonó a las 6h, y me encontraba inexplicablemente cansado. Había dormido 9 horas, sin contar 3 horas adicionales de siesta de la tarde anterior, y aun así tenía encima una pereza enorme. Pero había mucho que hacer, así que pegué un salto de la cama y me puse manos a la obra. Tras desalojar mi habitación, desayuné en el Hill Café: Espris y un trozo de pastel. Delicioso. Y busqué algún medio de transporte.
Al final, tras unos minutos de indecisión, me subí a una destartalada furgoneta que se dirigía hacia el sur. En ese momento no me imaginaba el show que estaba a punto de vivir. La furgoneta no paró de dar vueltas por Ziway en busca de más pasajeros. Hubo peleas y discusiones entre mi conductor y los de otras furgonetas rivales. Incluso en una ocasión vi a una pasajera zarandeada, mientras dos conductores tiraban de ella, uno de cada brazo. Al final, en un vehículo diseñado para 7 pasajeros acabamos más de 14. Y nos pusimos en marcha. Reconozco que por 10B el espectáculo fue completo…
Por suerte mi estado de ánimo era perfecto, y aguanté con paciencia. Durante el trayecto contemplé un paisaje de colores brillantes realmente exótico, con poblados y lugareños por todas partes. Aunque también fui testigo de la miseria más absoluta: chabolas; críos vestidos con harapos; ganado en los huesos… Pero bueno, mi destino no estaba muy lejos, y tras 45km de trayecto llegamos al cruce de caminos donde me tenía que bajar.
ALOJAMIENTO: BEKELE MOLA HOTEL – 172B/Noche
*Puntos a favor: bungalow espacioso; cama doble muy cómoda con mosquitera; lavabo privado; ubicación perfecta, a escasos metros de la orilla del Lago Langano.
*Puntos en contra: mobiliario destartalado; lavabo muy mejorable; precio.
Para llegar al Bekele Mola Hotel tuve que recorrer una pista de tierra de 3km, pero me lo tomé con calma. Fue un paseo agradable, durante el que pude ver viviendas tradicionales y bosques de acacias. Y esquivé a los críos, que aparecían por todas partes gritando «you, you» y «faranji», o pidiendo cosas. Una vez en el hotel, tuve mucha suerte: conseguí el último bungalow disponible. Y es que el Lago Langano es un destino de fin de semana muy popular entre los habitantes de Addis Ababa, y era sábado.
Las aguas del lago tienen un color marrón nada apetecible. Pero si quieres bañarte en uno de los muchos lagos que tiene Etiopía, este es tu lugar. Ya que Langano es el único libre de Bilharzia. Esta temible enfermedad la provocan unos gusanos parásitos que viven en el interior de unos caracoles cuyo hábitat son las aguas estancadas. Los gusanos penetran en el cuerpo humano a través de los poros de la piel, infectando los intestinos o el aparato urinario, y pudiendo provocar daños importantes en el hígado o los riñones. Los síntomas: sangre en la orina, diarrea, etc… Así que no es para tomárselo a broma.
Yo no tenía mucho tiempo que perder, así que dejé la mochila en mi bungalow, y recorrí de nuevo la pista de 3km hasta la carretera principal.
CAMINANDO POR ABIATA-SHALA
Justo en el cruce estaba la entrada principal del Parque Nacional Abiata-Shala. No había leído grandes maravillas, pero ya que estaba en la zona, podía ser un buen lugar para estirar las piernas. Pasé por el Centro de Visitantes y estuve charlando un rato con el simpático encargado. Allí pagué la entrada; rechacé los servicios de un guía; y expliqué la ruta que había pensado recorrer dentro del parque. En total tenía previsto caminar 15km, bajo un sol de justicia, y sin una gota de agua encima. El encargado me dio su visto bueno, pero me avisó que iba a ser bastante duro.
Nada más comenzar a caminar, hubo momentos de confusión. Llegué hasta una verja de hierro, cerrada con una cadena y alambres, y pensé que me había equivocado. Al momento apareció una niña al otro lado, pero no entendí lo que me decía, así que retrocedí, continué por otro camino, y acabé perdido. Al final me encontré a un lugareño, y me dijo que el camino correcto era el de la verja. Pero es que las indicaciones brillaban por su ausencia.
Ya en el interior del Parque Abiata-Shala, seguí un sendero y empecé a ver los primeros animales: dos Avestruces; un grupo de Gacelas de Grant; dos conejos que se fueron saltando; pájaros de colores… La sensación era genial, caminando completamente solo, atento a cualquier movimiento o sonido… Aunque también me encontré bastantes viviendas. Y me asaltaron varios críos muy pesados, intentando hacerme de guía, o pidiéndome cosas (dinero, bolígrafos…).
Al cabo de un rato llegué a un mirador desde el que pude disfrutar de unas vistas espectaculares del Parque. Ante mí tenía una extensa llanura con los lagos Abiata y Shala; y en medio el Monte Fike. En los alrededores, bosques de acacias, y alguna cabaña tradicional.
El Lago Shala es el más grande, y en algunos puntos alcanza más de 260 metros de profundidad. Hace años era famoso por la gran cantidad de aves que lo habitaban. Sobre todo pelícanos blancos, que criaban en una pequeña isla conocida como Pelican Island, y se alimentaban de peces en el vecino Lago Abiata. Pero hoy día la mayor parte de los peces han desaparecido, y las aves han emigrado a otros lugares. El motivo: la pérdida de agua, destinada a campos de cultivo ubicados en el interior del Parque, que ha incrementado los niveles de salinidad del lago. Una pena.
EN MANOS DE TRES NIÑOS GUÍA
Mientras contemplaba la panorámica del Parque Abiata-Shala desde el mirador, aparecieron 3 críos que me ofrecieron sus servicios de guía. Pero estos eran realmente insistentes y no me los podía quitar de encima. Así que al final decidí ser práctico y “contratarles”. De esta forma, por unos pocos Birr, ya no tendría que preocuparme por saber si estaba siguiendo el camino correcto; me ahuyentarían a los demás críos; y les podría utilizar para sacar fotos (yo a ellos o ellos a mi). Con lo que el resto de la ruta la hice acompañado. Fue una buena estrategia, pues eran un encanto y me obedecían al pie de la letra.
A continuación bajé hasta la orilla este del Lago Abiata, y caminé junto a ella durante un rato. El paisaje era impresionante: una llanura de color blanco; el viento levantando nubes de polvo; una acacia solitaria… Con la ayuda de mis prismáticos pude ver en la distancia una colonia de cientos de Flamencos Rosas. Pero cuando me intentaba acercar a ellos, se movían con rapidez. La salinidad de la zona era increíble, y la tierra crujía bajo mis pies. Allí me quedé unos minutos sacando fotos con los críos. Y a continuación tocó desandar el camino, para regresar a la entrada principal.
A esas alturas, mi cuerpo se empezó a resentir de los kilómetros acumulados, y me tuve que sentar a la sombra de un árbol para recuperar fuerzas. Tras el descanso continué la ruta. Vi otro grupo de Gacelas de Grant; más curiosos pájaros de colores; y me crucé con un anciano, que me dijo algo en un idioma indescifrable, me besó la mano, y extendió la suya para que yo hiciera lo mismo (no quedó más remedio que corresponderle).
Ya cerca de la entrada del Parque Abiata-Shala, me despedí de mis improvisados guías, y decidí ser generoso con ellos, dándoles 5 Birr a cada uno. Pero los críos no estaban conformes y me pedían nada menos que… ¡100 Birr! En este país el que no corre vuela. En fin, no pasó de ser una anécdota graciosa, porque me mantuve firme. Y se fueron a casa con caras serias.
Al pasar por el Centro de Visitantes, entré a saludar al encargado para informarle que todo había ido bien. El hombre era muy gracioso, y no paraba de decirme “you are a strong man!” Qué bueno… Aunque aun me faltaban los 3km de pista hasta el hotel. Este tramo final me acabó de matar. Estaba quemado por el sol; me dolían los pies; tenía una rozadura en los muslos muy molesta; me moría de hambre y sed… Con lo fácil que hubiera sido llevar encima mi mochila pequeña con agua y unas galletas…
DESCANSO JUNTO AL LAGO
Aunque todo esfuerzo tiene su recompensa. Una vez en el hotel, fui directo a la terraza del restaurante, y me senté en una mesa, donde me bebí una Highland de 1,8 litros bien fría. Se estaba en la gloria, con la brisa del atardecer. Y más tarde pedí la cena. De nuevo (por tercera vez consecutiva) cayó un plato de Spaghetti Bolognesa, acompañado de una ensalada.
En cuanto al ambiente, era realmente curioso. Los camareros iban en uniforme; y en las mesas abundaban los lugareños con sus mejores galas: ellos con traje negro, y ellas con vestidos de lentejuelas. Fue muy gracioso ver a un señor en esmoquin pedirle al camarero un plato de Spaguetti con toda la pompa del mundo, como si estuviera encargando langosta… También había algún pequeño grupo de turistas occidentales.
Después de cenar di un paseo por los alrededores del lago, disfrutando del ambiente: luna llena; sonido de las olas; multitud de fogatas encendidas en la playa con grupos de jóvenes locales charlando y riendo; música de fondo… Mis guías de viajes recomendaban evitar el lugar en fin de semana precisamente por esta atmósfera fiestera, pero no me molestó para nada. Tras el paseo, me fui al bungalow, preparado para una noche de descanso más que merecida.
CONCLUSIÓN
El Parque Abiata-Shala no es ni mucho menos un lugar imprescindible en un recorrido por el sur de Etiopía. Pero si tienes tiempo disponible, y te gustan los espacios naturales solitarios, alejados de los circuitos turísticos, te recomiendo pasar una jornada en la zona. Dedicando la mañana a caminar por el parque, antes de que apriete el sol. Y una tarde de baño y relax junto al Lago Langano.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales